En el año 2005, el mundo fue testigo de un evento muy significativo para la Iglesia Católica: el Cardenal Ratzinger fue elegido como el nuevo Papa. En ese contexto, la reconocida emisora Cadena Ser contactó a Pedro Casaldáliga en São Félix do Araguaia para obtener sus reflexiones.
En esta valiosa entrevista, Pedro Casaldáliga, con su característica lucidez y profundidad, analiza el significado del nombramiento de Ratzinger y los desafíos que la Iglesia enfrenta. Su voz, resonante y certera, ofrece una visión crítica sobre cómo las instituciones de gran envergadura, como la Iglesia, solamente pueden experimentar cambios significativos cuando emergen presiones genuinas desde su base.
Las palabras de Pedro Casaldáliga nos invitan a la reflexión pausada y al análisis introspectivo. En tiempos donde las instituciones enfrentan transformaciones y adaptaciones, sus conceptos cobran relevancia. La observación de que los cambios profundos requieren una presión constante desde las bases nos hace considerar el papel crucial de la comunidad y la conciencia colectiva en la evolución de las estructuras institucionales.
Te invitamos a escuchar con detenimiento esta entrevista emblemática, donde Pedro Casaldáliga comparte su visión clara y estimulante. Sus palabras nos ofrecen no solo una perspectiva histórica, sino también un recordatorio atemporal sobre la importancia de la participación activa y la promoción del cambio desde abajo. En un mundo en constante evolución, estas ideas resuenan con una relevancia perdurable.
Escuchemos y reflexionemos sobre las lecciones que nos dejó Pedro Casaldáliga, quien a través de su compromiso y sabiduría, nos inspira a ser agentes de transformación y a considerar cómo nuestras acciones individuales pueden impactar en las instituciones y en la sociedad en su conjunto.
La «Missa dos Quilombos» fue celebrada el 20 de noviembre de 1981 en la ciudad de Recife (PE), para más de 8 mil personas. Es considerada una expresión artística y religiosa que busca honrar la lucha y la resistencia del pueblo negro en Brasil.
La Missa dos Quilombos combina elementos de la tradición católica con ritmos y melodías afrobrasileñas, creando una fusión única de música sacra y folclor. La obra se inspira en la historia y la cultura de los «quilombos», que eran comunidades de personas negras fugitivas que buscaban la libertad y la autonomía durante la época de la esclavitud en Brasil.
La Missa dos Quilombos representa un homenaje a la cultura negra, una celebración de la resistencia y un recordatorio de la importancia de la justicia social y la inclusión en la sociedad brasileña y más allá.
En el nombre de Dios supuestamente blanco y colonizador, que naciones cristianas han adorado como si fuese el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, millones de negros fueron sometidos, durante siglos, a la esclavitud, a la desesperación y a la muerte. En Brasil, en América, en la madre África, en el Mundo.
Deportados, como «piezas” de la ancestral Aruanda, colmaron de mano de obra barata los cañaverales y las minas y colmaron los poblados de individuos sin cultura, clandestinos, inviables. (Colman todavía de subgente -para los blancos señores y las blancas damas y la ley de los blancos- las cocinas, los muelles, los burdeles, las favelas, los arrabales, las prisiones).
Para escándalo de muchos fariseos y para alivio de muchos arrepentidos, la Misa de los Quilombos confiesa, delante de Dios y de la Historia, esta máxima culpa cristiana.
Pero un día, una noche, surgieron los Quilombos, y entre todos ellos, el Sinaí Negro de Palmares, y nació, de Palmares, el Moisés Negro, Zumbi. Y la libertad imposible y la identidad prohibida florecieron, «en el nombre del Dios de todos los nombres”, «que hace toda carne, la negra y la blanca, rojas en la sangre”.
Venidos «del fondo de la tierra”, «de la carne del flagelo”, «del exilio de la vida”, los Negros decidieron forzar «los nuevos Albores” y reconquistar Palmares y regresar a Aruanda.
Y estando ahí, de pie, quebrando los muchos grillos en casa, en la calle, en el trabajo, en la iglesia, fulgurantemente negros al sol de la Lucha y de la Esperanza.
Poster del CD que se gravó posteriormente con la música de la Missa dos Quilombos
Para escándalo de muchos fariseos y para alivio de muchos arrepentidos, la Misa de los Quilombos confiesa, delante de Dios y de la Historia, esta máxima culpa cristiana.
En la música del negro minero Milton y de sus cantores y músicos, ofrece al único Señor «el trabajo, las luchas, el martirio del Pueblo Negro de todos los tiempos y lugares”.
Como toda verdadera Misa, la Misa de los Quilombos es pascual.
Y garantiza al Pueblo negro la Paz conquistada de la Liberación. Por los ríos de la sangre negra, derramada en el mundo. Por la sangre del Hombre “sin figura humana” sacrificado por los poderes del Imperio y del Templo, pero resucitado de la Ignominia de la Muerte por el Espíritu de Dios, su Padre.
Como toda verdadera Misa, la Misa de los Quilombos es pascual: celebra la Muerte y la Resurrección del Pueblo Negro, en la Muerte y Resurrección de Cristo.
Pedro Tierra y yo, ya empeñamos nuestra palabra, airadamente fraterna, con la Causa de los Pueblos indígenas, con la “Misa de la Tierra sin males”; y empeñamos ahora la misma palabra con la Causa del Pueblo Negro, con esta Misa de los Quilombos.
Ha llegado el momento de cantar el Quilombo que está viniendo: estamos en el momento de celebrar la Misa de los Quilombos, en rebelde esperanza, con todos “los Negros de África, los Afros de América, los Negros del Mundo, en Alianza con todos los pobres de la Tierra”.
Pedro Casaldáliga. Presentación de la Misa de los Quilombos, 1982
«Conocí a Pedro Casaldáliga en 1970, cuando, con otros tres compañeros, llegamos a São Félix do Araguaia para trabajar en el Gimnasio Estadual de Araguaia». De esta forma comienza este relato de Eunice Dias de Paula, que llegó a la Prelatura de Pedro Casaldáliga con poco más de 20 años y que ha permanecido más de 40 años junto al Pueblo Indígena Apyãwa.
Doctora en Letras y Linguística por la Universidad Federal de Goiás, su opción de vida en la Prelatura de Casaldáliga ha sido fundamental para la valorización, la enseñanza y el uso de la lengua indígena de los Apyãwa (Tapirapé).
Conocí a Pedro Casaldáliga en 1970, cuando, con otros tres compañeros, llegamos a São Félix do Araguaia para trabajar en el Gimnasio Estadual de Araguaia. Esta escuela fue construida por Pedro y su equipo, para atender necesidades educativas urgentes, ya que el analfabetismo predominaba en la región en ese momento. Fuimos yo y otros tres compañeros, jóvenes que habían dejado el seminario claretiano, para comenzar una experiencia que marcaría nuestras vidas. Viviríamos aislados de los grandes centros urbanos e insertados entre una población de culturas ribereñas e indígenas.
Este sistema se rompió con la llegada de latifundios que (…) comenzaron a construir cercas en grandes áreas y a desalojar a los residentes que allí vivían. Incluso se produjo la deportación masiva de algunos pueblos indígenas, como los A’uwẽ Xavante y varios pueblos del Parque Indígena Xingu, para dejar vía libre a los invasores.
El sistema de ordenamiento territorial de laregión antes de la llegada de los claretianos Pedro Casaldáliga y Manoel Luzón, en 1968, tenía cierta similitud con lo observado entre los pueblos indígenas. Los “sertanejos” (campesinos aislados) que habían venido sobre todo de otros estados del Nordeste brasileño, se instalaron en tierras que pertenecían a los pueblos originarios. Siguiendo el curso de los ríos, fueron ocupando poco a poco el espacio sin molestarse en trazar los límites de la propiedad. La mayoría estaban formados por «vaqueros» que criaban ganado en áreas comunes, desprovistas de cercas y que mantenían una fuerte relación de ayuda mutua. Este sistema se rompió con la llegada de latifundiosque, provistos de documentos legales o falsos que acreditaban su propiedad, comenzaron a construir cercas en grandes áreas y a desalojar a los residentes que allí vivían. Incluso se produjo la deportación masiva de algunos pueblos indígenas, como los A’uwẽ Xavante y varios pueblos del Parque Indígena Xingu, para dejar vía libre a los invasores.
Pedro Casaldáliga con la autora de este texto, Eunice, su marido Luiz y su hijo André al poco tiempo de llegar a la comunidad indígena Apyãwa.
Ante este enfrentamiento entre fuerzas desproporcionadas, dado que el latifundio contaba con abundante financiación y un fuerte apoyo del gobierno militar dictatorial, Pedro asumió desde el comienzo una postura: Inmediatamente se puso del lado de los más débiles, de los indígenas, de los migrantes, de los habitantes que empezaban a formar núcleos urbanos y de los peones que fueron traídos de lejos para ser explotados en un régimen de trabajo esclavo en las fincas que se estaban estableciendo.
Hoy en día, es común escuchar a antiguos vecinos de la Prelatura decir: si no fuera por Dom Pedro y la Prelatura, este lugar nuestro ya no existiría. Testimonios como este nos dan una dimensión de lo que Casaldáliga y la Prelatura representaron y representan para esta región del interior de Brasil.
Poco a poco Casaldáliga fue constituyendo su equipo y pronto se convirtió en un punto de apoyo para la gente de la región. Realizaron mejoras en la educación, con la creación del Gimnasio del Estado del Araguaia; mejoraron la atención sanitaria, con la llegada de las enfermeras religiosas; apoyaron a las familias del campo para enfrentar a los grandes terratenientes que llegaban amenazando con expulsar a los habitantes de la región. Hoy en día, es común escuchar a antiguos vecinos de la Prelatura decir: si no fuera por Dom Pedro y la Prelatura, este lugar nuestro ya no existiría. Testimonios como este dan una dimensión de lo que Don Pedro y la Prelatura representaron y representan para esta región del interior de Brasil.
¿Porque Pedro fue un profeta?
Pedro, sin duda, fue un profeta. El profetismo de Pedro se revela por dos lados: en el anuncio de la Buena Nueva a los pobres, a través de los gestos concretos y el testimonio de su vida, simple y austera, y, por otro lado, en la denuncia constante de los actos practicados por los perseguidores de la gente que vivía en la Prelatura.
Las denuncias se hicieron a través de documentos pioneros en la historia de la lucha por la tierra en Brasil como “Esclavitud y Feudalismo en el Norte de Mato Grosso”, redactado incluso antes de su consagración como obispo, y la Carta Pastoral “Una Iglesia en la Amazonía en conflicto con el latifundio y la marginación social”. En la introducción del primer documento, Pedro afirma:
“Escribo esto por deber de conciencia, como imperativo de la más elemental justicia cristiana. En los últimos meses la tragedia ha estallado en tales términos que ya no puede ser silenciada”.
Portada del documento original “Uma Igreja da Amazônia…” que Casaldáliga publicó el mismo día de su consagración episcopal y sacudió Brasil.
La denuncia, para Pedro, parte de la fidelidad al Evangelio, de los preceptos cristianos que abogan por una vida en plenitud para todos. En la Carta Pastoral (1971, p. 40) afirma:
“No podemos aceptar la dicotomía entre evangelización y promoción humana, porque creemos en Cristo, como Señor resucitado que libera a todo el hombre y al mundo entero y nos salva en plenitud: progresiva y dolorosamente aquí en la tierra, definitivamente y con gloria en el cielo”.
Ver a las personas esclavizadas por el latifundio, expuestas a condiciones inhumanas, provocó una profunda indignación en Pedro, expresada también en varios de sus poemas, como en la Confesión del Latifundio:
Por onde passei,
plantei a cerca farpada,
plantei a queimada.
Por onde passei,
plantei a morte matada.
Por onde passei,
matei a tribo calada,
a roça suada,
a terra esperada…
Por onde passei,
tendo tudo em lei,
eu plantei o nada.
La forma de vida de Pedro también fue una proclamación profética. Su casa sencilla, como las demás casas de la región, no recuerda en modo alguno a un “palacio episcopal”. Las puertas están siempre abiertas, acogiendo desde campesionos e indígenas hasta magistrados, políticos, periodistas que lo buscaron. Pedro recibía calurosamente a todos, dejando inmediatamente cualquier trabajo que estuviera haciendo y dedicando toda la atención a quienes lo visitaban.
A los que le decían que sería mejor viajar en avión y evitar estos inconvenientes, Pedro respondía con una sonrisa diciéndoles “en bus se pierde en tiempo, pero se gana en gente”.
Sus viajes siempre los hacía en autobús, lo que le llevaba muchos días en la carretera. En tiempo lluvioso, sobre todo, la carreteras de tierra embarradas provocaban retrasos considerables. A los que le decían que sería mejor viajar en avión y evitar estos inconvenientes, Pedro respondía con una sonrisa diciéndoles “en bus se pierde en tiempo, pero se gana en gente”. Pedro hablaba con los pasajeros todo el tiempo durante el viaje, les preguntaba sobre sus familias, sobre su salud, sobre el trabajo que estaban haciendo. El viaje se convertía en una verdadera visita pastoral.
Pedro Casaldáliga en un viaje por la región del Araguaia (más grande que todo Portugal) en caminón.
El profetismo de Pedro también se manifestó en la experiencia de una Iglesia – Pueblo de Dios, que presupone relaciones horizontales más que jerárquicas. Incluso cuando recibió la invitación para asumir el episcopado, reflexionó con los miembros del equipo pastoral y con su amigo Don Tomás Balduino, si convenía aceptarlo o no. Todos los equipos se reunían 3 veces al año: primero, en una reunión de estudio y programación, denominada “Bolão”, en la que se disponían las sillas en círculo y todos los temas se discutían juntos; segundo, en un Retiro, un tiempo de oración, y luego en una Asamblea Popular, en la que se tomaban importantes decisiones sobre la Prelatura junto con representantes de todas las comunidades. En una de estas Asambleas se elaboró el Manual de la Prelatura que, en su objetivo, incluye las palabras pronunciadas por un campesino:
“Siguiendo a Jesucristo y en fraterna comunión con toda la Iglesia, el objetivo general de nuestra Iglesia de São Félix do Araguaia es vivir y anunciar la Buena Nueva del Evangelio con alegría, humildad y pasión, acoger el Reino de Dios y contribuir aquí en la Tierra en la esperanza del Reino Definitivo”.
Los equipos mixtos, formados por sacerdotes, laicos y religiosas, son otro ejemplo de horizontalidad en la experiencia del servicio al Reino. Las mujeres ejercían la diaconía siempre que era necesario.
¡Es de esta experiencia profundamente evangélica de donde nace el testimonio y el grito profético de Don Pedro Casaldáliga, este hombre sencillo, humilde, frágil, santo que lleva en su poesía y en sus inspiradas palabras la voz, la historia y vida de los pobres de esta tierra!
La solidaridad con otros países de América Latina, la Pátria Grande, también muestra la profunda comunión de Pedro con los desposeídos de nuestro continente. Pedro realizó varias visitas a países centroamericanos que sufrían en las luchas por la liberación. El asesinato de Don Óscar Romero, con quien tenía una fuerte amistad y compromiso con las causas de los pobres, le dejó conmocionado profundamente.
Debido a esta alianza con los empobrecidos, Pedro sufrió muchas amenazas de muerte y persecución por parte de distintos órdenes. Los terratenientes incluso presionaron al Nuncio Apostólico para que lo expulsara de Brasil.
En una actitud acorde con toda su vida, Pedro vivió pobre entre los pobres hasta el final de su vida y fue enterrado en el cementerio de los peones y los indios Karajá a orillas del río Araguaia, como había pedido en vida.
¡Es de esta experiencia profundamente evangélica de donde nace el testimonio y el grito profético de Don Pedro Casaldàliga, este hombre sencillo, humilde, frágil, santo que lleva en su poesía y en sus inspiradas palabras la voz, la historia y vida de los pobres de esta tierra!
Pedro Casaldáliga, obispo y teólogo de profunda convicción, se destacó como un incansable luchador por los derechos humanos. Su legado es una fuente inagotable de inspiración para todos aquellos que buscan construir un mundo más justo y solidario.
Casaldáliga dedicó su vida a defender a los más vulnerables, dando voz a los marginados y denunciando las injusticias sociales.
Su espíritu solidario y su compromiso con la justicia resonaron en cada acción que emprendió. No toleraba el silencio ante las violaciones de derechos humanos ni las desigualdades que azotan a tantas personas en nuestro mundo.
Casaldáliga nos enseñó que no debemos conformarnos con una sociedad injusta. Nos animó a actuar, a levantar nuestras voces y a extender nuestras manos hacia aquellos que más lo necesitan.
«Opten por la militancia social y política, también. Si nuestra fe; nuestra opción por el Reino no se traduce en praxis social y política, entonces nos quedaremos a mitad de camino.»
Pedro Casaldáliga
Su legado nos inspira a ser agentes de cambio, a trabajar incansablemente por un mundo más justo y equitativo. Nos recuerda que cada uno de nosotros tiene el poder de marcar la diferencia en la vida de los demás y nos animó incansablemente a participar de las comunidades y grupos comprometidos con las Causas de la Vida.
Pedro insistía en la necesidad de «luchar», de hacer política en nuestro día a día. No estuvo «simplemente» junto a los más pobres, sinó que se posicionó y se puso de su lado y contra los opresores.
La teología de la liberación ha dicho, y es verdad, que nuestro problema principal no es el ateísmo, es la idolatría del consumismo, del lucro… Por eso digo siempre, y lo dicen otros muchos, que el capitalismo no tiene salvación, no se puede bautizar el capitalismo. Si es capitalismo, es el lucro, la acumulación, el privilegio, la marginación y el dinero por encima de la persona humana, la negación incluso de la propias patrias por causa de las multinacionales y transnacionales.
Pedro Casaldáliga
Sigamos su ejemplo, participemos activamente en las luchas por la liberación, levantemos nuestra voz contra la injusticia social y demostremos solidaridad con quienes están marginados. Como él siempre decía: «con la paz militante del Reino».
¡No dejemos que el fuego interior del compromiso se apague!
El funeral como un encuentro para honrar su memoria y celebrar su legado
Cada mes de agosto, al recordar su resurrección («Si Cristo resucitó, también nosotros resucitamos, es la certeza, lisa y rotunda, de nuestra fe cristiana.»), el legado de Pedro Casaldáliga brilla con una luz aún más intensa. Su partida dejó un vacío inmenso en nuestros corazones, pero también nos inspira a seguir su ejemplo de amor, valentía y compromiso con la Justicia.
El funeral de Pedro Casaldáliga fue un homenaje póstumo lleno de emoción y gratitud. Sus palabras llenas de sabiduría y su incansable lucha por la justicia social nos acompañarán siempre. Su legado perdurará en cada vida que tocó y en cada causa que defendió.
En estos días en que revivimos su despedida, recordemos las enseñanzas de Pedro Casaldáliga: el valor de levantar la voz por aquellos que no pueden hacerlo, la importancia de defender los derechos humanos sin importar las adversidades y la necesidad imperante de construir un mundo más justo y solidario.
Su partida nos recuerda que nuestra existencia tiene un propósito mayor: dejar huella en este mundo, ser agentes del cambio y marcar la diferencia. Sigamos su ejemplo valiente y sincero para convertirnos en mejores seres humanos.
Pedro Casaldáliga vivirá eternamente en nuestros corazones como una llama ardiente que ilumina el camino hacia un futuro más equitativo. En su honor, sigamos trabajando por un mundo donde todos puedan vivir con dignidad y esperanza.
Que el recuerdo de su Pascua sea una despedida emocionante pero también una celebración del impacto positivo que tuvo en nuestras vidas. Honremos su memoria llevando adelante sus ideales con pasión e inspiración.
¡Adelante! Sigamos caminando juntos hacia un mundo mejor, recordando siempre el legado de Pedro Casaldáliga, un hombre que nos enseñó que cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar el mundo.
Una visita virtual a su tumba: una invitación al compromiso
A la orilla del Río Araguaia, en el “cementerio de los karajá”, bajo un árbol de pequi, está la tumba sencilla de Pedro Casaldáliga, un túmulo de tierra con una cruz de madera y una pequeña lápida con el poema, en portugués, que él mismo escribió como epitafio: Para descansar yo quiero esto: esta cruz de palo lluvia y sol estos siete palmos [de tierra] y la Resurrección.
En este lugar Pedro había hecho muchos entierros de campesinos y peones despojados de todo, prostitutas, indios y suicidas, y también de cuerpos de personas sin identificar. Hay entre los árboles sepulturas sin nombre, acompañando a la suya. Unos metros más allá, el río enorme avanza silencioso, entre Sao Félix y la ilha do Bananal.
En otro poema, decía Casaldáliga:
Que me entierren en el río cerca de una garza blanca. Lo otro ya será mío Y aquel corriente libre que yo, pasando, pedía, será patria recuperada. <…>
A ese río-vida de Casaldáliga y a esa tumba cuna de la resurrección, les invitamos a visitar hoy, en el aniversario de su Pascua:
El 30 de julio de 1968, Pedro Casaldáliga y Manuel Luzón llegaron a São Félix do Araguaia tras más de una semana de viaje en camión. Su objetivo era fundar una misión claretiana en la Amazonia, pero resultó ser la «misión» de sus vidas. Casaldáliga nunca volvió a Cataluña y la tierra roja de Araguaia se convirtió en su tierra. Este es su testimonio.
Fragmento del libro «Yo creo en la justicia y la esperanza», 1975, que puedes encontrar gratis en español en nuestra web, pinchando AQUÍ
El 26 de enero de 1968, Manuel y yo cambiamos los 11 grados bajo cero de Madrid por los 38 grados sobre cero del aeropuerto de Galeão, en Río de Janeiro. Fue un salto al vacío del otro mundo. Por fin obtuve lo que había soñado, pedido y buscado con insistencia todos los días de mi vida vocacional: «las Misiones», un clima heroico para vivir heroicamente -me dijo entonces, ingenuo y terco y, tal vez, fiel.
Fue en julio de 1968. Llegábamos a un mundo sin retorno.
La Misión tenía 150.000 kilómetros cuadrados, de ríos sertoes y floresta, al noroeste del Mato Grosso, dentro de la Amazonia llamada «legal», entre los ríos Araguaia y Xingu, incluida también la Isla do Bananal que es la mayor isla fluvial del mundo. Sin otra «base» eclesiástica que nuestra casa, de 4 por 8, a orillas del Araguaia, maravilloso y turbio. Sin saber nosotros por dónde empezar, sin saber siquiera quién habitaba la región, donde las distancias de toda especie justificaban todas las indecisiones.
La única carretera que existía se estaba abriendo aún, roja y polvorienta, en la selva y descampados que acabábamos de atravesar, y la «onça», materialmente concreta, tenía pleno derecho de cortarnos el camino, delante del camión. No había un solo médico en el área. No había correo, ni luz eléctrica, ni teléfono ni telégrafo. Había 3 jeeps viejos en todo Sao Félix y eran los únicos coches del lugar. La profesora más calificada era una generosa negra, con apenas año y medio de curso elemental, muchas veces embriagada, que ya había dado clases, protegida de los jaguares y de los indios por hombres armados apostados a la puerta de la escuelilla de paja. El día 15 de agosto comenzaba mi Diario:
Una de las primeras imágenes de la llegada de Pedro Casaldáliga y Manuel Luzón al Araguaia, en agosto de 1968
Vimos de cerca la múltiple y abrumadora presencia de enfermedades y muertes en la región. Verminosis, deshidratación, malaria, hepatitis, tétanos umbilical, todo tipo de enfermedades de la piel… Desnutrición, enfermedad crónica.
El 15 de agosto, escribí en mi diario:
«Quizás, escribía, porque aquí voy a necesitar más que nunca el diálogo interior en medio de tantos silencios’… ‘Llegamos a la Misión el día 30 de julio y ya he pensado y sentido y temido y esperado y gozado muchas cosas. De los hombres, de la naturaleza, de Dios…»
abriéndonos paso a ciegas en las listas de «contraindicaciones ». Y pudimos comprobar de cerca la presencia, múltiple, avasalladora, de la enfermedad y de la muerte, en la región. Verminosis, deshidratación, malaria, hepatitis, tétanos umbilical, toda especie de molestias de la piel… Subnutrición, enfermedad crónica. La primera semana de nuestra estancia en Sao Félix murieron cuatro niños y pasaron por casa en cajitas de cartón, como zapatos, camino de aquel cementerio sobre el río en el que posteriormente habríamos de enterrar a tantos niños —cada familia cuenta con tres, cuatro, hijos difuntos—• y a tantos mayores —muertos o matados—, quizás sin caja y hasta sin nombre.
«Escuchan estas gentes —escribía también en el Diario—, sonríen a veces, callan casi siempre. ¿A qué distancia están, mis palabras, de su alma sencilla, elemental, endurecida por el sufrimiento y el abandono? »…«gente de acarreo, llevada y traída por el oleaje de la pobreza, de la soledad, del crimen, propio o ajeno… (¡del colectivo crimen de la injusticia social!)… Gente sencilla, gente que lleva la cruz… Estos son —a pesar de todo lo que se pueda decir en contrario— los pobres del Evangelio.»
Pedro Casaldáliga y Manuel Luzón, con los indios Xavante recién llegados a la Amazonia, agosto de 1968.
Se imponía una revisión total de criterios y de programas. ¿Por dónde empezar? ¿Qué pedía el pueblo? ¿Qué podíamos hacer nosotros? ¿Qué era ser Iglesia allí? Teníamos una iglesiuca de barro y de uralita, a merced de los tornados. Y mucha superstición. Y la vieja costumbre de las «desobrigas» o visitas de cumplimiento pascual que los Padres hacían en los descampados del Norte y Centro Oeste, de donde venían los moradores de la región. Nosotros mismos habríamos de proseguir con esas desobrigas durante el primer año y medio de Misión; para conocer el terreno y el pueblo que nos había tocado en herencia sacerdotal. Aun no creyendo en la eficacia apostólica de esos «cumplimientos » en que se acumulaban ciento y tantos animales, trescientas personas, casamientos al vuelo, bautizos, confesiones, raptos de muchachas, borracheras, facadas, tiros…
Nacer, morir y matar…. eran los derechos básicos, los verbos conjugados con sorprendente naturalidad.
Fue en esas «desobrigas» donde empezamos a sentir el problema de la tierra. Nadie tenía tierra propia. Nadie tenía un futuro asegurado. Todo el mundo era «retirante», emigrante de otras áreas del país ya castigadas por el latifundio. Todos venían bajando, del Nordeste, del Norte, con sus 8 ó 10 hijos a cuestas, buscando las tierras «generales» sin dueño, y atravesaron un día el Araguaia como quien pasa el Mar Rojo en busca de la Tierra Prometida.
Mato Grosso era, aún es, una tierra sin ley. Alguien lo había clasificado como el «estado curral» del país. No encontramos ninguna infraestructura administrativa, ninguna organización laboral, ninguna fiscalización. El Derecho era del más fuerte o del más bruto. El dinero y el 38 se imponían. Nacer, morir, matar, esos sí, eran los derechos básicos, los verbos conjugados con una asombrosa naturalidad.
La sede de la alcaldía de Sao Félix está, aún hoy, a 700 kilómetros de aquí, en Barra de Garcas. A veces parece que no existimos…
Predominaba el analfabetismo. Y la educación de los hijos, como una salida a un soñado futuro diferente al triste destino de los padres, interesaba más al pueblo que el propio derecho de tener tierra y comer. Desde el primer momento de nuestra llegada, nos llovieron las peticiones: íbamos a dar clase, construiríamos colegio, organizaríamos internado, podíamos quedarnos con los hijos ajenos, adoptarlos y educarlos… No se concebía la presencia de unos Padres o de unas Hermanas que no abordasen ese problema.
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