En una brillante entrevista tras la elección del Papa en 2005, Pedro Casaldáliga analiza los desafíos eclesiásticos y la necesidad de cambios desde la base. Sus reflexiones resaltan la importancia de la presión interna para transformar instituciones. Una inspiradora llamada a la participación y transformación.
Deja la curia Pedro
Deja la curia Pedro
17 de diciembre de 2019
Pedro Casaldáliga
DEJA LA CURIA, PEDRO
Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas.
Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.
La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.
Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.
El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.
Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.
¡No nos conturbes más!
Como Lo amas,
ámanos,
simplemente,
de igual a igual, hermano.
Danos, con tus sonrisas, con tus lágrimas nuevas,
el pez de la Alegría,
el pan de la Palabra,
las rosas del rescoldo…
…la claridad del horizonte libre,
el Mar de Galilea ecuménicamente abierto al Mundo.
Pedro Casaldáliga, 1983.
La cristología poética de Pedro Casaldáliga
Texto extraído del trabajo de Michael P. Moore, para la Facultad de Teología, Universidad del Salvador San Miguel, Argentina.
«Proféticamente crítico con la jerarquía eclesiástica, ¡de la cual él forma parte!, en otro audaz poema, dedicado a Juan Pablo II, titulado “Deja la curia, Pedro”, lo invita, a él, a sus sucesores…, a la Iglesia toda, a descentrarse, desinstalarse y a marchar hacia los nuevos Getsemaníes.
Deja la curia, Pedro, desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables por palabras de vida, temblorosas.
Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.
Nótese que “Maestro” y “Pobres”, el nombre de Dios hecho hombre y el nombre del oprimido, ambos sin confusión, pero sin separación, están escritos con mayúsculas. Y casi como una súplica exhorta a Pedro, a los pastores, a mantener viva la utopía de Jesús de Nazaret y de su reino de colores precisos.
Diles, dinos a todos,
que siguen en vigencia indeclinable
la gruta de Belén,
las Bienaventuranzas
y el Juicio del amor dado en comida.
Y pide a la Iglesia que no sea cómplice de los imperialismos que oprimen a los más pobres, en un escenario movible de los palacios de Pilatos y Caifás a nuestro continente empobrecido.
Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina, Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.
El Pueblo es solo un “resto”,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos solo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres.
Complicidad eclesial que, dolorosamente, recuerda en la vida, y la muerte, de Mons. Romero:
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo)
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