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La Semana Santa de Casaldáliga

La Semana Santa de Casaldáliga

MARZO DE 1985

 

Semana Santa. De noche, inmensa, la luna de nisán entre los árboles frondosos de Luciara. Y ráfagas de lluvia y un silencio sobrecogedor. Bancos de peces suben el Araguaia y la pesca se hace, estos días, como un juego fácil. Vamos a celebrar la Cena del Señor.

«Mi presbiterio», disperso, cada sacerdote en medio de sus comunidades, todos lejos. Yo, obispo a pesar de todo, con ellos, con todo ese pueblo de Dios en el campo [sertão]. Cristiano como todos; queriendo serlo. Obispo de todos ellos. Esta es mi heredad en esta patria que me ha asignado el Espíritu.

Aquí, en Luciara, consagré hoy los santos óleos. Digamos que donde está el obispo, allí está su catedral.

Un muchacho, ya hombre, me pregunta en nombre de sus compañeros si “faz mal” jugar a las cartas hoy, en casa, solo para matar el tiempo, en esta total abstinencia de bares, billar y música. Con el pescado de la abstinencia -aquí tan al alcance de la mano- se come también hoy ritualmente la patata dulce y la calabaza, bañadas en leche de coco.

La chiquillería -con las velas y los mosquitos, los charcos y la media luz de las calles- y otros ya menos chicos también tumultúan el viacrucis callejero.

La Vigilia pascual será a orillas del Araguaia. Una alta hoguera debajo de la luna íntegra. El agua del río en un pote karajá y el cirio y las velas, la luz de Cristo y su eucaristía, la nueva Pascua, nuestra Pascua. He llevado la comunión a once enfermos o imposibilitados, ya en el umbral de la paz varios de ellos. Y mañana será «aquel día que el Señor hizo», para siempre.

La soledad y la simplicidad tornan la fe accesible. Y el dolor del mundo hace la Pascua apasionadamente deseable.

En esta pared cruda de nuestra casa misión -las pajas viejas y los murciélagos-, el Cristo de Dalí, como visto desde el Padre, se abalanza, ofrecido, sobre el mundo. Y el mundo es un caos de nubes, quizás de mar, informe creación primera; pero ya rompe en él -reverberos del Día- la luz del Crucificado. Otra luz, quizás la fe, viene del mundo y alarga generosamente el brazo izquierdo de Cristo en una sombra inacabable, como el perdón, como la caridad.

«No basta con dar pan, hay que dar trabajo», reza, en la pared también, un viejo cartel, blanco y azul, de un calendario del MIEC-JECI, al pie de la imagen derrumbada de un hombre en paro. «Tierra es vida», grita aún en el póster central de la casa un cartelillo, ocre y marrón, de la «Semana del Indio de 1984».

A orillas del Araguaia hemos bendecido el fuego nuevo de la Pascua y el agua bautismal. La luna nos ha presidido como un inmenso lucernario. Y en la procesión de velas y cantos y el pote karajá hemos ido a la iglesia para celebrar la eucaristía de la Vigilia mayor. Yo llevaba el cirio pascual, para aprender a ser diácono servidor, quizás. De pronto, una ráfaga de viento ha apagado el cirio y casi todas las velas. Pero a mi lado, como un símbolo evangélico, muy pequeña la niña, seguía ella con su vela encendida, y ha devuelto la luz al obispo y a toda la comunidad.

 

Pedro Casaldáliga, 1985

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Carta abierta al hermano Romero

Carta abierta al hermano Romero

Yo debería estar ahí… y estoy: de alma entera. Esta pequeña Iglesia de São Félix de Araguaia te tiene muy presente, hermano. Estás visible en mi cuarto, en la capilla del patio, en nuestra catedral, en muchas comunidades, en el Santuario de los Mártires de la Caminada Latinoamericana. Hasta cuando cae un mango sobre el tejado me acuerdo del sobresalto que sentías cuando caían los mangos sobre tu retiro del Hospitalito.

El mes de marzo de 1983 yo escribía en mi diario:

“No consigo entender de ningún modo, o lo entiendo demasiado: La fotografía del mártir Monseñor Romero con Juan Pablo II, en unos carteles más que normales para la visita del Papa, ha sido prohibida por la comisión mixta Gobierno-Iglesia de El Salvador. La imagen del mártir duele. Al Gobierno, perseguidor y asesino; y es natural que le duela; que duela a cierta Iglesia… también es natural, tristemente natural”.

De todos modos, nosotros, aquí, en este rincón del Mato Grosso, y muchos cristianos y no cristianos de América y del Mundo, celebraremos otra vez, en ese mes de marzo, el martirio de San Romero, pastor bueno de América Latina.

A nosotros tu imagen nos conforta, nos compromete y nos une; como una versión entrañable del Buen Pastor Jesús.

 

Has resucitado en tu pueblo, que no va a permitir que el imperio y las oligarquías sigan sometiéndolo, ni va a dejarse llevar por los revolucionarios arrepentidos o por los eclesiásticos espiritualizados.

 

Y ahora estamos ahí, millones, de muchos modos, celebrando el jubileo de tu testimonio definitivo, aquella homilía de sangre que nadie hará callar. Tú tienes poder de convocación, un poder macroecuménico de santo de los católicos y de los evangélicos y hasta de los ateos. Estamos ahí celebrando, reparando, asumiendo. Tú eres muy comprometedor; a lo Jesús de Nazaret: ese Jesús histórico que tantas veces se nos difumina en dogmatizaciones helenísticas y en espiritualismos sentimentales, el Jesús Pobre solidario con los pobres, el Crucificado con los crucificados de la Historia.

Tenías razón, y eso queremos celebrar también, con júbilo pascual. Has resucitado en tu pueblo, que no va a permitir que el imperio y las oligarquías sigan sometiéndolo, ni va a dejarse llevar por los revolucionarios arrepentidos o por los eclesiásticos espiritualizados. Y resucitas en ese Pueblo de millones de soñadores y soñadoras que creemos que otro Mundo es posible y que es posible otra Iglesia.

Porque así, como va hoy, Romero hermano, ni el Mundo va, ni va la Iglesia. Continúan las guerras, ahora hasta de prevención; continúa el hambre, el paro, la violencia -del estado o de la turba enloquecida-; continúan las falsas democracias, el falso progreso, los falsos dioses que dominan con el dinero y la comunicación, con las armas y la política.

 

Hemos pasado de la Seguridad Nacional a la seguridad del capital transnacional y de las dictaduras militares a la macro dictadura del imperio neoliberal.

 

Y continúa habiendo mucha Iglesia muda. Hemos pasado de la Seguridad Nacional a la seguridad del capital transnacional y de las dictaduras militares a la macro dictadura del imperio neoliberal.

Son 25 años también de la Conferencia de Puebla. Aquellos rostros, Romero, que son el propio rostro del Jesús “destazado”, se han multiplicado en número y en deformación. Aquellas revoluciones utópicas –hermosas y atolondradas como una adolescencia de la Historia- han sido traicionadas por unos, despreciadas olímpicamente por otros y siguen siendo añoradas de otro modo, más “al suave”, en mayor profundidad personal y comunitaria- por muchas y muchos de los que estamos ahí, contigo, pastor del “acompañamiento”, compañero de llanto y de sangre de los pobres de la Tierra. ¡Cómo necesitamos hoy que enseñes a los pobres a “acuer-parse” en solidaridad, en organización, en terca esperanza!.

Contigo, decía el maestro mártir Ellacuría, “Dios ha pasado por El Salvador”, por todo nuestro mundo. Y el teólogo de frontera José María Vigil ha hecho de ti tres rotundas afirmaciones que son, más que verdades para creer, desafíos de urgencia para asumir:

• “Romero: símbolo máximo de la opción por los pobres y de la teología de la liberación.

Romero: símbolo máximo del conflicto de la opción por los pobres con el Estado.

Romero: símbolo máximo del conflicto de la opción por los pobres con la Iglesia institucional”

No es que tú dejases de ser “institucional” y comportado. Siempre me admiró en ti la alianza de la disciplina con la libertad, de la piedad tradicional con la Teología de la Liberación, de la profecía más arrojada con el perdón más generoso.

Eras un santo haciéndose, en constante proceso de conversión. De ti se ha repetido edificadamente que eras un obispo convertido. Con Dios y con el Pueblo, sin dicotomías. “Yo, decías, tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su Pueblo…”.

 

Tú nos adviertes que “el que se compromete con los pobres tiene que recorrer el mismo destino de los pobres: ser desaparecidos, ser torturados, ser capturados, aparecer cadáveres”.

 

Tu homilía del 23 marzo de 1980, víspera de la oblación total, la titulaste precisamenta así: “La Iglesia al servicio de la liberación personal, comunitaria, trascendente”.

Te recordamos tanto porque te necesitamos, Romero, hermano ejemplar.

Tú nos animas, tú sigues predicándonos la homilía de la liberación integral. Tú sigues gritando “cese la represión”, a todas las fuerzas represivas en la Sociedad, en las Iglesias, en las Religiones. Tú nos adviertes que “el que se compromete con los pobres tiene que recorrer el mismo destino de los pobres: ser desaparecidos, ser torturados, ser capturados, aparecer cadáveres”, y nos recuerdas que, comprometiéndonos con las causas de los pobres, no hacemos más que “predicar el testimonio subversivo de las bienaventuranzas, que le han dado vuelta a todo”.

Confiabas –y no te vamos a defraudar- que “mientras haya injusticia habrá cristianos que la denuncien y que se pongan de parte de sus víctimas”.

Tu sangre, como pedías, es verdaderamente “semilla de libertad”.

Tu recuerdo no es simplemente un anhelo o un culto sagrado que permanece en el aire del incienso. Queremos que sea, lo haremos, un compromiso militante, una pastoral de liberación.

Nuestro teólogo, el teólogo de los mártires, Jon Sobrino, resume la tarea evangelizadora y política que, por fidelidad a tu memoria, el Reino nos exige hoy: afrontar la realidad con la verdad; analizar la realidad y sus causas; trabajar por el cambio estructural; realizar una evangelización madura, liberadora, crítica y autocrítica; edificar la Iglesia como Pueblo de Dios; da esperanza a este pueblo que tanto sufre …

Esta semana de tu jubileo, en San Salvador, acabará siendo un sínodo popular, un encuentro de aspiraciones y compromisos dentro de ese proceso conciliar que estamos viviendo, una gran vigilia pascual en torno a ti y a tantas y tantos testigos fieles, conocidos o anónimos, pero todos luminosos en el Libro de la Vida, seguidores hasta el fin del supremo Testigo Fiel.

 

Seguiremos hablando, hermano Romero. Cada día. Tú acompañándonos, desde la Paz total, por el camino arduo y liberador del Evangelio. Tantas veces nos sentimos como los discípulos de Emaús, defraudados, sin rumbo, porque “pensábamos que…”

 

“Estamos otra vez en pie de testimonio”, te decía yo en el poema aquel. Y estamos de verdad. Somos del gran Foro Social Mundial, con el Evangelio y por el Reino, hacia otro Mundo posible, hacia otra Iglesia –de Iglesias unidas y liberadoras-, hacia otra Patria Grande, Nuestra América del Caribe y del Sur y de la entrañable América Central; con un Norte otro, hermano también por fin, desimperializado.

Nos anuncian la V Conferencia Episcopal Latinoamericana, posiblemente para 2007 y esperamos que sea en América Latina. Ayuda a prepararla, hermano. Haced celestiales horas extras todos los santos y santas de Nuestra América para que esa Conferencia sea un Medellín, y actualizado.

Seguiremos hablando, hermano Romero. Cada día. Tú acompañándonos, desde la Paz total, por el camino arduo y liberador del Evangelio. Tantas veces nos sentimos como los discípulos de Emaús, defraudados, sin rumbo, porque “pensábamos que…”

Tu carta, Romero, que guardamos en nuestro archivo, timbrada como “reliquia”, reza así:

“Querido hermano en el episcopado:

Con profundo afecto le agradezco su fraternal mensaje por la pena de la destrucción de nuestra emisora.

Su calurosa adhesión alienta considerablemente la fidelidad a nuestra misión de continuar siendo expresión de las esperanzas y angustias de los pobres, alegres por correr como Jesús los mismo riesgos, por identificarnos con las causas justas de los desposeídos.

A la luz de la fe, siéntame estrechamente unido en el afecto, en la oración y en el triunfo de la Resurrección.

Oscar A. Romero, Arzobispo”

Tu última palabra escrita, y firmada con sangre, no podía ser más cristiana.

Querido San Romero de América, hermano, pastor, testigo:

Tú vivías y dabas la vida porque creías de verdad en “el triunfo de la Resurrección”. Ayúdanos a creer de verdad en ese triunfo, para vivir y dar la vida como tú, con los pobres de la Tierra, siguiendo al Crucificado Resucitado Jesús.

Pedro Casaldáliga, 24 marzo de 2005

 

[La carta original, en castellano, la pueden bajar libremente en la sección “Cartas y Circulares” de nuestra página: AQUÍ]

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3 razones por las que Brasil es el centro de la COVID19 [actualizado]

3 razones por las que Brasil es el centro de la COVID19 [actualizado]

Con 12 millones de casos confirmados y 300 mil muertes, Brasil ya es el segundo país del mundo más afectado por el Coronavirus. En el Amazonas, hay más de 2,2 millones de infecciones. ¿Cuáles son las razones de esta rápida evolución del COVID-19 en Brasil?

 

Brasil es el tercer país del mundo con más muertes por Coronavirus, sólo por detrás de Estados Unidos. Aunque, obviamente, la incidencia del virus se manifiesta principalmente en las ciudades más pobladas, sorprende el elevado número de casos diagnosticados en la Amazonia, con zonas muy aisladas y altas temperaturas.

 

En los últimos 10 días, más de 15.000 personas han muerto en Brasil a causa del COVID19.

 

Pero lo más preocupante no son sólo los datos absolutos, sino el enorme número de casos que se registran diariamente y el hecho de que las Unidades de Cuidados Intensivos estén, en muchos casos, por encima del 90% de ocupación. En el Araguaia, el sistema de salud está colapsado y hay que esperar una de las 10 vacantes en la Unidad de Cuidados Intensivos que existen en el municipio de Água Boa, responsable de atender un área del tamaño de toda Grecia, con 23 municipios.

¿Qué explica esta evolución por encima de la media mundial?

 

1. La actitud de su presidente

 

Desde que comenzó la pandemia, y a imitación de otros líderes de extrema derecha, el predispuesto Bolsonaro ha lanzado una campaña para minimizar la gravedad del COVID-19 y negar las deficiencias de su política sanitaria.

 

Desde que asumió la presidencia de Brasil en 2019, Bolsonaro se ha caracterizado por sus declaraciones xenófobas y homófobas, en contra de los Pueblos Indígenas e incluso a favor de la dictadura militar y la tortura.

 

Frente a cualquier medida de aislamiento o confinamiento, Bolsonaro mantiene un discurso basado en que el Coronavirus es una «pequeña gripe» y se posiciona en contra de los gobernadores y alcaldes que han intentado aplicar algunas medidas de protección.

Desde que asumió la presidencia de Brasil en 2019, Bolsonaro se ha caracterizado por sus declaraciones xenófobas y homófobas, contra los Pueblos Indígenas e incluso a favor de la dictadura militar y la tortura. En su gobierno hay más de 3.000 militares en distintos puestos de responsabilidad, que están sustituyendo a técnicos, científicos y académicos, diezmando la capacidad de acción pública, la coherencia y el sentido común.

La relación es clara: cada vez que Bolsonaro aparece en la televisión, en la radio o en los periódicos minimizando la gravedad del COVID19 , más gente sale a la calle ignorando las medidas de contención que alcaldes y gobernadores intentan implementar y de las que se queja buena parte de la Sociedad Civil.

 

2. Uno de los países más desiguales del mundo

 

Darlete vive en el Asentamiento «Dom Pedro», una extensa comunidad rural en la que viven 400 familias, creada gracias a la lucha de Casaldáliga contra un gran terrateniente en los años 90. Madre de 7 hijos, sus ingresos dependen exclusivamente de lo que consigue vender en la feria quincenal organizada en São Félix do Araguaia: algunas frutas, verduras y legumbres que lleva al mercado en un viaje de 6 horas en la parte trasera de un camión.

La única ayuda que recibe la familia de Darlete es de menos de 200 reales al mes de Bolsa Família.

 

La família de la Darlete viu a l'Assentament Dom Pedro

La familia de Darlete vive en el asentamiento de Dom Pedro. Reciben menos de 200,00 reales al mes.

 

En la comunidad donde vive Darlete, para ir al médico, al banco o a la oficina de correos, hay que viajar tres horas por un camino de tierra que se convierte en barro en la época de lluvias. Como ella, las otras 400 familias que viven en el Asentamiento Dom Pedro tampoco tienen agua corriente ni alcantarillado. La mayoría de estas familias se dedican a la agricultura o la ganadería de subsistencia.

 

En el asentamiento donde vive Darlete, el médico viene una vez al mes y monta un consultorio improvisado, a menudo al aire libre, para atender a los pacientes de la comunidad. Para cualquier intervención, incluso ambulatoria, hay que ir a São Félix do Araguaia, donde hay un hospital de base. Si necesita ser ingresada en una Unidad de Cuidados Intensivos, Darlete tendrá que viajar 10 horas en autobús.

 

La situación no es mucho mejor en las grandes ciudades: en Brasil, el 6% de la población -más de 12 millones de personas- vive en «favelas», comunidades que crecen alrededor o dentro de las grandes ciudades del país. En estas grandes comunidades, a veces de cientos de miles de personas, la densidad de población es muy alta y la renta media no llega a los 100 euros al mes. Además, a menudo no hay agua corriente, alcantarillado o recogida de basura.

Por eso, tanto en el campo como en las ciudades, en Brasil, quedarse en casa es sinónimo de pasar hambre. Para muchas familias, salir, ir a las ferias y seguir haciendo su trabajo diario es la única opción para sobrevivir.

 

3. Un sistema sanitario precario

 

Gran parte del sistema sanitario de Brasil es privado. Además, aunque es cierto que en los últimos años han mejorado algunos aspectos del sector sanitario público, sigue siendo un sistema muy precario y no llega a gran parte de la población. En la práctica, en Brasil, la mayoría de la población no tiene acceso a una atención médica de calidad.

 

En el Araguaia, un solo hospital, con un único respirador y sin Unidad de Cuidados Intensivos, es responsable de atender un área equivalente a toda Cataluña.

 

En el Araguaia, una de las regiones más remotas y aisladas, un solo hospital, con un único respirador, se encarga de atender un área equivalente a toda Cataluña, y en muchas de las comunidades donde viven cientos de familias es necesario viajar 3 o 4 horas por carretera para llegar al médico más cercano. Los asentamientos donde trabajamos: Dom Pedro, Mãe Maria, Vida Nova I y Vida Nova II y la Tierra Indígena Xavante tienen el hospital más cercano -con equipamiento básico- a 4 horas de camino de tierra.

Pero, además, las Unidades de Cuidados Intensivos están casi al 100% de su capacidad en todo Brasil y en el estado de Mato Grosso, muchas veces, ya se ha superado el 100% de ocupación. Hay una cola para ser tratado por el coronavirus.

En este contexto, la falta de control de la enfermedad es evidente y es plausible pensar que hay muchos más casos de los que indican las cifras oficiales.

 

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Casaldáliga: Teo-poeta de la liberación y espiritualidad contra-hegemónica

Casaldáliga: Teo-poeta de la liberación y espiritualidad contra-hegemónica

Teo-poeta de la liberación e intelectual compasivo

Pedro Casaldáliga fue “poeta de vida y palabra consustanciadas”, como le definiera el poeta y catedrático de Estética en la Universidad de Barcelona José María Valverde, y “teo-poeta de la liberación”, como lo califico yo, creo que certeramente, junto con Rubem Alves y Ernesto Cardenal. Fue esteta de la palabra encarnada, maestro del bien decir, que en él es “ser” “vivir”, y “hacer”. Su poesía no es evasiva, sino que hace pie en la realidad, está transida de indignación y de dolor por la injusticia y el hambre que sufría -y sigue sufriendo- la mayoría de la población mundial.

Era un revolucionario universalista, que creía “en la Internacional de las frentes levantadas, de la voz de igual a igual y de las manos entrelazadas” y acompañó las revoluciones producidas en América Latina, incluso con su presencia física, como en el caso de la Revolución sandinista.

Analizó la realidad con los ojos de los pobres, ojos, que como él dice, “ven con otra luz”. Fue la luz que le llevó a criticar el neoliberalismo, al que calificó de “la gran blasfemia del siglo XXI”. Pero no se quedó en la crítica y la denuncia, sino que en plena era neoliberal fue “obrero de la utopía” de Otro Mundo Posible, en sintonía con la propuesta del Foro Social Mundial, que celebró precisamente siete encuentros en Brasil. Utopía de la liberación, que no consideraba un ideal irrealizable, sino la meta que puede lograrse a través del compromiso por el camino de la “esperanza contra toda esperanza”.

Fue también un profeta de ojos abiertos que despertó las conciencias adormecidas de muchos ciudadanos y ciudadanas conformistas y de cristianos y cristianas que, al decir del escritor francés Georges Bernanos, son “capaces de instalarse cómodamente bajo la cruz de Cristo”. Era un revolucionario universalista, que creía “en la Internacional de las frentes levantadas, de la voz de igual a igual y de las manos entrelazadas” y acompañó las revoluciones producidas en América Latina, incluso con su presencia física, como en el caso de la Revolución sandinista.

Se enfrentó y desnudó a los grandes sistemas de dominación con solas la palabra y la ejemplaridad de vida.

Casaldáliga fungió como intelectual crítico, inconformista y compasivo con las víctimas del colonialismo, el capitalismo, el patriarcado, la aporofobia y la explotación de la Tierra. Fue, sin duda, uno de los más lúcidos intelectuales de América Latina, que ofreció narrativas alternativas a los relatos oficiales del sistema, construyó espacios de con-vivencia y de diálogo simétrico en vez de campos de batalla y monólogos, desestabilizó el (des)orden establecido y revolucionó las mentes instaladas. Fue crítico de todos los poderes: político, religioso, económico, incluidos los poderes ocultos de la “Santa Sede”, hasta tener la osadía de pedir al Papa Juan Pablo II que abandonara el Vaticano y siguiera la senda del Evangelio. Se enfrentó y desnudó a los grandes sistemas de dominación con solas la palabra y la ejemplaridad de vida.

Otras de sus opciones fundamentales fue la ecología, siguiendo al ecologista Francisco de Asís. Junto a su colega y entrañable amigo Tomás Balduino, obispo de Goiás, creó la Comisión Pastoral de la Tierra en la Conferencia Episcopal Brasileña, que apoyó las luchas y reivindicaciones del Movimiento Sin Tierra (MST). Reclamó el derecho de los pueblos originarios, los primeros ecologistas, a su territorio, del que se apropiaron los terratenientes, que los explotan sin mostrar compasión alguna con la tierra ni con sus legítimos moradores. Exigió el reconocimiento de los derechos de la Madre Tierra (Pachamama), que los pueblos originarios consideran sagrada y con la que forman una comunidad eco-humana. La mejor representación simbólica de su conciencia ecológica fue la Misa de la Tierra Sin Males.

Espiritualidad contra-hegemónica

Misionero al servicio de los sectores más vulnerables de la sociedad, místico solidario con los procesos revolucionarios, contemplativo en la liberación, obispo en rebeldía e insurrección evangélica, pastor al servicio del pueblo.

En la esfera religiosa destacó como misionero al servicio de los sectores más vulnerables de la sociedad, místico solidario con los procesos revolucionarios, contemplativo en la liberación, obispo en rebeldía e insurrección evangélica, pastor al servicio del pueblo. Vivió una espiritualidad contra-hegemónica y anti-imperial. “Cristianamente -afirma- la consigna es muy clara (y muy exigente) y Jesús de Nazaret nos la ha dado…: contra la política opresora de cualquier imperio, la política liberadora del Reino. Ese reino del dios vivo, que es de los pobres y de todos aquellos y aquellas que tienen hambre y sed de justicia. Contra la agenda del imperio, la agenda del Reino”. Predicó el Reino de Dios en lucha contra el Imperio y criticó ala Iglesia “cuando no coincide con el Reino”.

Padres y madres de la iglesia Latinoamericana

Casaldáliga siguió la senda de los obispos que José Comblin llama “Padres de la Iglesia de América Latina”, que pusieron en práctica el Pacto de las Catacumbas firmado por cuarenta obispos en la catacumba de Santa Domitila de Roma en noviembre de 1965 durante la cuarta sesión del Concilio Vaticano II, al que luego se adhirieron más de quinientos. Optaron por una Iglesia pobre y de los pobres, denunciaron las dictaduras, fueron perseguidos, pusieron en riesgo sus vidas y algunos fueron asesinados convirtiéndose en mártires, como monseñor Romero, José Gerardi, Angelelli… Fueron sometidos a procesos judiciales, vigilancia policial, investigaciones inquisitoriales por parte de las Congregaciones del Vaticano, sufrieron condenas e incluso fueron destituidos de sus funciones episcopales.

Al final del libro me pregunto si ha habido y sigue habiendo “Madres de la Iglesia de Amerindia” y respondo afirmativamente, si bien no son reconocidas como tales. La falta de reconocimiento es la mejor prueba de la pervivencia del patriarcado incluso en el cristianismo liberador.

“Mis causas son más importantes que mi vida”

Pedro Casaldáliga afirmó en reiteradas ocasiones: “Mis que sus causas son más importantes que mi vida”. Y así fue. En el libro dedico un capítulo extenso a dichas causas entre las que destaco cinco que considero las más importantes:

1) La causa de las comunidades afrodescendientes, indígenas y campesinas, sometidas al colonialismo, racismo y capitalismo salvaje. Su Misa de la Tierra Sin Males es la mejor expresión de su solidaridad e identificación con los pueblos indígenas. Su Misa de los Quilombos constituye el mejor reconocimiento de la dignidad de los pueblos afrodescendientes sometidos a esclavitud desde siglos y todavía hoy, de la defensa de su identidad cultural y religiosa y de sus territorios

2) La causa de las mujeres discriminadas por ser mujeres, por ser pobres, por pertenecer a las clases populares, culturas y etnias originarias, despreciadas y sometidas a violencia por el patriarcado político y religioso hasta llegar a los feminicidios, y por practicar espiritualidades y religiones que no se corresponden con las llamadas “grandes religiones”. Hizo suya la causa de las mujeres campesinas, indígenas, negras, prostitutas, cuya marginación social denunció.

3) La causa de la Tierra, considerada sagrada por las comunidades indígenas, sujeto de derechos y no venal.

4) La causa del diálogo interreligioso, intercultural, e interétnico. No impuso su fe, ni afirmó que la religión cristiana fuera la única verdadera, sino que respetó y compartió las cosmovisiones, espiritualidades y sabidurías de las comunidades originarias, dialogó con ellas sin arrogancia ni complejo de superioridad y sin establecer jerarquías, al tiempo que reconoció a sus deidades.

5) La causa de los mártires, empezando por el protomártir del cristianismo Jesús de Nazaret y siguiendo por el padre Joâo Bosco, asesinado en su presencia por la policía, monseñor Romero, arzobispo profético de San Salvador, a quien declaró santo en el memorable poema “San Romero de América, Pastor y Mártir Nuestro”, y por el martirio colectivo de los “indios crucificados”, sobre el que escribió un dramático y denunciante artículo en la Revista Internacional de Teología Concilium en 1983.

Sus textos, apoyados en la autenticidad de su vida  son, a mi juicio, la mejor respuesta a dicho giro político ultraderechista y constituyen la base para la propuesta de una alternativa de una democracia radical.

Casaldáliga es uno de los símbolos más luminosos del cristianismo liberador en pleno auge de los movimientos religiosos fundamentalistas que están cambiando el mapa religioso y político de América Latina. Se ha convertido en faro iluminador en la oscuridad del presente y en pleno protagonismo de la extrema derecha política a nivel local y global, que está cambiando el mapa político y constituye una amenaza para la democracia. Sus textos, apoyados en la autenticidad de su vida  son, a mi juicio, la mejor respuesta a dicho giro político ultraderechista y constituyen la base para la propuesta de una alternativa de una democracia radical, es decir, participativa, de base y en todos los ámbitos: ético, político, económico, social, laboral, cultural, educativo, ecológico, etc.

Ignacio Ellacuría dijo: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”. Yo me atrevo a afirmar: “Con Pedro Casaldáliga ‘el Dios de todos los nombres’ pasó por Brasil”.

 

Texto de Juan José Tamayo, teólogo.

Fuente: Revista Ameríndia

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Esta es la carta de Casaldáliga al Papa

Esta es la carta de Casaldáliga al Papa

PRELATURA DE SÃO FÉLIX DO ARAGUAIA – MT
CX POSTAL 05
78370 – SÃO FÉLIX DO ARAGUAIA, MT
BRASIL

São Félix do Araguaia.
22 de febrero de 1986
Fiesta de la Cátedra de Pedro.

 

Querido Papa Juan Pablo II,

hermano en Jesucristo y Pastor de nuestra Iglesia:

Hace mucho tiempo que quería escribirle esta carta, y hace mucho tiempo que la estoy pensando y la medito en la oración.

Me gustaría que fuese un coloquio fraterno –en sinceridad humana y con la libertad del Espíritu-, así como también un gesto de servicio de un obispo para con el obispo de Roma, que es Pedro para mi fe, para mi corresponsabilidad eclesial y para mi colegialidad apostólica.

Hace dieciocho años que estoy en Brasil, a donde vine voluntariamente como misionero. Nunca regresé a mi país natal, a España, ni con ocasión de la muerte de mi madre. Nunca he tomado vacaciones en todo este tiempo. No he salido de Brasil en diecisiete años. En estos dieciocho años he vivido y trabajado en el nordeste del Estado de Mato Grosso, como el primer sacerdote que se ha establecido de forma permanente en esta región. Hace quince años que soy obispo de la Prelatura de Sao Félix do Araguaia.

Toda la población en general, dentro de esta Prelatura, ha sido forzada a vivir precariamente, sin servicios adecuados de educación, salud, transporte, vivienda, seguridad jurídica y, sobre todo, sin tierra garantizada para trabajar.

La región de la Prelatura está situada en la Amazonía legal brasileña y abarca un área de 150.000 km2. Todavía hoy no cuenta con un solo palmo de carretera asfaltada. Sólo recientemente fue instalado el servicio telefónico. Frecuentemente la región queda aislada o muy precariamente comunicada a causa de las lluvias e inundaciones que interrumpen las carreteras. Es un área de latifundios, nacionales y multinacionales, con haciendas agropecuarias de centenas de millares de hectáreas, con empleados que viven frecuentemente en régimen de violencia y de semiesclavitud. Acompaño desde hace tiempo la dramática vida de los indígenas, de los «posseiros» (labradores sin título de tierra) y de los peones (braceros del latifundio). Toda la población en general, dentro de la Prelatura, ha sido forzada a vivir precariamente, sin servicios adecuados de educación, salud, transporte, vivienda, seguridad jurídica y, sobre todo, sin tierra garantizada para trabajar.

Bajo la dictadura militar, el Gobierno intentó, por cinco veces, expulsarme del país. Cuatro veces fue cercada toda la Prelatura por operaciones militares de control y de presión. Mi vida y la de varios sacerdotes y agentes de pastoral de la Prelatura ha sido amenazada y puesta a precio públicamente. En varias ocasiones, estos sacerdotes, agentes de pastoral y yo mismo fuimos apresados; torturados varios de ellos también. El Padre Francisco Jentel fue apresado, maltratado, condenado a diez años de prisión, expulsado posteriormente de Brasil muriendo finalmente exiliado, lejos de su país de misión. El archivo de la Prelatura fue violado y saqueado por el Ejército y por la Policía. El boletín de la Prelatura fue editado de forma falsificada por los órganos de represión del régimen y así fue divulgado por la gran prensa, para servir de cargo de acusación contra la misma Prelatura. Todavía en este momento tres agentes de pastoral están sometidos a procesos judiciales bajo acusaciones falsas. Yo personalmente tuve que presenciar muertes violentas, como la del padre Jesuita João Bosco Penido Burnier, asesinado junto a mí por la policía, cuando los dos nos presentamos en la Comisaría-Prisión de Riberão Bonito para protestar oficialmente contra las torturas a que estaban siendo sometidas dos mujeres, labradoras, madres de familia, injustamente detenidas.

Dentro de la Iglesia han surgido algunas incomprensiones de hermanos que desconocen la realidad del pueblo y de la pastoral en estas regiones apartadas y violentas donde el pueblo, con frecuencia, cuenta sólo con la voz de la Iglesia que intenta ponerse a su servicio.

A lo largo de todos estos años se han multiplicado las incomprensiones y las calumnias de los grandes propietarios de tierras –ninguno de los cuales vive en la región- y de otros poderosos del país y del exterior. También dentro de la Iglesia han surgido algunas incomprensiones de hermanos que desconocen la realidad del pueblo y de la pastoral en estas regiones apartadas y violentas donde el pueblo, con frecuencia, cuenta sólo con la voz de la Iglesia que intenta ponerse a su servicio.

Además de estos sufrimientos vividos dentro del ámbito de la Prelatura, siendo responsable nacional de la CPT (Comisión Pastoral de la Tierra) y miembro del CIMI (Consejo Indigenista Misionero), me ha tocado acompañar muy de cerca las tribulaciones e incluso la muerte de tantos indígenas, campesinos, agentes de pastoral y de personas comprometidas con la causa de estos hermanos, a quienes la codicia del capital no les permite siquiera sobrevivir. Entre ellos, el indio Marçal, guaraní, que le saludó a usted personalmente en Manaus, en nombre de los pueblos indígenas de Brasil.

El Dios vivo, Padre de Jesús, es quien nos va a juzgar. Déjeme sin embargo abrir mi corazón ante su corazón de hermano y de Pastor. Vivir en estas circunstancias extremas, ser poeta y escribir, mantener contactos con personas y ambientes de la comunicación popular o de frontera (por edad, ideología, alteridad cultural, situación social, o por servicios de emergencia que prestan) puede llevarle a uno a gestos y posturas menos comunes y a veces incómodos para la sociedad establecida.

Como hermano y como Papa que usted es para mí, le ruego que acepte la intención sincera y la voluntad apasionadamente cristiana y eclesial tanto de esta carta como de mis actitudes.

Me siento un poco pequeño y como distante en esta Amazonia brasileña tan diferente, y en esta América Latina, tan convulsionada y frecuentemente incomprendida.

El Padre me ha concedido la gracia de no abandonar nunca la oración, a lo largo de esta vida más o menos agitada. Me ha preservado de tentaciones mayores contra la fe y la vida consagrada, y me ha posibilitado el contar siempre con la fuerza de los hermanos a través de una comunión eclesial rica en encuentros, estudios, ayudas. Ciertamente por eso, creo que no me he apartado del camino de Jesús, y espero, también por ello, seguir hasta el fin por este Camino que es la Verdad y la Vida.

Lamento incomodarlo con la lectura de esta larga carta, cuando tantos servicios y preocupaciones pesan ya sobre usted.

Dos cartas del Cardenal Gantin, Prefecto de la Congregación para los Obispos y una comunicación de la Nunciatura que hace poco recibí, me han llevado finalmente a escribirle esta carta. Esas tres comunicaciones urgían mi visita ad límina, interpelaban aspectos de la pastoral de la Prelatura y censuraban mi ida a América Central.

Me siento un poco pequeño y como distante en esta Amazonia brasileña tan diferente, y en esta América Latina, tan convulsionada y frecuentemente incomprendida.

He creído necesario hacerme preceder por esta carta. Me ha parecido que sólo un contacto sosegadamente personal entre nosotros dos, a través de un escrito pensado y claro, me daría la posibilidad de aproximarme verdaderamente a usted.

La otra forma mayor de encontrarnos ya está garantizada: rezo por usted todos los días, querido hermano Juan Pablo.

Como obispo de la Iglesia Católica, puedo y debo dar a nuestra Iglesia esta contribución: pensar en voz alta mi fe y ejercer, con libertad de familia, el servicio de la colegialidad corresponsable. Callar, dejar correr, con cierto fatalismo, la fuerza de estructuras seculares, sería mucho más cómodo. No pienso sin embargo que fuese más cristiano, ni siquiera más humano.

No tome como impertinencia la alusión que haré a temas, situaciones y prácticas secularmente controvertidas en la Iglesia o incluso contestadas sobre todo hoy, cuando el espíritu crítico y el pluralismo atraviesan también fuertemente la vida eclesiástica. Abordar nuevamente esos asuntos incómodos, hablando con el Papa, significa para mí expresar la corresponsabilidad en relación a la voz de millones de hermanos católicos –de muchos obispos también- y de hermanos no católicos, evangélicos, de otras religiones, humanos. Como obispo de la Iglesia Católica, puedo y debo dar a nuestra Iglesia esta contribución: pensar en voz alta mi fe y ejercer, con libertad de familia, el servicio de la colegialidad corresponsable. Callar, dejar correr, con cierto fatalismo, la fuerza de estructuras seculares, sería mucho más cómodo. No pienso sin embargo que fuese más cristiano, ni siquiera más humano.

Así como hablando, exigiendo reformas, tomando posiciones nuevas, se puede causar »escándalo» a los hermanos que viven en situaciones más tranquilas o menos críticas, también podemos causar «escándalo» a muchos hermanos, situados en otros contextos sociales o culturales, más abiertos a la crítica y deseosos de renovación de la Iglesia –siempre una y «semper renovanda»- cuando callamos o aceptamos la rutina o tomamos medidas unívocas indiscriminadamente.

Sin «conformarse a este mundo», la Iglesia de Jesús, para ser fiel al Evangelio del Reino, debe estar atenta «a los signos de los Tiempos» y de los Lugares y anunciar la Palabra, en un tono cultural o histórico y con un testimonio de vida y de práctica tales, que los hombres y mujeres de cada tiempo y lugar puedan entender esta Palabra y se vean estimulados a aceptarla.

En lo que se refiere al campo social concretamente, no podemos decir con mucha verdad que ya hemos hecho la opción por los pobres. En un primer lugar, porque no compartimos en nuestras vidas y en nuestras instituciones la pobreza real que ellos experimentan.

En lo que se refiere al campo social concretamente, no podemos decir con mucha verdad que ya hemos hecho la opción por los pobres. En un primer lugar, porque no compartimos en nuestras vidas y en nuestras instituciones la pobreza real que ellos experimentan. Y, en segundo lugar, porque no actuamos, frente a la «riqueza de la iniquidad», con aquella libertad y firmeza adoptadas por el Señor. La opción por los pobres, que no excluirá nunca a la persona de los ricos –ya que la salvación es ofrecida a todos y a todos se debe el ministerio de la Iglesia- sí excluye el modo de vida de los ricos, «insulto a la miseria de los pobres», y su sistema de acumulación y privilegio, que necesariamente expolia y margina a la inmensa mayoría de la familia humana, a pueblos y continentes enteros.

No hice la visita ad limina, incluso después de recibir, como otros, una invitación de la Congregación para los obispos que nos recordaba esta práctica. Yo quería y quiero ayudar a la Sede Apostólica a revisar la forma de esa visita. Oigo críticas de parte de muchos obispos que la hacen, pues aún reconociendo que ella propicia un contacto con los Dicasterios romanos y un encuentro cordial con el Papa, se revela incapaz de producir un verdadero intercambio de colegialidad apostólica de los Pastores de las Iglesias Particulares con el Pastor de la Iglesia universal. Se realiza un gran gasto, es establecen contactos, se cumple una tradición. ¿Se cumple sin embargo la Tradición de «videre Petrum» y de ayudarle a Pedro a ver toda la Iglesia? ¿No tendría hoy la Iglesia otros modos más eficaces de intercambiar, de establecer contactos, de evaluar, de expresar la comunión de los Pastores y de sus Iglesias con la Iglesia Universal y más concretamente con el obispo de Roma?

Nunca pretendería suponer en el Papa un conocimiento detallado de las Iglesias Particulares o pedirle a él soluciones concretas para la Pastoral de aquéllas. Para esto estamos los respectivos Pastores, ministros y consejos pastorales de cada Iglesia. Para eso están también las Conferencias Episcopales que, a mi entender y en el de muchos otros, no están siendo debidamente valoradas e incluso están siendo preteridas o injustamente señaladas por ciertas actitudes de algunas instancias de la Curia Romana. Si las Conferencias episcopales no son “teológicas» o «apostólicas», como tales –podrían no existir, sin ellas caminó la Iglesia– tampoco son, en sí mismas, «apostólicas» o «teológicas», las curias, ni siquiera la Curia Romana: Pedro presidió y rigió la Iglesia, de modo diferente, en las diversas épocas.

El Papa tiene necesidad de un cuerpo de auxiliares, como también lo necesitan todos los obispos de la Iglesia, aunque debiera ser siempre más sencillo y participativo. Sin embargo, hermano Juan Pablo, para muchos de nosotros, ciertas estructuras de la Curia no responden al testimonio de simplicidad evangélica y de comunión fraterna que el Señor y el mundo reclaman de nosotros; ni traducen en sus actitudes, a veces centralizadoras e impositivas, una catolicidad verdaderamente universal, ni respetan siempre las exigencias de una corresponsabilidad adulta; ni siquiera, a veces, los derechos básicos de la persona humana o de los diferentes pueblos. Ni faltan, con frecuencia, en sectores de la Curia romana, prejuicios, atención unilateral a las informaciones, o incluso posturas, más o menos inconscientes, de etnocentrismo cultural europeo frente a América Latina, a Africa y a Asia.

No se puede negar que la mujer continúa siendo fuertemente marginada en la Iglesia: en la legislación canónica, en la liturgia, en los ministerios, en la estructura eclesiástica.

Con ánimo objetivo y sereno, no se puede negar que la mujer continúa siendo fuertemente marginada en la Iglesia: en la legislación canónica, en la liturgia, en los ministerios, en la estructura eclesiástica. Para una fe y una comunidad de aquella Buena Noticia que ya no discrimina entre «judío y griego, libre y esclavo, hombre y mujer», esa discriminación de la mujer en la Iglesia nunca podrá ser justificada. Tradiciones culturales masculinizantes que no pueden anular la novedad del Evangelio. explicarán tal vez el pasado; no pueden justificar el presente, ni menos todavía el futuro inmediato.

Otro punto delicado en sí y muy sensible para su corazón, hermano Juan Pablo, es el celibato. Yo, personalmente, nunca he dudado de su valor evangélico y de su necesidad para la plenitud de la vida eclesial, como un carisma de servicio al Reino y como un testimonio de la gloriosa condición futura. Pienso, sin embargo, que no estamos siendo comprensivos ni justos con estos millares de sacerdotes, muchos de ellos en situación dramática, que aceptaron el celibato compulsoriamente, como exigencia, actualmente vinculante, para el ministerio sacerdotal en la Iglesia latina. Posteriormente, a causa de esta exigencia no vitalmente asumida, tuvieron que dejar el ministerio, y no pudieron ya regularizar su vida, ni dentro de la Iglesia ni, a veces, ante la sociedad.

El Colegio Cardenalicio está privilegiado, a veces, con poderes y funciones que difícilmente se conllevan con los derechos anteriores y con las funciones más eclesialmente connaturales del Colegio apostólico de los Obispos como tal.

De las Nunciaturas tengo, yo personalmente, una triste experiencia. Usted conoce mejor que yo la persistente reclamación de Conferencias Espiscopales de obispos, de presbiterios, de grandes sectores de la Iglesia, frente a una institución tan marcadamente diplomática en la sociedad y. con frecuencia, con una actuación paralela a la actuación de los episcopados.

Por más tradicionales que sean los títulos de ‘Santísimo Padre», «Su Santidad»… –así como otros títulos eclesiásticos tales como »Eminentísimo», «Excelentísimo»- resultan evidentemente poco evangélicos e incluso extravagantes humanamente hablando.

Juan Pablo, hermano, permítame todavía una palabra de crítica fraterna al mismo Papa. Por más tradicionales que sean los títulos de ‘Santísimo Padre», «Su Santidad»… –así como otros títulos eclesiásticos tales como »Eminentísimo», «Excelentísimo»- resultan evidentemente poco evangélicos e incluso extravagantes humanamente hablando. «No se hagan llamar padres, o maestros», dice el Señor. Igualmente sería más evangélico -y también más accesible a la sensibilidad actual- simplificar la indumentaria, los gestos, las distancias, dentro de nuestra Iglesia.

Pienso también que sería muy apostólico que usted recabara una evaluación suficientemente libre y participada, sobre sus viajes, tan generosos y hasta heróicos en muchos aspectos, y sin embargo tan contestados -y, a mi entender, no siempre sin motivos-: ¿no son esos viajes conflictivos para el Ecumenismo –testimonio de Jesús pidiendo al Padre que fuésemos uno- para la libertad religiosa en la vida pública pluralista? ¿No exigen esos viajes grandes dispendios económicos por parte de las Iglesias y de los Estados, revistiéndose así de una cierta prepotencia y unos privilegios cívico-políticos con relación a la Iglesia Católica, en la persona del Papa, que se hacen irritantes para otros?

¿Por qué no reexaminar, a la luz de la fe, en favor del Ecumenisno, para dar testimonio al mundo, la condición de Estado con que se presenta el Vaticano, invistiendo a la persona del Papa de una dimensión explícitamente política, que perjudica la libertad y la transparencia de su testimonio de Pastor universal de la Iglesia?

¿Por qué no decidirse, con libertad evangélica y también con realismo, por una profunda renovación de la Curia Romana?

Sé del dolor que le produjo su viaje a Nicaragua. Aún así, me siento en el deber de confiarle la impresión –que otros muchos comparten- de que sus asesores y la actitud de usted mismo no contribuyeron para que ese viaje extremamente crítico, y necesario por otra parte, fuese más feliz y, sobre todo, más evangelizador. Se abrió una herida en el corazón de muchos nicaragüenses y de muchos latinoamericanos, así como Ud. se sintió herido en su corazón.

El año pasado estuve en Nicaragua. Ha sido mi primera salida de Brasil después de diecisiete años de permanencia en este país. Por la amistad que tengo, hace tiempo, con muchos nicaragüenses, por contactos personales o por carta, sentí que debía hacerme presente, como persona humana y como obispo de la Iglesia, en una hora de agresión político-militar gravísima y de profundo sufrimiento interno.

No pretendí sustituir al episcopado local, ni subestimarlo. Creí sin embargo que podía y hasta debía ayudar a aquel pueblo y a aquella Iglesia. Así se lo comuniqué por escrito a los obispos de Nicaragua, tan pronto como llegué. Intenté conversar personalmente con algunos de ellos, pero no fui recibido. La jerarquía nicaragüense está abiertamente de un lado; al otro lado hay millares de cristianos, a los que también se debe la Iglesia.

Pienso sinceramente que nuestra Iglesia –yo me siento Iglesia de Nicaragua también, como cristiano y como obispo de la Iglesia- no está dando oficialmente en aquel sufrido país, y con repercusiones negativas para toda América Central, el Caribe y para toda América Latina, el testimonio que debería dar: condenando la agresión, propugnando la autodeterminación de aquellos pueblos, consolando a las madres de los caídos y celebrando, en la Esperanza, la muerte violenta de tantos hermanos, católicos en su mayor parte.

¿Podrá la Iglesia dejar de dialogar con la Historia? Dialogó con el Imperio romano, con el feudalismo, y dialoga, a gusto, con la burguesía y con el capitalismo, muchas veces acríticamente, según ha tenido que reconocer una posterior evaluación histórica.

¿Sólo con el Socialismo o con el Sandinismo no puede dialogar la Iglesia, críticamente, sí, como críticamente debe dialogar con la realidad humana? ¿Podrá la Iglesia dejar de dialogar con la Historia? Dialogó con el Imperio romano, con el feudalismo, y dialoga, a gusto, con la burguesía y con el capitalismo, muchas veces acríticamente, según ha tenido que reconocer una posterior evaluación histórica. ¿No dialoga con la Administración Reagan? ¿El Imperio norteamericano merece más consideración de la Iglesia que el proceso doloroso con que la pequeña Nicaragua pretende ser ella, por fin, arriesgando y hasta equivocándose, pero siendo ella?

El peligro del comunismo no justificará nuestra omisión o nuestra connivencia con el capitalismo. Esa omisión o connivencia podrán «justificar» dramáticamente, un día, la revuelta, la indiferencia religiosa o hasta el ateísmo de muchos, sobre todo entre los militantes y en las nuevas generaciones. La credibilidad de la Iglesia –y del Evangelio y del propio Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo- depende, en gran parte, de nuestro ministerio, crítico, sí, pero comprometido con la Causa de los pobres y con los procesos de la liberación de los pueblos secularmente dominados por los sucesivos imperios y oligarquías.

Usted, como polaco, está en condiciones muy personales de entender dichos procesos. Su Polonia natal, tan sufrida y fuerte, hermano Juan Pablo, tantas veces invadida y ocupada, privada de su autonomía y amenazada en su fe por imperios vecinos (Prusia, Alemania nazi, Rusia, Imperio Austro-Húngaro) es hermana gemela de América Central y del Caribe, tantas veces ocupados por el Imperio del Norte. Estados Unidos invadió Nicaragua en 1898 y después volvió a ocuparla con sus marines de 1909 a 1933, dejando a continuación una dictadura que duró hasta 1979. Haití estuvo bajo ocupación de 1915 a 1934. Puerto Rico continúa ocupado hoy día, desde 1902. Cuba sufrió varias veces invasiones y ocupaciones, así como los demás países de la región, especialmente Panamá Honduras y la República Dominicana. Más recientemente Granada sufrió la misma suerte. El propio Estados Unidos exporta para estos países sus sectas, que dividen internamente el pueblo y amenazan la fe católica y la fe de otras Iglesias evangélicas… allí establecidas.

Sé también de sus preocupaciones apostólicas respecto de nuestra Teología de la Liberación, de las Comunidades cristianas en los medios populares, de nuestros teólogos, de nuestros encuentros, publicaciones y otras manifestaciones de vitalidad de la Iglesia en América Latina.

Sé también de sus preocupaciones apostólicas respecto de nuestra Teología de la Liberación, de las Comunidades cristianas en los medios populares, de nuestros teólogos, de nuestros encuentros, publicaciones y otras manifestaciones de vitalidad de la Iglesia en América Latina, de otras Iglesias del Tercer Mundo y de algunos sectores de la Iglesia en Europa y en América del Norte. Sería ignorar su misión de Pastor universal el pretender que usted no se enterase e incluso se preocupase con todo este movimiento eclesial, máximo cuando América Latina, concretamente, representa casi la mitad de los miembros de la Iglesia Católica.

De todas formas, una vez más, le pido disculpas para expresarle una palabra sentida respecto al modo como están tratadas por la Curia Romana, nuestra Teología de la Liberación y sus Teólogos, ciertas instituciones eclesiásticas –como la propia CNBB, en determinadas ocasiones- iniciativas de nuestras Iglesias y algunas sufridas comunidades de este Continente, así como sus animadores.

Delante de Dios puedo darle el testimonio de los agentes de pastoral y de las comunidades con que establecí contacto en Nicaragua. Nunca han pretendido ser Iglesia «paralela». No ignoran a la Jerarquía en sus legítimas funciones, y tienen conciencia de que son Iglesia, manifestando una sincera voluntad de permanecer en ella. ¿Por qué no pensar que algunas causas de este tipo de conflictos en la pastoral puedan provenir de la jerarquía también? Nosotros, con frecuencia, los miembros de la jerarquía, no reconocemos de hecho a los laicos como adultos y corresponsables en la Iglesia, o queremos imponer ideologías y estilos personales, exigiendo uniformidad o atrincherándonos en el centralismo.

No quiero crear problemas innecesarios. Quiero ayudar, responsable y colegialmente, a llevar adelante la misión evangelizadora de la Iglesia, particularmente aquí en Brasil y en América Latina.

Acabo de recibir la última carta del Cardenal Gantin, prefecto de la Congregación para los Obispos. En ella el Señor Cardenal, entre otras amonestaciones, me recuerda ahora la visita apostólica que recibí y recibió la Prelatura de Sao Félix do Araguaia en 1977. Quiero simplemente comunicarle a usted que esta visita fue provocada por denuncias o calumnias de un hermano en el episcopado; que el visitador apostólico pasó apenas cuatro días en São Félix, sin visitar ninguna comunidad, aceptando solamente conversar con poquísimas personas y ver el Archivo de la Prelatura, después de que le insistimos en que lo hiciese. Ni él, ni la Nunciatura, ni la Santa Sede, jamás me comunicaron las conclusiones de dicha visita, aún habiéndolo solicitado yo expresamente.

Quiero, finalmente, reafirmarle, querido hermano en Cristo y Papa, la seguridad de mi comunión y la voluntad sincera de proseguir con la Iglesia de Jesús, en el servicio al Reino. Dejo a su criterio de Pedro de nuestra Iglesia, el tomar la decisión que juzgue oportuno sobre mí, obispo también de la Iglesia. No quiero crear problemas innecesarios. Quiero ayudar, responsable y colegialmente, a llevar adelante la misión evangelizadora de la Iglesia, particularmente aquí en Brasil y en América Latina. Porque creo en la perenne actualidad del Evangelio y en la presencia siempre liberadora del Señor Resucitado, quiero creer también en la juventud de su Iglesia.

Si usted lo considera oportuno, puede indicarme una fecha apropiada para que vaya a visitarlo personalmente.

Confío en su oración de hermano y de Pontífice. Dejo en las manos de María, Madre de Jesús, el desafío de esta hora. Le reitero a usted mi comunión de hermano en Jesucristo y, con usted, reafirmo mi condición de servidor de la Iglesia de Jesús.

Con su bendición apostólica,

Pedro Casaldáliga,

obispo de São Félix do Araguaia, MT, Brasil.

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