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3 motivos por los que Brasil es el epicentro del Coronavirus

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3 motivos por los que Brasil es el epicentro del Coronavirus

Con 700.000 casos confirmados y más de 36.000 muertos, Brasil ya es el tercer país con más defunciones por Coronavirus del mundo. En la Amazonía, los contagios ya son más de 180.000. ¿Estos son -a nuestro juicio- los motivos que explican esta evolución?

8 de junio de 2020

Las causas de Pedro Casaldáliga

Brasil es el segundo país del mundo con más casos Coronavirus, justo detrás de los Estados Unidos. A pesar de que, por motivos obvios, la incidencia del virus se manifiesta especialmente en las ciudades más densamente pobladas, la elevada cantidad de positivos detectados en el estado de Amazonas, uno de los más aislados y con temperaturas más altas del país, sorprende a las autoridades.

Lo más preocupante, sin embargo, no son sólo los datos absolutos, sinó el hecho de que Brasil es el país del mundo donde la pandemia se está propagando más rápidamente.

¿Qué explica esta evolución por encima de la media mundial?

1. La actitud de su presidente

Desde el inicio de la pandemia, e imitando a Trump, el Predisent Bolsonaro ha puesto en marcha una campaña para minimizar la gravedad de la COVID-19.

Contrario a cualquier medida de aislamiento o confinamiento, el presidente de extrema derecha ha mantenido un discurso basado en que el Coronavirus es una “gripezinha”.

Desde que asumió la presidencia del Brasil al 2019, Bolsonaro se ha caracterizado por sus declaraciones xenófobas, homófobas, contrarias a los Pueblos Indígenas e incluso favorables a la dictadura militar y a la tortura. En su gobierno ya hay más de 3.000 militares ocupando varios cargos de responsabilidad y substituyendo a técnicos, científicos y académicos.

Las ideas extravagantes y provocativas de Bolsonaro han hecho que 2 ministros de sanidad hayan dimitido en menos de 4 meses, en plena pandemia.

La relación es clara: cada vez que Bolsonaro sale en la televisión, en la radio o en los diarios minimizando la gravedad de la pandemia y manifestandose contra el aislamiento, más gente sale a la calle ignorando las medidas de confinamiento que alcaldes y gobernadores intentan implantar.

2. Uno de los países más desiguales del mundo

La família de la Darlete viu a l'Assentament Dom Pedro

Darlete vive al Asentamiento Don Pedro, una extensa comunidad rural aislada, en la que viven otras 400 familias en régimen de usufructo de la tierra. Madre de 7 hijos, sus ingresos dependen de lo que consigue vender a la feria quincenal que se organiza en São Félix do Araguaia: un poco de fruta, verdura y legumbres que lleva hasta la feria en un viaje de 6 horas encima un camión. La familia de Darlete percibe una ayuda del gobierno de 205 reales mensuales, unos 35 euros.

En la comunidad donde vive Darlete, para ir al médico -o al banco, o a correos-, tienen que hacer 3 horas de viaje por una carretera de tierra que en la época de las lluvias se transforma en un barrizal. Allí tampoco tienen servicios básicos como agua corriente o alcantarillado.

En esa situación, para familias como la de Darlete, quedarse a casa es sinónimo de pasar hambre. Salir a la calle y continuar su actividad de subsistencia es la única opción que tienen.

La situación en las grandes ciudades es parecida: el 6% de la población (más de 12 millones de personas) vive en “favelas”, donde la densidad poblacional es muy alta y la renta media no llega a los 100 euros mensuales. La mayoría tampoco tienen servicios como agua, alcantarillado o recogida de basura.

Para todos ellos y ellas, quedarse en casa no es una opción.

3. Un sistema sanitario en ruínas

La mayor parte del sistema sanitario de Brasil es privado. Además, si bien es cierto que existe un sistema público de la salud “universal”, el mismo es muy precario. Un ejemplo: un bebé que nace en el Araguaia tiene 7 veces más probabilidades de morir que si lo hace en España.

Pero, además, el sistema de salud pública no llega en condiciones a una buena parte de la población, sobretodo en áreas rurales y comunidades indígenas. Lo cierto es que, en Brasil una buena parte de la población no tiene ningún tipo de asistencia médica.

Aquí en el Araguaia, una de las regiones más distantes y aisladas, un solo hospital, con 1 único respirador, tiene que atender una área equivalente a toda Cataluña. Además, muchos de los poblados y asentamientos en los que viven centenares de familias están en 3 o 4 horas del médico más próximo.

Además, la adquisición de respiradores o tests de detección se ha visto comprometida por el hecho de que Brasil es uno de los últimos países donde la pandemia ha llegado. El mercado está totalmente saturado después de que el virus haya pasado por Asia, por Europa y esté en plena afectación en los Estados Unidos.

En este contexto, el descontrol de la enfermedad es evidente y, además, es plausible pensar que hay muchísimos más casos que los que nos dicen las cifras oficiales.

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8 de junio de 2020

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Como afirma el obispo Casaldáliga, el periódico Alvorada es «el periódico alternativo más antiguo de Brasil que aún está en circulación». Este año cumple 50 años, renovado, actualizado y con buena salud. Siempre fiel a sus principios comunicativos y de transformación.

17 de mayo de 2020

La obra de Pedro Casaldáliga

En enero de este año, nuestro pequeño periódico “ALVORADA” cumplió 50 años. Fue el primer ‘periódico’ de nuestro Araguaia.

Han sido 50 años contando cómo ha sido el recorrido de nuestra Prelatura, pero sobre todo, registrando la vida y las luchas de las gentes de esta región.

Para celebrar estas bodas de oro, nada mejor que recuperar algo de cómo comenzó esta publicación.

“Correo de amistad”

El primer número de “ALVORADA – Folha” (hoja) de la Prelatura de São Félix, como se llamaba, salió en enero de 1970. Una sola hoja mimeografiada.

Buscábamos un nombre para esta “hoja” y en ese momento llegó a Santa Terezinha el Padre Francisco Jentel, en una canoa que había bautizado como “Alvorada” (amanecer). Su llegada, cortando la superficie del Río Araguaia, inspiró el nombre del primer vehículo de comunicación de esta región.

Portada de la última edição del periódico Alvorada, 1er. trimestre de 2020

En el primer número, se explicaba el objetivo del periódio:

En este momento, “Alvorada” pretende ser:

– correo de la amistad

-programa de renovación

– mensaje del Evangelio.

Una “hoja” de sol y serenidad, en las alegrías de todos, en las necesidades comunes, para el trabajo de mejora al que estamos llamados.

El resto del primer número presentaba el PROGRAMA PASTORAL con las normas e indicaciones para recibir el Bautismo, el Matrimonio y la Primera Comunión y anunciaba la realización de las Campañas Misioneras.

El segundo número está fechado en 29/3/70. “Pascua” y explica que Pedro Casaldáliga había ido al médico en Goiânia (ciudad a 1.200Km de la región), así como la visita del Secretario de Educación del Municipio a São Félix, (São Félix era un distrito de Barra do Garças), la inauguración del Cine Samira, el anuncio de que Luciara tendría un motor de gasóleo para generar luz, algunos matrimonios, el funcionamiento del Gimnasio Estadual del Araguaia, etc.

También contenía un breve comentario sobre el Sacramento del Bautismo y comenzaba a divulgar las partes principales de la Encíclica de Paulo VI “Desarrollo de los Pueblos (Populorum Progressio)” que continuó en los siguientes números.

Una voz que incomodaba

En sus 50 años de existencia, “ALVORADA” fue la voz, casi la única, que denunció la violencia y la arbitrariedad de las autoridades y el latifundio en nuestra región y que estimuló la unión entre los trabajadores.

“ALVORADA”, amada por muchos, odiada por otros, ganó notoriedad nacional, cuando un número falsificado apareció en la pantalla de la cadena Globo, tratando de criminalizar el trabajo de nuestra Iglesia.

“ALVORADA” ha sido objeto de estudio por parte de algunos investigadores interesados en la prensa alternativa.

En 2020, a los 50 años, el periódico “ALVORADA” sigue siendo fiel a sus objetivos y continúa publicando noticias de la comunidad, difundiendo el Evangelio y el camino de la Iglesia en Brasil y en el mundo.

Portada del periódico Alvorada de 1974.

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20 de abril de 2020

Las causas de Pedro Casaldáliga

A los hermanos y hermanas de los movimientos y organizaciones populares.

Queridos amigos:

Con frecuencia recuerdo nuestros encuentros: dos en el Vaticano y uno en Santa Cruz de la Sierra y les confieso que esta «memoria» me hace bien, me acerca a ·ustedes, me hace repensar en tantos diálogos durante esos encuentros y en tantas ilusiones que nacieron y crecieron allí y muchos de ellas se hicieron realidad. Ahora, en medio de esta pandemia, los vuelvo a recordar de modo especial y quiero estarles cerca.

 En estos días de tanta angustia y dificultad, muchos se han referido a la pandemia que sufrimos con metáforas bélicas. Si la lucha contra el COVID es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras. Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo. Ustedes son para mí, como les dije en nuestros encuentros, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos.

 Sé que muchas veces no se los reconoce como es debido porque para este sistema son verdaderamente invisibles. A las periferias no llegan las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado. Tampoco ustedes tienen los recursos para realizar su función. Se los mira con desconfianza por superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico. Muchas veces mastican bronca e impotencia al ver las desigualdades que persisten incluso en momentos donde se acaban todas las excusas para sostener privilegios. Sin embargo, no se encierran en la queja: se arremangan y siguen trabajando por sus familias, por sus barrios, por el bien común. Esta actitud de Ustedes me ayuda, cuestiona y enseña mucho.

Pienso en las personas, sobre todo mujeres, que multiplican el pan en los comedores comunitarios cocinando con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños, pienso en los enfermos, pienso en los ancianos. Nunca aparecen en los grandes medios. Tampoco los campesinos y agricultores familiares que siguen labrando para producir alimentos sanos sin destruir la naturaleza, sin acapararlos ni especular con la necesidad del pueblo. Quiero que sepan que nuestro Padre Celestial los mira, los valora, los reconoce y fortalece en su opción.

 Qué difícil es quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. Qué difícil es para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones. Ustedes están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradezco de corazón. Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad. Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir.

Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. A pesar de ello, siempre tienen que sufrir sus perjuicios. Los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento… y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos.

También quisiera invitarlos a pensar en «el después» porque esta tormenta va a terminar y sus graves consecuencias ya se sienten. Ustedes no son unos improvisados, tiene la cultura, la metodología pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio. Quiero que pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres T que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo. Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro. Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse. Ustedes son constructores indispensables de ese cambio impostergable; es más, ustedes poseen una voz autorizada para testimoniar que esto es posible. Ustedes saben de crisis y privaciones… que con pudor, dignidad, compromiso, esfuerzo y solidaridad logran transformar en promesa de vida para sus familias y comunidades.

Sigan con su lucha y cuídense como hermanos. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los bendiga, los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles esa fuerza que nos mantiene en pie y no defrauda: la esperanza. Por favor, recen por mí que también lo necesito.

 Fraternalmente,

Ciudad del Vaticano, 12 de abril de 2020, Domingo de Pascua.

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Opción por los pobres y espiritualidad

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Opción por los pobres y espiritualidad

La Opción por los Pobres (OP) es sin duda el acontecimiento más importante que ha tenido lugar en las Iglesias cristianas desde la Reforma protestante del siglo XVI. Pero, a nivel personal, qué significa más allá de lo obvio?

7 de abril de 2020

La obra de Pedro Casaldáliga

Opción por los pobres:

la misma espiritualidad cristiana

La OP, en cristiano, es la misma opción por el Reino de Dios en este mundo sojuzgado estructuralmente por el antirreino, en este mundo maltrecho de Dios.

La OP no sólo es un rasgo de la espiritualidad cristiana. Es la misma espiritualidad cristiana, si entendemos que el Reino es la opción de Jesús, porque es la voluntad del Padre. El Reino, visto desde el lado de acá, es desafío, conquista, práctica, respuesta nuestra… Mirado desde el lado de allá -donde ya no habrá ni ricos ni pobres-, el Reino será pura gratuidad, puro don: el Padre acogiéndonos a todos. El Hijo de Dios, el Verbo, para contestar al antirreino que el pecado del mundo venía estableciendo en la tierra de los hijos de Dios, no sólo «se hizo hombre», no sólo se hace humano, sino que se hace también pobre, se hace colonizado, incomprendido, perseguido, prohibido, excluido, excomulgado, condenado, ejecutado, maldito… La OP de Jesús es la kénosis de Cristo. Y la OP es la actitud kenótica de todo cristiano.

Repito: siempre que estemos de acuerdo en que la espiritualidad cristiana es la opción por el Reino: la voluntad del Padre que Jesús anuncia, asume, realiza y sufre, y por la cual, en la cual, para la cual, y desde la cual resucita.

El Pueblo Xavante, que vive en el Araguaia, fue expulsado de su tierra en 1964 por los grandes terratenientes. Hoy, luchan por recuperar plenamente su cultura, tradiciones y modo de vida ancestral. Para saber más, publicamos esa entrada hace un tiempo. Foto: nuestra

Fundamento teológico

Ese es el fundamento teológico de la OP. Pero aún podemos decirlo de otra manera.

La teología cristiana se fundamenta en la palabra, la actitud, la vivencia, la muerte y la resurrección de Jesús. Por eso es teología «cristiana». Cuando hablamos de Jesús, hablamos, o debemos hablar, automáticamente, del Dios de Jesús. Entonces, si ese Dios de Jesús envía a su propio Hijo para reparar el Reino maltrecho, para reanunciarlo, para que la humanidad pueda esperarlo de nuevo, y para que la humanidad colabore, como debe, en su construcción, es evidente que la voluntad de Dios sobre la humanidad es la finalidad de la humanidad. No puede ser otra.

Para nosotros los cristianos, en la actual coyuntura, en la actual contingencia de la humanidad, Dios no opta por la humanidad, Dios opta por los pobres en la humanidad. Contestando a los que en el privilegio, en el lujo, en el consumismo, en la capacidad de esclavizar, de dominar… han negado la condición de hermanos -y por lo mismo la condición de hijos de Dios- a los otros. Contestando a los que han construido en este mundo un antirreino, en este mundo que debería ser ya una realización de su Reino, anticipando en esperanza la plenitud futura.

Por eso, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. La bienaventuranza se realiza en los pobres. Y éste es el fundamento de la OP.

Opción por los pobres:

kénosis y encarnación

Recordemos la palabra de Pablo: él, Cristo Jesús, siendo rico, por nosotros se hizo pobre (Fil 2, 6ss). «Se hizo»: desencarnamos totalmente esa palabra si la pretendemos entender en un sentido sólo espiritual. ¿Qué significa «se hizo»? Es una palabra encarnacional, evidentemente. Supone todo un proceso histórico: su modo de vida, sus conflictos, su ubicación geopolítica, cultural… todo lo que él realmente vivió.

Las implicaciones de esa opción, las exigencias de esa espiritualidad también arrancan del propio seguimiento de Jesús.

Si yo opto por la mayoría de los hijos de Dios, sometidos a una vida de antirreino, prohibidos en su condición de seres humanos -en su condición de hermanos y de hijos-, automáticamente debo, en primer lugar, acercarme a ellos, conocerlos, sentirlos, compadecerme de su situación, conmoverme por su realidad, participar en su propio sufrimiento, en su grito, en su pobreza, en su lucha, en su proceso.

La kénosis, ante todo y sobre todo es la bajada, la entrada, la encarnación… Así pues, una espiritualidad de OP es una espiritualidad encarnacionista en el más puro sentido de la palabra.

Algunos han tenido miedo a la palabra «encarnacionista», como si encarnarse supusiera prescindir de lo histórico, de lo político… El Hijo de Dios no se encarna en las nubes: se encarna en un ser humano, en un pueblo, en una cultura, en una estructura, en una coyuntura…

En el poblado de Novo Santo Antônio, la mayoría de familias sobrevive con menos de 1 euro al día por persona. Mientras, los grandes capitales compran tierras, desmatan y plantan soja para exportar. Foto: nuestra

Opción por los pobres:

espiritualidad profética, revolucionaria y utópica

Supone también, por otra parte, a partir de la opción por el Reino de Dios, a partir del seguimiento de Jesús, la contestación profética, la revuelta profética, la indignación profética frente a esa situación que niega el Reino, que impide a los hermanos ser hermanos, que impide a los hijos ser hijos.

Todos los profetas de Israel, el gran profeta Jesús, las palabras terminantes e indignadas del evangelio… nos iluminan, en el seguimiento de Jesús, esa actitud de profecía, de revuelta, en la medida en que nosotros nos compenetramos con la pobreza de los pobres, maldecimos la pobreza maldita de los pobres. La Cruz de Cristo niega la cruz. Él maldice la cruz precisamente para acabar de una vez con todas las cruces malditas. Por lo menos en su propia persona y en esperanza para todos nosotros.

Esa encarnación, esa compasión, compenetración, ese asumir la miseria, el sufrimiento, la indignación, la revuelta, el proceso de liberación de los pobres, la voluntad de salir del estado en que viven, nos pondrá automáticamente en una postura política -revolucionaria incluso- de transformación radical de una sociedad que no responde a la voluntad de Dios, al proyecto del Reino. Y nos confrontará automáticamente con todas las fuerzas y poderes que sujetan a la mayoría de los hermanos a la miseria, a la dependencia, a la no-vida, a ese mundo que está en el pecado, puesto en el Maligno, como dice Pablo.

No estamos negando, de ningún modo, el pecado personal; al contrario, estamos diciendo que reconocemos los pecados personales acumulados en una estructura de pecado, que es antirreino visible, diario. Las implicaciones políticas de esa postura deben ser tan coyunturales como estructurales, tan diarias como utópicas.

Una verdadera espiritualidad de la OP es una espiritualidad revolucionaria, decimos. Por eso mismo es una espiritualidad utópica. Ese mundo que está ahí no les sirve a los hijos de Dios, no sirve a los hermanos, contradice el Reino de Dios: ¡queremos otro!

Entramos necesariamente en el proceso de transformación de la sociedad, en el proceso de la revolución.

Opción por los porbres y solidaridad

Los teólogos de la liberación han recordado con frecuencia que la misma contemplación, la oración de los espirituales de la liberación se expresa, se traduce -se comprueba sobre todo- en las prácticas no sólo sociales sino en las prácticas explícitamente políticas.

Para que la caridad no se quede en «compasión» distante, o en «benevolencia» intermitente o transitoria, debe ser solidaridad política. Sólo así será verdadera caridad. Sólo así amará al hermano en la realidad en que el hermano vive. Sólo así ayudará al hermano de un modo eficiente. A lo mejor el sacerdote y el levita de la parábola, al pasar al lado del malherido, tuvieron un cierto sentimiento de compasión. No sabemos si le dejaron alguna limosna. Lo importante, lo dramático, lo que les fue condenado, es que no hicieran la acción concreta de transformar la realidad en la que él vivía, la acción concreta de llevar su solidaridad hasta las últimas consecuencias.

Sólo se lleva la solidaridad hasta las últimas consecuencias cuando de parte de uno se hace todo lo posible para que el hermano salga de la situación en que está. El propio Dios no nos habría demostrado que nos amaba si se hubiera quedado en su infinita compasión allá… Tuvimos necesidad de que saliera de su compasión e hiciera el gesto extremo… Por eso digo yo que Jesús es la propia solidaridad de Dios en persona, la solidaridad que va hasta las últimas consecuencias.

En el Asentamiento Don Pedro, a 100Km de São Félix do Araguaia, atendemos a 60 familias que viven en situación de extrema pobreza. Doña Alenira y su marido son unas de las más luchadoras!. Foto: nuestra

Ascética y mística de la opción por los porbres

La ascética y la mística de esa espiritualidad de la OP será, evidentemente, en primer lugar, una actitud de discernimiento, de sensibilidad, de percepción, de crítica, de autocrítica, de descodificación de la realidad, de análisis incluso político de la realidad misma. Será una espiritualidad que ande por el mundo de los pobres, por en medio de las mayorías prohibidas y oprimidas con los ojos abiertos. Hay obispos, sacerdotes visitantes cristianos, personas muy buenas, que vienen del primer mundo: visitan nuestras ciudades, visitan nuestras Iglesias y no descubren a esas inmensas «mayorías» de América Latina, del tercer  mundo,  del  mundo  entero, que  viven realmente prohibidas.  Así pues: los ojos  abiertos a la realidad, la atención al «clamor» de los oprimidos (Medellín y Puebla nos han recordado que el clamor está ahí, y es lamentable que hasta hace poco la Iglesia no ha descubierto que es un clamor colectivo, y que es un clamor estructural, y que cada vez es más estruendoso…).

En segundo lugar, la compasión, la conmoción, la compenetración que debe llevar a la convivencia: estar-en, estar-con, seguir, acompañar a los pobres, asumir sus mismas privaciones, sus riesgos…

Se ha olvidado demasiado el texto mismo de Puebla (1134), que habla de una opción «clara» y «solidaria» por los pobres. «Clara»: diríamos que con una conciencia clara incluso políticamente, para   ser integralmente clara. Y «solidaria». La palabra viene de «in solidum», que significa en bloque con, conjuntamente con. Entonces, una opción por los pobres «solidaria» exige estar con el pobre, convivir  con el pobre, pasarla mal con el pobre, arriesgar con el pobre… y, en todo caso, mudar de lugar social  e incluso de lugar geográfico -en la medida de lo posible- para estar en medio de los pobres.

En tercer lugar supone asumir los procesos  de los  pobres, las decisiones de los pobres,  caminar en su propio caminar, respetando su ritmo, entrando en sus  propias  reivindicaciones.  Podremos optar por los pobres con todo el espíritu crítico necesario, con toda la lucidez de la fe, pero nunca «a distancia». Sólo opta por los pobres aquél que se aproxima a ellos y camina con ellos.

Esto exigirá, necesariamente, una gran capacidad de llevar la cruz, la cruz de la privación de la pobreza, de la renuncia, del riesgo, del silencio a veces, de la conflictividad.

Y al mismo tiempo supondrá una gran capacidad de aguante, de esperanza, en el sentido pleno de la palabra, aquella esperanza de la que hablaba Pablo. Si uno quiere no llegar a la desesperación, a  la pura  indignación sin sentido, sin salida, a la blasfemia diríamos, uno debe llevar en sí  una gran fuerza de esperanza. Pienso que cuanto más cerca se vive de la miseria, del sufrimiento, de la muerte, más la esperanza debe ser expresión cotidiana casi espontánea de nuestras vidas.

Ahí los profetas nos enseñan tanto el anuncio del Dios vivo y verdadero y de sus planes y proyectos, como la denuncia de los ídolos, de los antiproyectos que contradicen el proyecto de Dios, como también la actitud de la consolación: «consolad a mi pueblo» (Is 40, 1).

Es evidente que esa espiritualidad exigirá una gran dosis de oración, de contemplación. Solamente caminando siempre muy al desnudo, muy abiertamente, con el Dios vivo, el Dios y Padre de Jesús, el consolador de los pobres, el «Pater pauperum», Padre de los pobres… se podrá vivir la espiritualidad de la OP con ecuanimidad, dando el testimonio que se debe dar y de un modo constructivo.

Me parece que es muy importante que la OP sepa también leer, celebrar, asumir las expresiones culturales de los pobres. Ese sería un rasgo muy característico: su alegría, su fiesta, la capacidad de hospitalidad, de compartir, la resistencia pasiva en muchas circunstancias, esos largos silencios de los pobres en sus luchas, en  las buenas «tácticas», en su proceso de liberación, en las mismas revoluciones populares, la capacidad que el pobre tiene de agradecer a los propios hermanos y a Dios.

Yo pienso que la Iglesia toda (sería un verdadero error hablar sólo de la Iglesia  del  tercer mundo) no puede tener más misión que la misión misma de Jesús -y ésa es la OP-: «el Espíritu del  Señor está sobre mí para…». Es decir, en la medida en que el Espíritu del Señor esté sobre nosotros, dentro de nosotros, ese «para» se hará realidad: anunciaremos la buena noticia a los pobres, ayudaremos a liberar a los cautivos, proclamaremos el año de gracia, que es la versión incluso temporal, histórica y hasta política y económica del Reino… en la expectativa, claro está de la plenitud del Reino.

La ascética y la mística de esa espiritualidad de la OP será, evidentemente, en primer lugar, una actitud de discernimiento, de sensibilidad, de percepción, de crítica, de autocrítica, de descodificación de la realidad, de análisis incluso político de la realidad misma. Será una espiritualidad que ande por el mundo de los pobres, por en medio de las mayorías prohibidas y oprimidas con los ojos abiertos. Hay obispos, sacerdotes visitantes cristianos, personas muy buenas, que vienen del primer mundo: visitan nuestras ciudades, visitan nuestras Iglesias y no descubren a esas inmensas «mayorías» de América Latina, del tercer  mundo,  del  mundo  entero, que  viven realmente prohibidas.  Así pues: los ojos  abiertos a la realidad, la atención al «clamor» de los oprimidos (Medellín y Puebla nos han recordado que el clamor está ahí, y es lamentable que hasta hace poco la Iglesia no ha descubierto que es un clamor colectivo, y que es un clamor estructural, y que cada vez es más estruendoso…).

En segundo lugar, la compasión, la conmoción, la compenetración que debe llevar a la convivencia: estar-en, estar-con, seguir, acompañar a los pobres, asumir sus mismas privaciones, sus riesgos…

Se ha olvidado demasiado el texto mismo de Puebla (1134), que habla de una opción «clara» y «solidaria» por los pobres. «Clara»: diríamos que con una conciencia clara incluso políticamente, para   ser integralmente clara. Y «solidaria». La palabra viene de «in solidum», que significa en bloque con, conjuntamente con. Entonces, una opción por los pobres «solidaria» exige estar con el pobre, convivir  con el pobre, pasarla mal con el pobre, arriesgar con el pobre… y, en todo caso, mudar de lugar social  e incluso de lugar geográfico -en la medida de lo posible- para estar en medio de los pobres.

En tercer lugar supone asumir los procesos  de los  pobres, las decisiones de los pobres, caminar en su propio caminar, respetando su ritmo, entrando en sus propias reivindicaciones.  Podremos optar por los pobres con todo el espíritu crítico necesario, con toda la lucidez de la fe, pero nunca «a distancia». Sólo opta por los pobres aquél que se aproxima a ellos y camina con ellos.

Esto exigirá, necesariamente, una gran capacidad de llevar la cruz, la cruz de la privación de la pobreza, de la renuncia, del riesgo, del silencio a veces, de la conflictividad.

Y al mismo tiempo supondrá una gran capacidad de aguante, de esperanza, en el sentido pleno de la palabra, aquella esperanza de la que hablaba Pablo. Si uno quiere no llegar a la desesperación, a la pura  indignación sin sentido, sin salida, a la blasfemia diríamos, uno debe llevar en sí  una gran fuerza de esperanza.

Pienso que cuanto más cerca se vive de la miseria, del sufrimiento, de la muerte, más la esperanza debe ser expresión cotidiana casi espontánea de nuestras vidas. Ahí los profetas nos enseñan tanto el anuncio del Dios vivo y verdadero y de sus planes y proyectos, como la denuncia de los ídolos, de los antiproyectos que contradicen el proyecto de Dios, como también la actitud de la consolación: «consolad a mi pueblo» (Is 40, 1).

Es evidente que esa espiritualidad exigirá una gran dosis de oración, de contemplación. Solamente caminando siempre muy al desnudo, muy abiertamente, con el Dios vivo, el Dios y Padre de Jesús, el consolador de los pobres, el «Pater pauperum», Padre de los pobres… se podrá vivir la espiritualidad de la OP con ecuanimidad, dando el testimonio que se debe dar y de un modo constructivo.

Me parece que es muy importante que la OP sepa también leer, celebrar, asumir las expresiones culturales de los pobres. Ese sería un rasgo muy  característico:  su alegría, su fiesta,  la capacidad de hospitalidad, de compartir, la resistencia pasiva en muchas circunstancias, esos largos silencios de los pobres en sus luchas, en  las buenas «tácticas», en su proceso de liberación, en las mismas revoluciones populares, la capacidad que el pobre tiene de agradecer a los propios hermanos y a Dios.

 Yo pienso que la Iglesia toda (sería un verdadero error hablar sólo de la Iglesia  del  tercer mundo) no puede tener más misión que la misión misma de Jesús -y ésa es la OP-: «el Espíritu del  Señor está sobre mí para…». Es decir, en la medida en que el Espíritu del Señor esté sobre nosotros, dentro de nosotros, ese «para» se hará realidad: anunciaremos la buena noticia a los pobres, ayudaremos a liberar a los cautivos, proclamaremos el año de gracia, que es la versión incluso temporal, histórica y hasta política y económica del Reino… en la expectativa, claro está de la plenitud del Reino.

Iglesia y opción por los porbres

¿Qué sería una Iglesia popular?

 Yo quiero lamentar una vez más que se haya perdido la libertad y hasta la alegría de usar esta expresión. Varias veces se lo he «reclamado» a nuestros teólogos, que por una docilidad explicable en medio de ciertas persecuciones que estos buenos teólogos de América Latina vienen sufriendo,  se vieron obligados a renunciar a una expresión llena de sentido y de legitimidad.

Si decimos «Iglesia jerárquica», con más razón podemos decir «Iglesia popular». Por dos motivos: la Iglesia «tiene» jerarquía, pero «es» pueblo, pueblo de Dios. La jerarquía es minoritaria en la Iglesia, es un servicio a la Iglesia y, a partir de la Iglesia, al mundo. Mientras que el pueblo, ese pueblo de Dios, es la inmensa mayoría.

Por otra parte, hablar de Iglesia popular significa hablar de una «Iglesia en la base», donde están los pobres. Una Iglesia en el lugar donde se puso Jesús. Una Iglesia en el pueblo que se reconoce, que recobra su identidad, que asume su proceso.

Para nosotros, en esta América Latina, hablar de pueblo prácticamente es hablar de pueblo en proceso histórico. Más aún, pueblo en proceso histórico de liberación. En Brasil, por ejemplo, en los encuentros  de  pastoral,  de  teología  o  de  trabajo  popular,  etc.,  distinguimos  normalmente  entre «masa» y «pueblo». Masa, pueblo, comunidad, liderazgo…

Bíblicamente hablando, el pueblo de Dios, «el pueblo que no era pueblo y que  ahora  es pueblo»… «Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios»…

En fin, se trata de una expresión tan hermosa que yo hago votos porque sea recobrada, sin rubores, sin ceder a incomprensiones, que podrán partir de la mejor buena voluntad, pero que ciertamente no parten de lucidez teológica ni de visión comprometida pastoral, y que posiblemente, sin querer, están haciendo el juego a los que no quieren que el pueblo sea pueblo, a los que no quieren que la Iglesia sea pueblo, a los que no quieren que el pueblo se haga Iglesia…

Yo diría algunos sinónimos de Iglesia popular: Iglesia comunitaria, Iglesia participativa, Iglesia realmente inculturada, Iglesia autóctona. Creo que se trata de valores indispensables en la verdadera Iglesia de Jesús.

 -¿Iglesia popular e Iglesia de los pobres serían términos semejantes?

 Iglesia popular sería la Iglesia de los pobres conscientes, que se organizan, en proceso, en fermento de liberación…

 – Dice Leonardo Boff que Iglesia popular no se opone a Iglesia jerárquica, sino a Iglesia  burguesa…

Evidente. Y se opone también a Iglesia clerical, en el sentido peyorativo de  la palabra (una Iglesia clericalizada). La Iglesia popular acaba siendo la Iglesia pueblo de Dios, que opta realmente por los pobres, que se pone en su lugar, que toma partido por ellos, que asume su causa y sus procesos. Una Iglesia también que tira de la jerarquía y del clero, tira de la teología, tira de la liturgia, tira del mismo derecho canónico y les hace bajar en una kénosis histórico-pastoral  al lugar en que realmente se puso Jesús, que es el mismo pueblo.

¿«Iglesia burguesa» sería una contradicción?

 Evidente, evidente.

 – No puede existir una Iglesia burguesa?

Pregunto: ¿cuál sería el real código canónico evangélico de la Iglesia? Y  respondo: el mandamiento nuevo, las bienaventuranzas. En una Iglesia burguesa, Iglesia de privilegio, Iglesia de explotación de las mayorías, Iglesia de expulsión de las mayorías… ¿caben las bienaventuranzas? Una Iglesia burguesa ya no sería la Iglesia de Jesús.

– ¿Es que el bautismo, la conversión, exigirían cambiar de clase?

Pregunto: ¿no es acaso el bautismo un sumergirse en la pascua, en la muerte, en  la resurrección? Ese sumergirse en la muerte de Jesús, evidentemente, ha de ser la muerte del egoísmo, la muerte del privilegio acumulativo y excluidor. Y, en ese sentido, la muerte a una vida burguesa. Una vida burguesa es una vida pecaminosa, estructuralmente pecaminosa.

 – ¿Qué responderías a la objeción de que la Iglesia es para todos, de que está por encima de las opciones políticas?

Respondería que Cristo también vino para todos, y optó por los pobres. Y condenó a los ricos. Y rechazó el privilegio. Y fue sentenciado, torturado, ejecutado y colocado en la cruz por los poderes del latifundio, de la ley, del imperio.

No es posible pensar que el Evangelio sea para todos por igual. Lo peor que se podría decir del Evangelio es que  el Evangelio es neutro. Yo suelo decir: el Evangelio es para todos, a favor  de  los pobres y contra los ricos. Y me explico.

A favor de los pobres en lo que tienen ellos de pobreza evangélica, y contra la marginación y quizá la desesperación en que les toca vivir. Y contra los ricos: contra la posibilidad, la capacidad que ellos tienen de vivir en un privilegio que expolia a la inmensa mayoría de los hermanos, contra la capacidad de explotar a esos hermanos, contra la insensibilidad en que  ellos viven, contra la idolatría en que ellos están sumidos.

El rico, normalmente hablando, está excluido del Reino de los cielos. Sólo puede entrar en él si deja de ser rico.

Del libro “Sobre la Opción por los Pobres”. Varios autores. Coordinador: José María Vigil.

 

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