Hay alternativa a la autodestrucción?
«Tenemos que reconocer que, aunque haya millones de activistas luchando por la justicia ambiental, solo estamos hablando de una pequeña fracción de los más de siete mil millones de personas que poblamos el planeta». Así pues, ¿“hay alternativa”?
26 de noviembre de 2020
Las Causas de Pedro Casaldáliga
Una cosa se puede afirmar con certeza: la continuación del statu quo, del sistema capitalista global tal y como lo conocemos actualmente, es una imposibilidad ecológica.
El capitalismo, para mantenerse estable, requiere de una tasa constante de crecimiento. Una tasa de crecimiento relativamente modesta del 3% anual implica duplicar la economía mundial cada 25 años. Por lo tanto, un crecimiento “saludable” implica siempre un crecimiento exponencial.
Cómo señaló hace mucho tiempo el economista Kenneth Boulding, solo un loco o un economista podrían creer que el crecimiento exponencial puede continuar por siempre jamás en un mundo finito.
Para los pueblos indígenas la acumulación no existe; las deudas no existen. Fotografía: Associação ANSA
Hoy, el decrecimiento no es una opción, sino que es una necesidad impuesta por la imposibilidad de un crecimiento económico eterno, del cual ya experimentamos efectos devastadores. Serge Latouche lo expresa con claridad en su lema: “Decrecimiento o barbarie”. Solo puede continuar creciendo una parte de la humanidad matando literalmente la otra.
La única posibilidad que la humanidad en su conjunto tiene de sobrevivir está basada en la frugalidad y la autolimitación.
El gran enemigo del decrecimiento es el sistema económico y la religión que lo mantiene: el consumismo desaforado y la obsesión por el enriquecimiento económico.
El gran enemigo del decrecimiento es el sistema económico y la religión que lo mantiene: el consumismo desaforado y la obsesión por el enriquecimiento económico.
En un mundo donde los millonarios son envidiados y la población queda deslumbrada por la ilusión de los grandes lujos, el decrecimiento no parece algo atractivo. Sin embargo, numerosos “estudios de felicidad” verifican aquello que las enseñanzas religiosas tradicionales siempre han mantenido: más allá de cierto punto, con más consumo no aumenta la felicidad general.
Unos hábitos austeros y unas altas dosis de solidaridad y empatía mejorarían la vida física de la mayoría de la humanidad y la vida espiritual de las minorías ricas.
Cómo afirmaba Gandhi: “La tierra proporciona bastante para las necesidades de cada persona, pero no para la codicia de cada uno”.
Alenira y su marido, en el Araguaia, viven de lo que cultivan. Sin contaminar y sin depender de nadie. Fotografía: Associação ANSA.
[En los medios de comunicación] no se encontrarán esbozos de un sistema económico que nos permita evitar la catástrofe.
Se dice que es más fácil de imaginar el fin del mundo que no el fin del capitalismo y, en efecto, los medios de comunicación de masas no paran de evocar escenarios apocalípticos: IIIª Guerra Mundial, invierno nuclear, virus que matan a la mayor parte de la humanidad, entrada en el punto de no retorno del cambio climático…
Sin embargo, no se explica nada de los sistemas económicos que nos permitirían evitar la catástrofe, el punto de no retorno. Desde la segunda mitad del siglo XX, cuando quedó claro que el modelo soviético de planificación central ya no funcionaba, se han realizado muchas investigaciones sobre estas alternativas viables al capitalismo
Las razones por las cuales se han divulgado y conocido tan poco son diversas, la más obvia es que los privilegiados del sistema actual defienden con uñas y dientes sus privilegios, pero también es cierto que siempre es más fácil destruir que construir, ser adivino que no intentar construir futuros posibles, dejarse llevar por el miedo que invertir esfuerzos en la reflexión para salir adelante.
Entre los diferentes modelos me parece muy interesante el de la “Democracia Económica” de David Schweickart, que…
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