Es necesario profundizar y dar a conocer la difícil situación del pueblo en Brasil bajo el mandato del presidente Jair Bolsonaro, que termina este otoño. Por ello, la Fundación Pedro Casaldáliga invitó, con el apoyo de la ONG alemana Misereor, El Sr. Paulo Maldos, ex asesor del presidente Lula da Silva y alto funcionario de la presidenta Dilma Roussef para los derechos humanos y la articulación social, para participar en la campaña Brasil-Mundo: resiste y transforma, que tuvo lugar en varias ciudades de Cataluña a lo largo del pasado mes de mayo.
Paulo Maldos explicó las consecuencias de la política ultraliberal del presidente fascista, que está suprimiendo los avances sociales que lograron Lula da Silva y Dilma Roussef, entre 2003 y 2016. Con ellos, los 217 millones de habitantes del país más grande de América Latina, tuvieron derecho a la alimentación, mejora del sistema único de salud, promoción de la educación, respeto a los derechos de los pueblos indígenas, etc., pero Bolsonaro está acabando con todos estos derechos e imponiendo un estado basado en la violencia, el odio y el privilegio de las élites.
La campaña de la Fundación concluye el 29 de mayo con un gran acto en Barcelona al que asistirán los diputados del Congreso de los Diputados, la brasileña Maria Dantas, los teólogos Juan José Tamayo y Víctor Codina y el sociólogo Flávio Carvalho. En Barcelona, el evento también recordó la figura del obispo Pedro Casaldáliga y permitió profundizar en su legado social y político en Brasil, así como en su figura a través de su poesía.
Las próximas elecciones del 2 de octubre en Brasil se perfilan como un duelo entre Bolsonaro, que opta a un segundo mandato, y Lula da Silva, que ha sido absuelto de todos los cargos en su contra por el Tribunal Supremo. En estos meses, el clima político y en la calle es tenso. Desde hace un año, las encuestas dan como claro vencedor a Lula da Silva, que se presenta con la coalición de los demócratas y que, con un 40% de los votos previstos, podría incluso ganar en la primera vuelta. El actual presidente ha promovido, entre sus bases radicalizadas, el uso de las armas y, en su dura escalada verbal amenaza con no aceptar el resultado de las elecciones ni respetar la vida de sus opositores; una dictadura sería su sueño. Por lo tanto, Brasil está ahora en medio de la incertidumbre y la esperanza, pero luchar contra los que comprometen la Vida es una obligación moral de esta Fundación.
Desde la elección de Bolsonaro como presidente de Brasil, este país se ha convertido en el epicentro del “cristoneofascismo” y en el lugar donde gobierna la extrema derecha de Dios en un acto de la más crasa manipulación de lo sagrado al servicio de una política necrófila.
Tal situación me lleva a plantear dos preguntas: en qué modelo político-religioso se sustenta el cristoneofascismo de Bolsonaro y qué imagen de Dios subyace. Creo que le mejor respuesta se encuentra en el teísmo político que ha establecido Bolsonaro en Brasil y en la imagen de Dios sacrificial en la que se basa.
La teología latinoamericana de la liberación, y muy especialmente la brasileña, liberó a Dios del asedio del mercado y Bolsonaro lo ha convertido en prisionero de su política antiecológica, homófoba, patriarcal, neocolonial y ultraneoliberal.
El slogan de su campaña electoral, con el que también concluyó el discurso de la toma de posesión como presidente de Brasil, fue: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. Lo reiteró en uno de los cultos en los que participó en la Iglesia Evangélica Sara Nossa Terra en julio de 2019: “Debo mi vida a Dios y este mandato está al servicio del Señor. En nuestro gobierno, Dios está encima de todo”.
Lo que muchos consideramos un secuestro político de Dios, el ministro de Asuntos Exteriores, Ernesto Araújo, lo calificó de una liberación de Dios, “triste prisionero…, que vuelve a circular libremente por el alma humana”. Teísmo político puro y duro y descarada perversión religiosa.
Creo, más bien, que en Brasil está sucediendo lo contrario a la afirmación de Araújo: la teología latinoamericana de la liberación, y muy especialmente la brasileña, liberó a Dios del asedio del mercado y Bolsonaro lo ha convertido en prisionero de su política antiecológica, homófoba, patriarcal, neocolonial y ultraneoliberal.
(Brasília – DF, 07/09/2019) Jair Bolsonaro escoltado por el obispo de la Iglesia Universal Edir Macedo y el magnate de los medios de comunicación Silvio Santos, durante el desfile Cívico del Dia da Pátria.Foto: Alan Santos/PR
Una característica del teísmo político de Bolsonaro es el providencialismo religioso, que consiste en interpretar la historia desde un Dios providente, como cuando consideró un milagro el haberse librado del atentado sufrido durante la campaña electoral y mayor milagro todavía el haber ganado las elecciones. El ministro de la Casa Civil, Onyx Lorenzoni, aplicó a Bolsonaro las palabras de Jesús: “Muchos son los llamados y pocos los elegidos” y dice que Dios “eligió al más improbable”.
En que fue elegido “el más improbable” tenía razón Lorenzoni. Lo que dudo –o mejor, niego- es que fuera Dios quien lo eligiera o legitimara su elección. Quienes realmente contribuyeron a su elección fueron las fake news de su campaña electoral, que continúan produciéndose durante su presidencia a a través del gabinete del odio, que dirige uno de sus hijos y se encarga de difundir noticias falsas. Comentando la soledad de los dos presidentes anteriores tras las primeras semanas de asumir el gobierno, afirmó que uno de los motivos de dicha soledad era “el alejamiento de Dios, nuestro creador”.
Bolsonaro reconoce más influencia a la Biblia que a la propia Constitución brasileña. Pero la Biblia leída de manera fundamentalista y selectivamente en sus textos más violentos y discriminatorios contra las mujeres, los homosexuales, etc.
Brasil tiene una larga tradición de Estado laico, que Bolsonaro parece ratificar, pero lo hace tramposamente porque introduce una distinción que desemboca en confesionalidad: “El Estado es laico, pero nosotros –“yo”, dice en otras ocasiones- somos cristianos”. Confesionalidad que extendió al Tribunal Supremo Federal para el que anunció que de los dos jueces que tenía que nombrar “uno sería terriblemente (sic!) evangélico”.
¿Respeto al pluralismo? En absoluto. Prometió reconocer a todas las religiones, pero, eso sí “siguiendo la tradición judeocristiana”. Atendiendo a las constantes referencias que hace a la Biblia, cabe constatar que reconoce más influencia a la Biblia que a la propia Constitución brasileña. Pero la Biblia leída de manera fundamentalistay selectivamente en sus textos más violentos y discriminatorios contra las mujeres, los homosexuales, etc.
Bolsonaro hace el saludo militar en la «Marcha para Jesus», del pasado mes de mayo.
Constante es la presencia de Bolsonaro en los templos de las iglesias evangélicas fundamentalistas. Tuvo un gran impacto mediático su visita al Templo de Salomón de la Iglesia Universal del Reino de Dios, del obispo Edir Macedo, donde se produjo una escena inusual: el presidente de la República arrodillado ante el obispo Macedo, que le impuso las manos y le bendijo. Es permanente su recurso a la Biblia para legitimar su política homófoba, machista, racista y ultraneoliberal, en una palabra, neofascista en un claro secuestro del texto sagrado judeocristiano, que lee de manera fundamentalista.
En mayo de 2016 Bolsonaro viajó a Israel para recibir el bautismo en el río Jordán, imitando el bautismo de Jesús. Fue el pastor y líder del Partido Social Cristiano Everaldo Dias Pereira quien le sumergió en el Jordán y, tras el bautismo, le preguntó: “¿Acredita Usted que Jesús es Hijo de Dios?”, a lo que Bolsonaro respondió: “Acredito”. Tras el bautismo citó la afirmación de Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8,32) e hizo la siguiente confesión: “Recupero una fe que me acompañará para el resto de mi vida”.
El dios de Bolsonaro
El dios en el que cree el actual presidente de Brasil y con él los cristoneofascistas es el que legitima las dictaduras y denuesta la democracia. Bolsonaro ha defendido la dictadura brasileña que duró más de veinte años, de 1964 a 1985.
De ella ha llegado a afirmar que su principal error “fue torturar y no matar”. También ha elogiado el golpe de Estado de Augusto Pinochet y lo ha hecho como respuesta a las críticas de Michelle Bachelet, presidenta de Chile durante dos mandatos (2006-2010, 2014-2018) y actual Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, a la política de Bolsonaro.
La reacción de Bolsonaro no deja lugar a dudas: Dios se pone del lado de los dictadores, verdugos, criminaliza a las víctimas de manera inmisericorde y, como expresara Atahualpa Yupanki, come en la mesa del patrón.
Este respondió a Bachelet que se olvidaba “de que su país no era como Cuba solo gracias a los que tuvieron el coraje de ‘dar un basta’ a la izquierda de 1973, entre quien estaba su padre, entonces brigadier”. La reacción de Bolsonaro no deja lugar a dudas: Dios se pone del lado de los dictadores, verdugos, criminaliza a las víctimas de manera inmisericorde y, como expresara Atahualpa Yupanki, come en la mesa del patrón.
(Boa Vista – RR, 26/10/2021) Culto em comemoração aos 106 anos da Assembleia de Deus. Foto: Isac Nóbrega/PR
Comentando la Declaración postsinodal Querida Amazonía, del papa Francisco, Bolsonaro negó que hubiera fuego en la floresta húmeda y cuestionó en tono burlesco y teocrático el contenido de la exhortación: “El papa Francisco dijo ayer que la Amazonía es de él, que es de todo el mundo; coincidentemente yo estaba ayer con el canciller argentino… el papa es argentino, pero Dios es brasileño”. ¡Dios étnico y nacional contrario al Dios universal de las religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam!
El dios de Bolsonaro es el dios negacionista del calentamiento global, insensible a la violencia de género, militarista, hecho a imagen y semejanza del militar Bolsonaro y de su gobierno con una numerosa representación militar.
El Dios de Bolsonaro, según Eliane Brum, es el que odia el mundo globalizado, el que cree que los inmigrantes pueden amenazar la soberanía de Brasil, el que cree que las escuelas del país se han convertido en una verdadera bacanal infantil alentada por profesores defensores de la “ideología de género”. Y yo añado: es el dios negacionista del calentamiento global, insensible a la violencia de género, militarista, hecho a imagen y semejanza del militar Bolsonaro y de su gobierno con una numerosa representación militar. Es un dios vengativo, y no el Dios del perdón, de la compasión y la misericordia como el predicado y practicado por Jesús de Nazaret. Nada que ver con el Dios liberador del éxodo y de los profetas de Israel, que opta por las personas y los colectivos empobrecidos.
Es el dios de la magia y de la superstición. En el momento álgido de la pandemia con decenas de miles de personas brasileñas contagiadas y miles de personas muertas por día, dictó un decreto por el que declaraba los cultos religiosos como “servicio esencial” a la ciudadanía. Dicha normativa se inspiraba en la afirmación del pastor evangélico Silas Malafaia, uno de sus asesores religiosos: “La iglesia es una agencia de salud emocional, tan importante como los hospitales”. ¡Mayor desprecio a la vida, imposible!
«No se preocupen con el coronavirus, esa una táctica o más que eso, de Satanás. Satanás trabaja con el miedo, el pavor, con la duda. Y cuando la gente está con miedo, pavor o dudas, quedan débiles, cualquier vientito se transforma en una neumonía». Edir Macedo
Asesorado por los pastores de las mega-iglesias, Bolsonaro minusvaloró desde el principio la gravedad del coronavirus, que calificó de “gripecilla”, y de la pandemia, que calificó de psicosis e histeria, mostró su desconfianza hacia la ciencia y propuso como alternativa la fe. Declaró su cercanía al obispo evangélico Edir Macedo, para quien el coronavirus es una estrategia de Satanás para infundir miedo, pánico e incluso terror, pero que solo afecta a la gente sin fe. Como antídoto al coronavirus propone el “coronafé”, que solo es eficaz para quienes creen firmemente en la palabra de Dios. El propio Bolsonaro llegó a profetiza contra el coronavirus ante un grupo de evangélicos que lo esperaba enfervorizada aclamándolo como “Mesías” a las puertas del palacio presidencial.
La respuesta a la desconfianza hacia la ciencia y al carácter mágico-curativo de la fe al margen de la medicina la ofrece el teólogo y filósofo intercultural Raimon Panikkar en su libro «La religión, el mundo y el cuerpo» (Herder, Barcelona, 2012) cuando afirma:
“Desligada de la medicina, la religión deja de ser […] una fuente de júbilo […]; se torna una fuerza alienante, que, raramente, puede refugiarse en el ‘negocio’ de salvar almas no encarnadas o en la espera de un cielo proyectado en un futuro lineal, pero que pierde valor terrenal e incluso su raison d’ être, puesto que ya no puede salvar al ser humano real de carne y hueso […] una especie de medicina para otro mundo, al precio de ignorar este de aquí” (p. 111)
Y concluye Panikkar: “La religión sin medicina no es religión, se deshumaniza, se torna cruel y aliena a los seres humanos de su propia vida en esta tierra. La religión sin medicina se vuelve patológica”. (p. 112).
El Dios de Bolsonaro -conocido también como BolsoNero- exige el sacrificio de seres humanos, un sacrificio selectivo de las personas, clases sociales y sectores más vulnerables de la población brasileña, de las comunidades afrodescendientes e indígenas. Esto se ha puesto de manifiesto durante la pandemia con la muerte de en torno a 600.000 personas, en su mayoría de los sectores y clases populares, que han sido sacrificadas con la excusa de salvar la economía. ¡La economía por encima de la vida!
El obispo, profeta, místico y poeta Pedro Casaldáliga responde, con su vida y las causas que defendió -más importantes que su vida-, al cristoneofascismo de Bolsonaro con la propuesta de un cristianismo liberador, desevangelizador y descolonizador, del que él fue uno de los símbolos más luminosos.
La inversión no puede ser más necrófila. Es la más inhumana aplicación de la teoría de la necropolítica, expuesta por el científico político camerunés Achille Mbembe, según la cual los poderes deciden quién debe morir y quién puede vivir, y de la cultura del descarte del Papa Francisco, según la cual “los excluidos no son ‘explotados’, sino ‘desechos’, ‘sobrantes’ (La alegría del Evangelio, n. 53).
El dios de Bolsonaro es, en fin, un dios ecocida que exige sacrificar la naturaleza, sobre todo con la destrucción de la selva amazónica, sin reparar que la naturaleza es la fuente de la vida, y Dios es dador de vida. El dios de Bolsonaro está emparentado con los ídolos de muerte del cristoneofascismo.
El obispo, profeta, místico y poeta Pedro Casaldáliga responde, con su vida y las causas que defendió -más importantes que su vida-, al cristoneofascismo de Bolsonaro con la propuesta de un cristianismo liberador, desevangelizador y descolonizador, del que él fue uno de los símbolos más luminosos. Propone, asimismo, como alternativa al dios necrófilo y sacrificial del actual -y esperemos que por muy poco tiempo-presidente de Brasil- el Dios Padre y Madre, “el Dios de todos los nombres”, que «en el vientre de María de Nazaret se hizo ser humano y en el taller de José se hizo clase”.
Juan José Tamayo. Profesor emérito de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de La Internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye? (Icaria, Barcelona, 2022, 3ª ed.) y Pedro Casaldáliga. Larga camina da con los pobres de la tierra (Herder, Barcelona, 2020)
En Brasil, los asesinatos por conflictos en el campo crecieron un 75% en 2021, un aumento que refleja «el abandono y acción deliberada contra la vida de las personas» del Gobierno del presidente Jair Bolsonaro. La denuncia ha sido hecha por la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), vinculada al Episcopado brasileño, en la presentación de su informe anual, Cuaderno de Conflictos en el Campo 2021.
La Tierra Indígena Yanomami (TIY) ha sido uno de los territorios más duramente afectados por la violencia de los garimpeiros, buscadores de oro clandestinos, en Brasil. Reconocida en 1992, la TIY es la mayor de Brasil en extensión, con 9,6 millones de hectáreas (3 veces el tamaño de toda Cataluña). En ella viven los indígenas Yanomami y los Ye’kwana. También hay constancia de la presencia de ocho grupos de indígenas aislados en la selva, uno de ellos conocido como el pueblo indígena Moxihatëtëa. Desde 2012, la actividad clandestina de extracción minera está en expansión acelerada en el país y está teniendo un impacto significativo sobre la Amazonia.
Durante el 2020, el Centro de Documentación de la CPT – Don Tomás Balduino registró 9 muertes a consecuencia de conflictos del campo, la mayor parte dentro del estado de Amazonas (6). En 2021 fueron registradas 109 muertes a consecuencia de conflictos, lo que significa aumento de 1.110%.
Del total, 101 muertes fueron registradas dentro del estado de Roraima. Todas indígenas Yanomamis. Todas causadas por acciones de buscadores de oro clandestinos. Desde 2020, la Asociación Hutukara alerta a las autoridades de los riesgos de la escalada de violencia en las regiones de la TIY donde la extracción minera ilegal, el garimpo, ha avanzado más. Según datos obtenidos por el Sistema de Vigilancia de la Minería Ilegal dentro de la TIY, el cauce del río Uraricoera es la región más afectada por esta actividad, concentrando un 45% de toda el área degradada por la minería ilegal dentro del territorio indígena yanomani.
Brasil cerró el 2021 con 1937 rescatados de la esclavitud, la suma más alta desde el 2013. Sérgio Carvalho/MTE
Violencia contra las personas: aumento del 75% en los asesinatos
En 2021, datos de la Comissión Pastoral de la Tierra evidencian que la violencia contra personas fue brutal. Sólo en los estados que conforman la Amazonia Legal se registraron 28 asesinatos, el 80% del total en todo Brasil. La actuación de “pistoleros por encargo” y de las llamadas “agromilicias”, así como de agentes públicos, ocasionó 35 asesinatos por conflictos en el campo en Brasil, durante el año 2021. De este total, 33 eran hombres y dos eran mujeres.
Durante este período hubo todavía 27 tentativas de asesinato y 132 amenazas de muerte. También fueron registradas 75 agresiones físicas con varios heridos, inúmeras intimidaciones y humillantes intentos de subyugación, con 13 registros de tortura practicadas principalmente por agentes privados de grandes propiedades, terratenientes, fazendeiros.
En total, 100 campesinos fueron presos en 2021, con aumento de 45% de prisiones respecto al año anterior.
Cinco persones LGBTI+ son victimas de violencia en el campo
Los datos de violencia contra las personas, divulgadas en la publicación Conflictos en el Campo Brasil 2021, presentan, por primera vez, informaciones sobre la orientación sexual y la expresión de género de las víctimas de la violencia en el campo. En 2021, cinco personas LGBTI+ del campo fueron víctimas de violencia, conforme consta en los datos publicados en el informe. Dichas violencias son: humillación y prisión; asesinato; intimidación y tortura.
En el mayor rescate de 2021, Souza Paiol fue considerado responsable de mantener 116 trabajadores esclavizados en la cosecha de paja para sus cigarrillos (Foto: Grupo de Inspección Móvil Especial/Divulgación)
Trabajo esclavo: mayor número de rescatados des del 2013
En 2021, la fiscalía del trabajo brasileña rescató de la situación de esclavitud a 1.726 personas, el mayor número desde 2013. Un aumento de 113% en relación a la cifra de 2020. Fueron 169 casos de trabajo esclavo en ambiente rural el 2021, aumento de 76% en relación al año anterior. Siendo el estado de Minas Gerais el que lidera la lista, con 51 casos y 757 personas rescatadas. Enseguida viene el estado del Pará, con 27 casos, y el de Goiás con 17.
Del total de rescatados de esta práctica criminal, 64 eran niños y adolescentes, lo que corresponde a un aumento del 121% respecto al año anterior. Las regiones Sudeste y Centro-Oeste concentraron el mayor número de menores de edad esclavizados, 19 cada una.
Estas dos regiones es donde se detectaron también más casos de trabajo esclavo: en la región Sudeste fueron registrados 59 casos y 919 rescatados, mientras que en el Centro-Oeste fueron 37 casos y 415 rescatados en 2021.
Aumentan los intentos de destrucción de las condiciones de existencia de los pueblos del campo
Durante el 2021 hubo 2.143 familias desalojadas judicialmente, más del 12% respecto al año 2020. Del mismo modo hubo un aumento del 18% de la cantidad de familias expulsadas violentamente de sus tierras. El número pasó de 469, en 2020, a 555, en 2021.
Más de 71 millones de hectáreas estuvieron o todavía están en conflicto. Las tierras indígenas constituyen la mayoría abrumadora de estas tierras que sufren intrusiones con violencia y agresivos saqueos, correspondiendo al 81% de las áreas en situación de tensión social y conflicto. Los llamados sin-tierra constituyen la segunda categoría de identidad con más áreas bajo cruenta presión y conflicto, seguidos por los “posseiros”.
El alto porcentaje de negros entre los esclavos rescatados es un síntoma de la realidad que viven los negros todavía hoy en Brasil (Fotografía: Sergio Carvalho – Subsecretario de Inspección de Trabajo del Ministerio de Economía)
Por lo que respecta a los datos sobre el número de familias implicadas en conflictos por tierra en los últimos diez años, salta a la vista el espectacular aumento de la cantidad de familias que han tenido sus tierras invadidas desde el inicio del actual gobierno (2019-2021): nada menos que 206% más en relación al 2018.
En la Amazonia se han registrado el 64,5% de las amenazas de expulsión, el 63% de las contaminaciones por agrotóxicos, el 78% de la deforestación ilegal, el 87% de las expulsiones, el 81% de las grillagens (acaparamiento ilegal de tierras), el 82% de las invasiones, el 69% de los registros de sicarios y pistoleros, el 73% de las omisiones/connivencias del Estado y el 70% de violaciones de las condiciones de existencia.
Resistencia
Las acciones de ocupación y recuperación de tierras tuvieron también un aumento expresivo en 2021. En total, estas acciones de resistencia pasaron de 29 a 2020, a 50 a lo largo de 2021, un aumento de 72%, y de 1.391 familias al 2020, hasta 4.761 familias que ocuparon y recuperaron tierras en 2021. Un aumento de 242%.
En nuestro libro “Espiritualdad de la liberación”, José María Vigil y yo reconocíamos, ya en la primera línea del primer capitulo, que “espiritualidad” es una palabra infeliz, desmoralizada, por el abuso teórico y práctico con que fue utilizada – aún lo es- como esfera distante de la vida real, como espiritualismo desencarnado y huida de compromiso. Si espiritualidad deriva de “espíritu”, y si espíritu se opone a la materia, al cuerpo, una persona será espiritual cuando viva sin preocuparse de lo que es material ni siquiera de su propio cuerpo, instalándose en etéreas realidades espirituales.
Esta concepción de espíritu y espiritualidad como realidades opuestas a lo material de lo corporal, provienen de la cultura griega. En las culturas indígenas no es así. Y tampoco en el mundo cultural semítico de la Biblia. La palabra de Dios es mucho más integradora.
En esta última década, después de ciertas decepciones, aprendiendo de la historia y por un verdadero proceso de maduración, debemos reconocer, agradecidos al Dios que nos acompaña y a los hermanos y hermanas que dieron por nosotros su sangre, que la “espiritualidad” ya no es una palabra infeliz. Hoy es un horizonte que necesitamos, un clamor que viene de dentro, agua viva para nuestro caminar. Hay una auténtica y profunda sed de espiritualidad en las comunidades eclesiales, en los y las agentes de pastoral, en los y las militantes cristianos, en la juventud más despierta.
Se multiplican los encuentros, las publicaciones, las conferencias, las entidades que estudian, propagan y dinamizan la espiritualidad y, más concretamente, nuestra espiritualidad. Cada día son más las personas que quieren “beber en el propio pozo”.
1. ¿Qué es entonces espiritualidad?
El espíritu de una persona es lo profundo y dinámico de su propio ser: sus motivaciones mayores y últimas, su ideal, su utopía, su pasión, la mística por la cual vive y lucha y con la cual contagia.
“Espíritu” es el sustantivo concreto, y “espiritualidad” es el sustantivo abstracto. En lenguaje común estas dos palabras se usan indistintamente: “Fulano tiene mucho espíritu, tiene una espiritualidad profunda”.
Cuando decimos de alguien que “no tiene espíritu”, queremos afirmar que no tiene pasión, ideal, vida profunda. Es más que una persona es un tronco, es una máquina.
Hay espíritus diferentes, eso sí. Y es preciso distinguir discernir. Según algunos códices, cuando los apóstoles soñaban o actuaban fuera del Reino, Jesús les advertía: “No saben ustedes de que espíritu son” (Lc 9,55). Hay espíritu malo y espíritu bueno. No se habla y escribe sobre “el espíritu del capitalismo”, sobre “espíritu del mercado neoliberal”?.
2. La espiritualidad es patrimonio de todos los seres humanos
Toda persona está animada por una espiritualidad o por otra, porque todo ser humano -cristiano o no, religioso o no- es un ser también fundamentalmente también espiritual. Toda mujer todo hombre son más que simple biología. Y es ese algo más, o mucho más, los que los distingue del simple animal. Las religiones y filosofías designan esa realidad misteriosa, pero real, como “espíritu”. Perder esa dimensión profunda es dejar de ser humano, es embrutecerse. Paul Tillich habla de esa “dimensión perdida” como de la gran tragedia de nuestro tiempos materialistas y consumistas.
3. ¿Toda espiritualidad es también algo religioso?
Si entendemos la palabra “religión” como una referencia explícita a Dios, habremos de reconocer que hay espiritualidades no religiosas, personas con mucha espiritualidad, con profundos ideales de lucha y de servicio, que son ateas, o agnósticas. “No dudamos en afirmar que pueden existir y que existirán no sólo espiritualidades no cristianas, sino incluso no creyentes”, escribe A.M. Besnard.
Sin embargo, para nosotros, que creemos en Dios como presencia felizmente “inevitable” y animadora de nuestras vidas, agua y luz de todo pensamiento bueno y de toda acción honesta, la espiritualidad sincera, esa radical profundidad humana, es siempre “religiosa”. El gran maestro Orígenes decía que “Dios es aquello que alguien pone por encima de todo”. Y el inquieto Obispo de Hipona, San Agustín, dejó escrito en sus “confesiones” que “Dios me es más íntimo que mi propia intimidad”.
Sin embargo, no es la religiosidad lo que hace la verdad o la mentira de una vida humana, sino la autenticidad de esa misma vida. “En espíritu y verdad quiere ser adorado el Padre”, recordaba Jesús a la samaritana junto al pozo de Jacob (Jn 4,23).
4. Nuestra espiritualidad es cristiana
A la luz de la fe cristiana (hay una fe religiosa quechua, una fe religiosa islámica, una fe religiosa hindú) nosotros descubrimos la presencia de Dios en el cosmos, en la vida humana y en la historia como amor gratuito y salvación precisamente porque Jesús, hijo de Dios e hijo de María de Nazaret, con su palabra, actividad, muerte y resurrección, nos hace entrar vitalmente en ese descubrimiento. A partir de este encuentro de fe, nuestra espiritualidad solo puede ser “religiosa” (como vuelta hacia el Dios vivo, revelado por Jesús) e incluso “cristiana” (como seguimiento del propio Jesús).
El Dios de Jesús es nuestro Dios. Él es la profundidad máxima de nuestra vida.
La causa de Jesús es nuestra causa.
Nuestro vivir es Cristo (Fil 1,21). Él es nuestra pasión y su espíritu es nuestra espiritualidad.
5. Nuestra espiritualidad
Nuestra espiritualidad es nuestra en dos sentidos:
Porque es una espiritualidad personalizada, por que nosotros vivimos consciente y libremente en la condición de personas adultas también en la fe, con la totalidad de nuestro ser humano, en todas las dimensiones de nuestra vida. Yo soy mi espiritualidad. Nadie la vive por mí.
Porque es una espiritualidad explícitamente latinoamericana; y de una manera clara, espiritualidad de la liberación.
Antes de todo es necesario subrayar este aspecto, que oportunamente la modernidad (la post-modernidad también, a su modo) hizo salir a la superficie y que nos libera del gregarismo, del infantilismo, y, finalmente, de una posible, justificada, deserción.
La espiritualidad o es personalizada o no es espiritualidad. O abarca todas las dimensiones de mi ser (alma y cuerpo, pensamiento y voluntad, sexo y fantasía, palabra y acción, interioridad y comunicación, contemplación y lucha, gratuidad y compromiso) o no será mía, no me realizaré en ella, acabará mutilándome.
Dio gusto de ofrecer a los compañeros y compañeras de caminada un esquema de referencias que me ha servido mucho en la vida, después de haber experimentado, en ciertas épocas, de la formación sobre todo, métodos reduccionismo o unilateralidades que nos angustiaban y que reprimían la realización personal y el vuelo del espíritu.
Así como para corregir un formación espiritual dispersa o mutilada, por ser contabilista o por ser dicotómica y unilateral, y para ser la síntesis de la propia existencia (¡ese es el desafío!), debemos pensar la vida así:
Toda nuestra vida es:
una problemática (a partir de la fe, un misterio);
un desafío (a partir de la de, una misión);
un espacio (a partir de la fe, don, gracia); que debemos asumir con ciertas actitudes (generadas por ciertos actos o praxis y, que, a su vez generan praxis);
a través de ciertas mediaciones (psicológicas, sociológicas, políticas, pastorales, evangélicas…);
con vistas a la opción fundamental, que dará sentido, fuerza, alegría y victoria a nuestra vida.
A lo largo de este texto – y espero que, sobretodo, a lo largo de cada una de nuestras vidas-, irá apareciendo mejor lo que estoy queriendo decir cuando hablo de “nuestra” espiritualidad cristiana. El espíritu es el que sabe de eso. Él es quien enseña a quién quiera entrar en su escuela gratuita y amorosa. De mi parte me siento cada vez con menos coraje para dar lecciones de espiritualidad, porque la vida no se enseña. Nadie puede sustituir al Maestro, que es el Espíritu de Dios, ni siquiera el discípulo o discípula, que es el espíritu de cada uno de nosotros.
Puedo indicar donde tropecé, eso sí, y compartir júbilos y descubrimientos; porque también es verdad que, en Cristo, somos un solo cuerpo y que es uno solo el espíritu que nos anima (cf 1 Cor 12,12, s).
En nuestro libro “Espiritualidad de la liberación”, explicamos largamente lo que entendemos por Espíritu/ espíritu / espiritualidad, las diferentes acepciones de esas palabras, la complementariedad con que se debe vivir la espiritualidad “natural” y “latinoamericana” como la espiritualidad “cristiana”, por parte de una persona simultáneamente humana, bautizada y latinoamericana. Con ese fin, nuestro libro está dividido en tres grandes capítulos: I. El Espíritu y la Espiritualidad; II. El Espíritu liberador en nuestra patria grande; III. En el espíritu de Jesucristo liberador.
A los tres capítulos añadimos “las 7 características del pueblo nuevo”, conscientes de que “de mujeres nuevas y de hombres nuevos nace el pueblo nuevo”:
la lucidez crítica;
la contemplación en la caminada;
la libertad de los pobres;
la solidaridad fraterna;
la cruz y la conflictividad;
la insurrección evangélica (la revolución de la Buena Noticia);
la tenaz esperanza pascual.
Y presentamos también las “constantes de la espiritualidad de la liberación”:
la profundidad personal;
el reinocentrismo;
una espiritualidad de lo esencial y universal cristiano;
la ubicación: en la realidad, en la historia, en el lugar , en los pobres, en la política;
la critica;
la praxis;
la integralidad, sin dicotomías y sin reduccionismos.
Con otras palabras, más o menos sinónimas, podríamos también caracterizar la espiritualidad de la liberación como:
cristológica, de la práctica de Jesús, en su seguimiento;
situada, ubicada, política, histórica; “tropezando con el Dios de los pobres” (Leonardo Boff), encontrando a Dios en las prácticas más diarias, más sociales, más comunitarias;
en la cruz de la profecía y del conflicto, asumidos pascualmente;
“entre la gratuidad y la exigencia” (G. Gutiérrez);
siendo contemplativos en la liberación, descodificando el Reino o el Anti- Reino en la realidad, aquí y ahora;
enraizada en nuestras culturas y en nuestra historia;
heredera comprometidamente de la sangre mártir;
proféticamente alternativa al sistema de la muerte y de la exclusión;
en una co-rresponsabilidad eclesial, adulta, libre y serena;
con espíritu ecuménico y macroecuménico;
6. Hoy, aquí
Toda América Latina, que forma parte del tercer mundo, pasa por una hora de mundialización, de neoliberalismo, de post-modernidad. Esta hora tiene, ciertamente, mucho de “poder de las tinieblas”, pero puede tener mucho más si creemos en el espíritu, “caídos del Reino”.
Hay, sin duda, una crisis de estrategia liberadoras “clásicas”, un desconcierto entre los y las militantes, un sentimiento de “sin salida”, de depresión psicosocial. Para muchos discípulos y discípulas, en este atardecer por el camino del seguro, la sensación de hora baja es la misma de los discípulos cabizbajos de Emaús: “Nosotros esperábamos que…” (Lc 24,21). Añádese, para mayor desorientación, esa avalancha de fundamentalismos, exotismos y esoterismos que convulsionan el mundo.
La mundialización se está imponiendo como neoliberal, de sistema único, de mercado total, mercantilizador de la vida humana, idólatra, de una escatología inmediatista en un estúpido “fin de la historia”, inmolador de las mayorías bajo las garras del progreso consumista, privatizador de la sociedad, sin alternativa socializadora posible.
La post-modernidad niega la radicalidad espiritual, el compromiso, la utopía;; substituye la ética por la estética, lo utópico por lo fruitivo; ignora a los pobres y deja de lado la justicia; renuncia a los “grandes relatos”; es narcisista: dicen incluso que pasamos de Prometeo a Narciso. Todo en la vida debe ser ligth, según el instante y el instinto.
Yo mismo vengo alertando, hacia el tiempo, de cara a tres grandes tentaciones que nos acechan en esta hora neoliberal de “noche oscura de los pobres” y de sus aliados y aliadas: la tentación de renunciar a la memoria y a la historia; la tentación de renunciar a la cruz y a la militancia; la tentación de renunciar a la esperanza y a la utopía.
Por nuestra parte, creemos que la mundialización legítima, la otra mundialización, es voluntad del Dios único, destino de la familia humana que es una sola, en una sola casa en la tierra y en los cielos. La intercomunicación, la intersolidaridad, la autoridad plural en la unidad humana, el concierto universal de todos los pueblos, respetados igualmente, complementarios entre si, todas las personas “iguales y diferentes” al mismo tiempo, en la macro-armonnía criatural que Dios soñó.
Creemos también en una legítima modernidad / postmodernidad que potencia la autonomía, subjetividad, libertad, igualdad, sueño lúcido y placentero, fricción del cosmos y de la vida, diario cantar las aguas próximas, en la interioridad, en la familia, en la amistad, en la ciudadanía; la integración de la persona humana en la fiesta de la creación divina.
En la Iglesia de esta hora hemos entrado, hace tiempo, según el teólogo Rahner, en una especie de invierno involucionista, después de la bella primavera abierta por el Concilio Vaticano II. Víctor Codina habla de “miedo e inseguridad en la Iglesia”. Muchos miedos, muchas perplejidades, muchos cortes, muchas irritaciones. El mismo Jubileo del año 2000 -más de lo legítimo para la celebración penitencial y agradecida de nuestra fe y de la historia de nuestra Iglesia- puede convertirse en una evasión, un festival catolicista o cristianista, cuando llegaría a ser el tiempo fuerte de renunciar proféticamente el anti-Reino neoliberal y de anunciar proféticamente el Reino del Dios de la vida de la justicia y de la paz: El porque y para que Dios se hizo en Jesucristo el Dios -tan- plenamente -con nosotros- !
También, hablando de la iglesia podemos cantar, en contrapartida, una letanía de realizaciones esperanzadoras, en la espiritualidad, en la liturgia, en la teología, en la vivencia bíblica; en las comunidades eclesiales, en la vida religiosa e inserta, en las pastorales especificas; en la diversidad de los misterios, en el profetismo de los laicos y laicas, con una creciente presencia conquistadora de la mujer hasta en el altar; en ecumenismo de las bases y de ciertos líderes generosos; en el diálogo inter-religioso o macro-ecuménico; en la presencia y participación de la Iglesia comprometida por la lucha de los derechos humanos, por la ciudadanía, por la ecología, por la tierra, por la salud, por la vivienda, por la educación, por la comunicación.
El obispo mártir de Argentina, Enrique Angelelli, pastor de “tierra adentro”, en el período de plena dictadura militar en su país, proclamaba una esperanza inquebrantable con estas evangélicas palabras:
“Me siento feliz de vivir en la época en la época en que vivo. Todo eso que estamos viviendo es ciertamente lleno de vida. La Iglesia se hace más evangélica, más sencilla, mas misionera, comprometida con su pueblo. Cuando nosotros, los cristianos, limpiamos nuestro rostro sucio y convertimos nuestro corazón de carne en corazón pascual, es la Iglesia la que vive; nuestra Iglesia rejuvenece, camina y se hace más servidora, alabando al Padre de los Cielos. Es ahí donde nuestra Iglesia se hace fuerte con la fuerza del Espíritu Santo. Se hace más libre y no se amarra a intereses que la hagan infiel a su misión. Resplandece mejor como el gran sacramento de Jesucristo entre nosotros”.
También nosotros, como Angelelli, podemos sentirnos felices – él en plena dictadura militar, nosotros en pleno neoliberalismo – siempre que, como él, nos despojemos y nos comprometamos, siempre que cambiemos nuestro corazón de piedra por un “corazón pascual”.
Pedro Casaldáliga Nuestra Espiritualidad
[Puede bajar y/o leer libremente esta obra de Casaldáliga]
Somos las Causas que asumimos, las que vivimos, por las que luchamos, y por las que estamos dispuestos a morir. Yo soy yo y mis causas. Mi vida valdrá lo que mis Causas valgan.
América Latina es el Continente más consciente de su comunitaria identidad. Por su unidad histórico-militante, de sangre y utopía, de muerte y esperanza, ella puede hablar colectivamente de unas Causas propias.
Y esas Causas, en cuanto latinoamericanas y en cuanto asumidas como desafío existencial y como proceso político, entrañan tres constantes, tan utópicas como necesarias, y complementarias entre sí:
a) la opción por los pobres, opción por el pueblo;
b) la liberación integral;
c) la solidaridad fraterna.
Cuatro son las grandes Causas de la Patria Grande que esta Agenda privilegia, por creerlas fundamentales en la contextura social y espiritual de esta su «hora».
1. Las culturas raíz y testimonio
Perseguidas y hasta prohibidas; marginadas y hasta masacradas. La cultura indígena, la cultura negra, la cultura mestiza, la cultura migrante. Cada una de ellas con su especificidad; más o menos conflictiva, según los tiempos y las latitudes.
Hoy, las cuatro -esqueleto y carne, sangre y piel de Nuestra América- se ven enfrentadas con esa niveladora «cultura adveniente», que niega las identidades, prohibe la alteridad y sojuzga neocolonizadoramente.
Las cuatro defienden su autoctonía. Y, para sobrevivir y, particularmente, para contribuir con su originalidad, deben hacer alianza fraterna y defenderse de los nuevos invasores, como una sola América plural. India, negra, mestiza, migrante, sea cada vez más ella misma, esta Nuestra América singular.
2. Lo popular alternativo
El socialismo latinoamericano, la democracia integral, la civilización de la pobreza compartida pero militante, la lucha por los derechos humanos y por las transformaciones sociales juntamente con la gratuidad y la fiesta.
Muerto «el socialismo real», ¡viva el socialismo utópico! ¡viva la democracia popular! y que se vaya muriendo la democracia neoliberal que se considera única salida de la sociedad humana y «fin de la historia».
Lo popular, y por ser popular, «alternativo» -diferente de lo que se nos da, contrario a lo que se nos impone, creativo frente al fatalismo rutinario-, es el programa más realista y el desafío histórico más eficaz para los Pueblos latinoamericanos; para sus líderes y políticos, para sus partidos y sindicatos, para las Iglesias que quieran ser latinoamericanamente cristianas y para ese nuevo sujeto emergente colectivo que es el Movimiento Popular.
3. La Mujer
Ella, ni menos ni más. Secularmente marginada, en casi todas las culturas; también, cómo no, en esta machista América Latina que, de por sí, es más Matria que Patria
Grande, Abia Yala -tierra virgen madre en constante fecundidad-.
Las mujeres, todas las mujeres -también las negras, también, y las indias, también, y las pobres y las utilizadas y las sometidas- se están poniendo en pie de conciencia colectiva y organizada, y son, con mucha frecuencia, soporte y mayor a en las diferentes esferas del movimiento popular. Y lo serán cada vez más. Y no sólo en la praxis sino también en el pensamiento; no sólo en la militancia, sino también en el liderazgo. Y los hombres y la Sociedad y la Iglesia habrán de reconocer y respetar y dialogar, porque ya la mujer latinoamericana se reconoce altivamente, exige el respeto de la igualdad y dialoga a altura fraterna. Ni quiere los privilegios ñoños de cierto feminismo primermundista, ni aceptará fácilmente que la Sociedad o la Iglesia sigan declarando como dogma de fe la presencia y la acción de la mujer en un segundo plano sometido.
4. La ecología integral
La comunión armoniosa con la Naturaleza, madre y esposa, hábitat y vehículo. Una ecología contemplativa al mismo tiempo que funcional. Sin las distancias interesadas con que fácilmente el Primer Mundo defiende la ecología lejana… En intersolidaridad ecológica, de los diferentes Pueblos del Continente, de los Continentes entre sí y hasta en la cotidianidad del vecindario.
Herencia ancestral de los Pueblos indígenas que tan bien han sabido amar y respetar la Naturaleza, América Latina puede y debe dar al mundo esta lección actualísima de la ecología integral. Ni queremos la Tierra como un museo intocable, ni aceptamos la técnica, la industria, el mercado como la ley y el futuro omnipotentes. El primer elemento esencial para nuestra ecología es el propio ser humano, la especie viva más amenazada de extinción por la ambición de la propia especie.
Nosotros mismos queremos ser ecología consciente, convivencia pacífica, tierra cultivada y soñada utopía.
Si América Latina es nuestra Causa, estas grandes Causas de la Patria Grande, habrán de ser, diariamente, nuestras grandes Causas a lo largo del año 1993, que sigue al 1992 famoso. La vivencia entusiasmada, la defensa militante y la diaria utopía de esas cuatro grandes Causas nos posibilitará vivir otros 500 años, pero muy «otros»…; quinientos y miles… Y seremos
mañana el ayer mártir ya florecido, «y seremos millones»…
Así, desde nuestra alteridad asumida y respetada, podremos dar la contribución específica que de nosotros espera el único Mundo Humano, ya sin primero ni tercero.
Y esa convivencia de América Latina con los otros Pueblos de la Tierra Humana se irá pareciendo cada vez más al Reino de Dios.
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