En una brillante entrevista tras la elección del Papa en 2005, Pedro Casaldáliga analiza los desafíos eclesiásticos y la necesidad de cambios desde la base. Sus reflexiones resaltan la importancia de la presión interna para transformar instituciones. Una inspiradora llamada a la participación y transformación.
Pueblo Xavante: 50 años de genocidio
Pueblo Xavante: 50 años de genocidio
A los 11 años, Damián Paridzané fue trasladado de su casa en un avión de la Fuerza Aérea Brasileña junto con toda su familia y parientes.
Deportado de su tierra natal, Damián pronto se quedó solo, sin familia: su padre y su hermano murieron a causa de una infección de sarampión en el exilio. Su madre fue llevada a otra comunidad.
En 2012, sin embargo, después de muchos años de lucha, Damián, ya con 60 años, logró pisar de nuevo su tierra natal y llevar a su gente con él.
10 de enero de 2020
Las causas de Pedro Casaldáliga
En 1966, aviones de la Fuerza Aérea Brasileña deportaron a los 264 Xavante que vivían en la Tierra Indígena Marãiwatsédé, en esta región del Araguaia, a unos 1.200Km al noroeste de Brasília
Un terrateniente había “comprado” su tierra y en ella instalaría el mayor latifundio de América Latina.
Transportados a más de 400 Km. de la que fue su casa durante siglos, los indígenas fueron recibidos por una epidemia de sarampión que mató a más de 100 personas.
En 1966, cuando yo tenía 11 años, un avión de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) sobrevoló Marãiwatsédé. (…) Este avión aterrizó en nuestra aldea y nos llevó a la aldea de São Marcos. El gobierno aprovechó que no hablábamos portugués y llegó por sorpresa para tomar nuestra tierra.
Cuando nos llevaron en avión, dejamos nuestras pertenencias en la pista. Todos se subieron al avión llorando. Dejamos nuestras ropas y utensilios, ¡lo dejamos todo!
La política de incentivos fiscales para que las grandes empresas fueran para el Amazonas ocasionó la expulsión de millares de indígenas de sus tierras ancestrales. Fuente: Archivo FUNAI
«Lejos de su hogar y con su estructura social debilitada se produjo la fragmentación del grupo por varias Tierras Indígenas Xavante. Los remanentes de Marãiwatséde “siempre han reclamado el regreso a su región, realizando viajes anuales […] para visitar las viejas aldeas y cementerios, además de recolectar semillas y frutas nativas” que no pudieron encontrar en las otras Tierras Indígenas donde se refugiaron», explica el indigenista Marcos Ramires.
La lucha de los Xavante deportados para poder regresar a su territorio continuó durante décadas, hasta que en 2012, después de más de 50 años luchando contra los intereses de políticos y empresarios, recuperaron sus tierras ancestrales.
El origen del conflicto en Araguaia
Cuenta Antonio Canuto en su reciente libro, que «hace poco más de 20 años, cuando empezó a circular la noticia de que los Xavante volverían a sus tierras, en la hacienda Suiá-Missú, muchos en la región fruncian el ceño y decían que eso era palabrería, que nunca habían visto a un Xavante por allí».
La realidad, sin embargo, es que hay registros de los Xavante en el Araguaia desde los años 50, cuando hubo varios contactos entre ellos y algunos no-índios que iban llegando poco a poco a la región.
Los no-índios comenzaron a llegar al Araguaia en los años 50 y, poco a poco, se establecieron los primeros contactos, algunos violentos, con los pueblos indígenas. Fuente: Archivo FUNAI
De hecho, la región del Araguaia comenzó a ser ocupada por no-indios a principios del siglo XX, en una migración espontánea de familias que vinieron del noroeste de Brasil en busca de un pedazo de tierra para vivir.
Como resultado de este movimiento, nació el pueblo de São Félix do Araguaia -…y muchos otros, junto al río. De allí, algunas familias salieron al «campo», es decir, al interior del territorio hasta entonces ocupado sólo por los Xavante», nos explica Marcos Ramires.
Sin embargo, antes de 1960, los encuentros con los Xavante fueron sobretodo de forma ocasional, en medio de la inmensidad de la selva-savana que había en la región. No obstante, sí hay regitros (orales) de encuentros, tanto pacíficos como violentos.
Sin embargo, como afirma Canuto, «La muerte de los campesinos o misioneros siempre ha sido amplificada para subrayar el carácter salvaje y violento de los indígenas. Lo que hicieron a los indígenas, se invisibiliza».
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El detonante: el latifundio más grande de América Latina
La Ley 4.216 de 1963, que extendió a la Amazonía los beneficios fiscales previstos para el Noroeste, inauguró una agresiva política de incentivos gubernamentales para las empresas que tuvieran interés en emprender en aquella región. La idea del gobierno militar era clara: «Enmarcado en un discurso nacionalista, los militares predicaban la unificación del país. Además, era necesario proteger la selva contra la “internacionalización”. Así, por ejemplo, en 1966, el presidente Castelo Branco hablaba de “integrar para no entregar”», explica la BBC.
Pero, en algunos casos, los incentivos llegaron al 100% del valor de los proyectos propuestos por las empresas. La política fue, lógicamente, un éxito…de concentración de tierras y de dispendio de dinero público.
En el Araguaia, bajo este “incentivo” se instalaron -entre otras- las grandes “haciendas” Codeara -protagonista de conflictos violentos en el norte de la región-, con 600.000 hectáreas y Suiá-Missú, que llegó a tener una superfície de 1,5 millones de hectáreas, el equivalente a la provincia de Toledo entera.
Al mismo tiempo, muchos grupos industriales y financieros, tanto nacionales como extranjeros, comenzaron a instalar latifundios en otros estados de la Amazonía brasileña: «en el noreste de Mato Grosso, norte de Goiás y sur de Pará: Anderson Clayton, Goodyear, Nestlé, Mitsubishi, Liquifarm, Bordon, Swift Armour, Camargo Correa, Bradesco, Mappin, Eletrobrás, etc. Además de los grandes agricultores tradicionales del sur que sumaron su espíritu emprendedor a la generosidad de las arcas del Estado», explican Fernando Henrique Cardoso y Geraldo Müller, en 2008.
La empresa Suiá-Missú se instaló en la Tierra Indígena de Marãiwatsédé, a 1.200 Km. al norte de Brasilia, en la Amazonía Legal. En plena área Xavante. Fuente: Agencia Pública
En el contexto de esta (mal)llamada “política de ocupación” de la Amazonía, el empresario de São Paulo Ariosto da Riva compró al Estado de Mato Grosso la zona donde vivían los Xavantes.
Más tarde, se unió a la (todavía hoy muy influente) familia Ometto e instaló en la región la Agropecuária Suiá-Missu, dedicada a la cría extensiva de ganado.
El latifundio fue creado en medio del territorio de Marãiwatsédé y además para su “apertura” en la selva contó con el uso de mano de obra indígena, a cambio de migajas.
La empresa contaba inicialmente con más de 800.000 hectáreas y llegó a ser considerada por algunos como el latifundio más grande de América Latina.
…y los blancos comenzaron a acercarse para robar la tierra. Luego, cada vez más, vinieron. […].
Entonces comenzaron las trampas para quedarse con nuestra tierra.
Eran muy listos.
Pero, como explican Armando Wilson Tafner Junior y Fábio Carlos da Silva, «a medida que el rebaño crecía, aumentaba también la necesidad de nuevos pastos, lo que provocaba un aumento de la superficie deforestada y el estallido de conflictos. Ariosto da Riva, que inicialmente se asoció con los Ometto, pronto se retiró de la empresa y vendió su parte de las tierras al Grupo Ometto debido a los conflictos con los indios.
Estos conflictos terminaron por incomodar también al Grupo Ometto. Ariosto buscó nuevas tierras desocupadas, más al norte en Mato Grosso, donde hoy está el municipio de Alta Floresta.
El Grupo Ometto hizo lo mismo, vendió sus tierras a la empresa Liquifarm Brasil S/A», filial de la italiana Agip Petróleo, en 1970.
Pedro Casaldáliga detalla el conflicto y la situación de los Xavante en su histórica Carta Pastoral de 1971, indicando que se estima que la hacienda Suiá-Missu tenía unas 695.000 hectáreas en los años 70, «una extensión que superaba a la del Distrito Federal (Brasília). Este dato revela la capacidad económica del grupo que controlaba la empresa», explica el Ministerio Público Federal de Brasil.
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La tierra es Xavante
Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente de 1992, celebrada en Río de Janeiro, los Xavante presionaron a las autoridades nacionales e internacionales y al entonces presidente de Agip, Gabriele Cagliari, que se comprometió públicamente a devolver la tierra a los Xavante.
Sin embargo, como informaba en 1993 el periódico italiano La Repubblica: “el sueño de los Xavante, expulsados de sus tierras en 1966, seguía siendo un sueño. Las 168.000 hectáreas de la hacienda Suiá- Missu en Mato Grosso, un año después, siguen siendo propiedad de Agip Petroli”.
El litigio con los Xavante permaneció bajo la inacción del gobierno brasileño durante más de 5 años, hasta que en 1998, la Tierra Indígena Marãiwatsédé fue oficialmente reconocida por el Presidente de la República, Fernando Henrique Cardoso.
El jefe Damião Paridzané, que siempre ha luchado por los derechos de su pueblo, sigue diciendo que los blancos pueden ofrecerles coches, bueyes o combustible, pero que eso pronto se acaba. Sin embargo, la tierra que puede dejar a sus descendientes no pierde su valor y no se acaba en poco tiempo. Fuente: ANSA y OPAN ; Foto: Luís Mena.
La demora del gobierno brasileño para reconocer oficialmente el área y los intereses de los agricultores y políticos de la región condujeron a la invasión masiva de las tierras de los Xavante.
De hecho, la lucha de los indígenas era bien conocida en la región, pero los 6 años que pasaron desde la promesa de devolución (en la ECO-92) hasta el reconocimiento oficial en 1998, incentivaron la invasión del área por parte de los no-indígenas.
Políticos y empresarios de la región, con la complicidad de abogados e incluso de notarios, promovieron una fraudulenta “reforma agraria privada” con la intención de ocupar la zona y obstaculizar el regreso de los Xavante.
La gente que está aquí quiere trabajar, vivir de esta tierra, porque el indio viene aquí y no producirá nada. Si los indios trabajaran, produjeran, entonces de acuerdo, respetaríamos su derecho también, pero ellos se interpondrán en el camino de nuestra región.
El mismo año de 1992, después de que la empresa italiana anunciara que devolvería la tierra a los indígenas, políticos locales, empresarios y abogados animaban a la población a invadir el territorio de los Xavante.
Un ejemplo de ello es esta grabación del 20 de junio de 1992 de una reunión entre invasores y políticos en el área en conflicto, cuyo audio completo ponemos a disposición aquí (en portugués, original):
Este intento de dividir un área que era de los Xavante, sin embargo, se produjo en la lógica de los empresarios: «La división del área, no tuvo lugar de manera equitativa.
Mientras que las grandes propiedades se formaron en tierras consideradas de “buena calidad”, por figuras “importantes” de la región, los bosques y la sabana, situados en regiones cuyas tierras se consideraban malas, fueron asignados y entregados a los pequeños ocupantes ilegales que todavía tendrían que talar mucha vegetación para plantar y criar sus animales», explica Marcos Ramires.
El territorio de Xavante fue ocupado y su vegetación destruida. En la fotografía, hecha por nosotros hace pocos meses, se puede ver claramente el grado de destrucción de un área que era selva. Foto: Liebe Lima / AXA.
Después de tantos años de invasión y de formación de granjas para cría de ganado -grandes, medias y pequeñas, la tierra de Marãiwatsédé -que significa “selva alta” en la lengua Xavante, había perdido el 80% de su vegetación original.
De hecho, esta tendencia ha continuado hasta lso días de hoy, ya que las invasiones e incursiones ilegales han continuado. Como resultado, hasta 2017 habían sido deforestados 105.062 hectáreas de la Tierra Indígena de los Xavante.
Pero nuestra selva no está, no hay nada.
Acabamos de encontrar pastos por todas partes, no hay bosque,…
Damián y su gente vuelven a casa
En 2003, los ancianos de Marãiwatsédé expresaron su deseo de volver a la tierra de sus antepasados antes de morir. Los jóvenes guerreros se sintieron obligados a darles este retorno y por eso, ese mismo año, 280 personas (niños, jóvenes, adultos y ancianos) se dirigieron a las puertas de sus tierras con intención de retomarlas y vivir (y morir) en ellas.
Sin embargo, al intentar entrar en la zona – que había sido reconocida legalmente hacía 5 años – los Xavante fueron impedidos por los invasores, que bloquearon la única carretera que da acceso a la región con la ayuda de políticos y grandes terratenientes.
Cuando los Xavante intentaron regresar a su tierra ancestral, los invasores interceptaron los caminos y, con la ayuda de empresarios y políticos con intereses en la zona, impidieron la entrada de los indígenas. Foto: Archivo FUNAI
Sin poder entrar en su propia tierra, los Xavante se vieron obligados a permanecer acampados bajo lonas negras a las puertas de su casa ancestral durante más de 8 meses.
Durante ese tiempo, sin asistencia y sin recursos, en la cuneta de la carretea, 3 niños murieron y otros 14 tuvieron que ser hospitalizados.
Ante esa situación, el Tribunal Supremo de Brasil finalmente autorizó el regreso de los Xavante y juzgó unánimemente que los ocupantes no-indígenas habían “de mala fe” y no tendrían cualquier derecho a compensación.
Sin embargo, «la decisión fue recurrida y en septiembre, el vicepresidente de TRF1, Daniel Dias, suspendió nuevamente el proceso debido a los recursos presentados por los agricultores, representados por el abogado Luiz Alfredo Feresin de Abreu, hermano de la senadora Kátia Abreu, presidenta de la Confederación Nacional de Agricultura y Ganadería de Brasil (CNA)”, explica la agencia de periodismo Repórter Brasil.
En la región, todos sabíamos que el conflicto podía ser inminente y que la situación creada difícilmente podía terminar bien.
La expulsión de los invasores y la entrada efectiva del Pueblo Xavante en el Territorio Indígena de Marãiwatsédé fue finalmente determinada por el Supremo Tribunal Federal (STF).
El día 7 de noviembre de 2012 se empezaron a entregar in loco las notificaciones que pedían la salida de los invasores.
Finalmente, tras cuarenta y seis años de exilio, los Xavante tenían reconocido definitivamente el derecho al usufructo de su territorio.
Marãiwatsédé hã
Tôtsena ti’a na watsiri’ãmo Wahõiba duré
Höiba-téb’ré hã, Ãhawimbã Date itsanidza’ra hã
Ahãta te Oto aimatsa’ti’ a na Ítémé we’re’iwadzõ
mori hã adza Oto ãma wawa’utudza’rani
Ti’a’a’a’ana… Ai’uté hã ãma ipótódza’ra hã
Tedza Oto ãma tsitébrè ti’a’a’a’ana.
La Tierra de Marãiwatsédé está en nuestros corazones y en nuestras almas
Siendo pequeños nos sacaron de este lugar
Pero hoy hemos reconquistado nuestra tierra,
nuestro hogar Ahora de vuelta descansaré en esta tierra,
en esta tierra, en esta tierra…
Aquí nací y en esta tierra nuestros hijos serán criados.
Sin embargo, la salida de los invasores no fue pacífica y fue necesaria la intervención de la Fuerza Nacional para retirar a las personas que permanecían en la zona. Hubo enfrentamientos organizados con la policía y actos vandálicos para destruir (aún más) la tierra de los indígenas.
Fruto de esos meses de tensión que vivimos en el Araguaia, el Obispo Pedro Casaldáliga tuvo que abandonar su casa a la edad de 84 años por las amenazas de muerte recibidas y con el fin de facilitar, en la medida de lo posible, la devolución de las tierras a los Xavante.
En ese territorio, nuestros antepasados, nuestros bisabuelos vivían en la tierra.
Este territorio es el origen del pueblo de Marãiwatsédé,
en esta querida tierra se creó el pueblo de Marãiwatsédé. Ahora la devolución ha comenzado, los ancianos están esperando hace mucho tiempo para sacar a los no-indios de la tierra, han sufrido mucho. Toda su vida sufriendo, esperando para que expulsaran a los grandes tierratenientes.
La situación de los Xavante, hoy
Más de 1.000 Xavante viven ahora en la Tierra Indígena de Marãiwatsédé.
Sin embargo, los A’uwê Uptabi (“gente verdadera”), como se llaman a sí mismos, han regresado a una tierra que ha sido arrasada; muy diferente de la que conocieron hace 50 años.
Marãiwatsédé, que fue el corazón de los Xavante durante siglos, se enfrenta hoy al reto vital de la escasez de alimentos, la falta de agua, la tierra empobrecida por la deforestación, las re-invasiones periódicas y los incendios provocados, que todavía se registran en la zona…
Volver a una tierra que ha sido deforestada, quemada e invadida durante más de 50 años es el desafío que enfrentan los jóvenes Xavante de Marãiwatsédé. Foto: Liebe Lima / AXA.
Pero a pesar de estas dificultades, los Xavante están consiguiendo apropiarse poco a poco de su territorio ancestral y construyendo nuevas aldeas, como es su costumbre.
Poco a poco van plantando en su tierra, pero sabemos que es un proceso que llevará décadas. Paulatinamente están recuperando sus rituales y reconstruyendo la forma de vida que les da identidad y les hace ser Xavante.
El camino es largo y será muy difícil. Las amenazas no faltan.
Pero, siempre guiados por la sabiduría de su Cacique Damião, hoy con más de 60 años, el pueblo Xavante de Marãiwatsédé no tiene miedo. Para ellos, ¡la esperanza siempre gana!
No se juega con eso. […]
Esta tierra es sagrada, es nuestra vida.
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