Pedro Casaldáliga del Llobregat y del Araguaia
Pedro Casaldáliga del Llobregat y del Araguaia
El «otro» mundo
«La primera semana de nuestra estancia en São
Félix murieron cuatro niños y pasaron por casa en
cajitas de cartón, como zapatos, camino de aquel
cementerio sobre el río en el que posteriormente tendríamos
de enterrar tantos otros niños y a tantos
otros adultos, muchos sin caja y
incluso sin nombre «.
Yo creo en la Justícia y la Esperanza. Pedro Casaldáliga, 1975
Siete días en camión desde Sao Paulo. Era en julio de 1968 y los misioneros Pedro Casaldáliga y Manuel Luzón llegaban a las tierras de São Félix do Araguaia, en la Amazonía, a unos 1.200 km al norte de Brasília. Un área del tamaño de todo Portugal, «de ríos y campos y selva, en el noroeste del Mato Grosso, dentro de la Amazonia llamada «legal», entre los ríos Araguaia y Xingu», era su «misión» y terminaría siendo también su tierra.
La región del Araguaia pertenece políticamente al Estado brasileño del Mato Grosso, un área el doble del tamaño de España, pero con 3 millones de habitantes: un «desierto» verde, en el corazón de Brasil, donde la selva amazónica empieza y donde termina uno de los biomas más importantes del mundo (aunque bastante desconocido), llamado Cerrado.
Pedro explica que «lo primero que me llamó la atención, fueron las distancias. Geográficas, sociológicas y espirituales. Era como aterrizar en otro mundo. Había propietarios con hasta un millón de hectáreas de tierra. Era el capitalismo feroz financiado por los militares. Era tierra de nadie, donde nacer y morir era fácil, y donde lo difícil era vivir. Pero era también la tierra de los sueños lucrativos para los ricos «.
Esta es la primera imagen que tenemos de la llegada de Pedro Casaldáliga y Manuel Luzón al Araguaia. Era agosto de 1968 y Pedro tenía 40 años.
Nacer, morir o matar. Los únicos «derechos».
Ante la violencia, la pobreza y la esclavitud, había que decidir: o se estaba junto a los pobres, con todas las consecuencias, o se hacía la vista gorda y se favorecía a los ricos. Como nos cuenta Francesc Escribano: «Allí las posiciones tibias y las medias tintas no sólo son inútiles, sino que también son imposibles. Por ello Casaldáliga tuvo que tomar partido. Lo hizo de manera inequívoca y radical a favor de los pobres y de los oprimidos. «
Esta posición, sin embargo, no era fácil: suponía declarar la guerra, abiertamente, a los terratenientes y, de paso, a los militares. Suponía poner en el punto de mira de la Dictadura aquella Iglesia y las personas que en ella participaban.
«Fue hora de opción, desgarrada opción que violentaba mi propio temperamento, mis ganas naturales de estar a bien con todos, la formación de «mansedumbre» evangélica recibida, la vieja norma pastoral de «no apagar la mecha que aún humea»…desgarro que sigue dejando en tensa cruz la vida de uno «.
La radicalidad de Casaldáliga, sin embargo, no debe confundirse con un «arrebato». Pedro tiene una claridad de ideas absoluta, es cierto; un compromiso inquebrantable, también; pero sobre todo una inteligencia privilegiada que le ha permitido oponerse a los poderosos y proteger a los más débiles. Pedro Casaldáliga es, sobre todo, sabiduría.
Un obispo sin «adornos»
Desde el primer día, Casaldáliga quiso ser un obispo diferente. Decidió no utilizar mitra, ni báculo. El anillo episcopal que lleva es lo que le regalaron los indios Tapirapés. Siempre ha dicho que no quiere ningún lujo o comodidad que no pueda encontrar en las casas de sus vecinos. La vivienda del obispo de Sao Félix, abierta siempre a todos, no tenía tele y hasta que no cumplió 70 años, no tuvo nevera.
La habitación de Pedro Casaldáliga no ha tenido nunca puerta.
Pedro es una persona «normal». Con un sentido del humor brillante y muy «pícaro». Decía Paco Escribano en el mismo artículo del Diario Ara que: «Si tuviera que destacar un rasgo característico de su personalidad, para quedar bien diría la coherencia, la radicalidad, la espiritualidad …, pero la verdad es que lo que siempre me ha sorprendido más de él es su sentido del humor. «
Casaldáliga es capaz de ver más allá, de sentir cosas que los demás no sentimos. De hacernos sentir una intensa ola de renovación interior a los que hemos tenido el privilegio de convivir con él; pero al mismo tiempo, el obispo lava los platos de casa, pone en remojo la ropa sucia o barre el patio de casa con toda naturalidad. La humildad de Casaldáliga está interiorizada y se vive con toda tranquilidad. El lujo, o incluso las comodidades, no son parte de su vida. La pobreza es y ha sido su forma normal de vivir.
El cambio mundial
Pensamos que no es exagerado afirmar que el mundo no es igual después de la vida, la obra y la tarea de Pedro Casaldáliga. Llegando a una región olvidada, donde «no encontramos ninguna infraestructura administrativa, ninguna organización laboral, ninguna fiscalización. El derecho era del más fuerte o del más sucio. El dinero y el 38 imponían su ley» y, 50 años después, encontramos un pueblo vivo, que lucha y se defiende. Unos movimientos sociales que apoyan a los que más sufren y, sobre todo, una sociedad más consciente de los desafíos que enfrenta.
Si hoy podemos hablar con cierta tranquilidad de medio ambiente, de desigualdades, de los pueblos indígenas o de derechos laborales es, en buena parte, gracias al trabajo y la visión de Casaldáliga.
Es cierto que en el Araguaia todavía sufrimos las consecuencias de enfrentarnos con los poderosos. Es cierto que la pobreza y el hambre todavía forman parte de la cotidianidad de esta región. No podemos decir que se ha ganado la guerra. Pero sí que Pedro Casaldáliga ha sido fundamental para que, hoy, sobre todo en América Latina, haya sindicatos, pastorales sociales, ONGs, movimientos asociativos e incluso una Iglesia diferente, que son esperanza.
Cómo está hoy Pedro Casaldáliga
El obispo Pedro continúa viviendo en Sao Félix do Araguaia. Nunca más ha vuelto a Cataluña. Convive desde hace muchos años con el Parquison y, ahora, con 91 años, «no se expresa con profusión de palabras y escritos, que siempre han sido muy marcantes. Y esto ciertamente es un gran sufrimiento. Pero Pedro se comunica de otras formas, con gestos, miradas, apretones fuertes en nuestras manos, y nos da la bendición con los gestos de las suyas. La gente sabe que él está, que es Pedro, y que nos reconoce», nos explicaba la antropóloga y amiga María Julia Gomes Andrade, en la revista Brasil de Fato.
Las más de 500 personas que pasan anualmente por la asociación que él fundó en el Araguaia todavía necesitan mucho apoyo, pero el camino está trazado y su luz está con nosotros!
Pedro continúa siendo inspiración, fuerza y compromiso. Desde el Araguaia trabajamos con la asociación que él fundó en 1974, atendiendo a trabajadores sin-tierra, a campesinos que quieren plantar, a mujeres en situación de vulnerabilidad y a los pueblos indígenas que aún enfrentan muchos desafíos. Pedro está en cada uno de nosotros!
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