Esta consulta sobre el «papel» de Dios en la pandemia del COVID19 se recibió en el portal teológico servicioskoinonia.org. Creemos que el punto de vista que aporta te puede resultar interesante en los días que estamos viviendo.
Favor de indicarme alguna reflexión que me ilumine en lo siguiente:
«En una familia cristiana uno de sus miembros se contagia del coronavirus, pero no muere; la familia da gracias a Dios sin cesar por su misericordia, por su bondad.
En la familia vecina, también cristiana, uno de sus miembros muere por el virus.
No da gracias a Dios.
Alguien de una tercera familia dice: ‘Hay que dar gracias a Dios por todo’».
¿Cómo explicar sencilla y teológicamente que Dios es misericordioso y bondadoso con TODOS, siempre?
Hola, amigo, saludos cordiales.
Mira, los tres casos que planteas están dentro de un mismo supuesto: arriba está Dios, que lo ve, lo sabe y lo puede todo, y por tanto podría evitarnos todo mal. Este «supuesto» es lo que filosóficamente llamamos «teísmo»: una forma de entender la Realidad, que incluye un segundo piso, el mundo sobrenatural paralelo, el cielo, en el que habita un Ente supremo, creador, gobernador del mundo, al que los griegos llamaron Theos… palabra que se transformó en Deus en latín, y luego en Dios en castellano. Por eso hablamos de «teísmo». Tu consulta está planteada «dentro de ese marco de comprensión» que das por supuesto, el teísmo.
Pues bien, fíjate, esa pregunta resulta tan difícil responder esa cuestión, que la humanidad no lo ha conseguido todavía, y son ya unos seis los milenios que llevamos haciéndonos acompañar por Theos. Los filósofos antiguos –algunos, incluso, cristianos– ya se la planteaban hace mil quinientos años en los mismos términos que hoy; dijeron:
Suponemos que Theos-Dios es todopoderoso y bueno:
– si puede librarnos y no quiere hacerlo, es que no es bueno…;
– y si quiere librarnos y no puede hacerlo, es que no es todopoderoso.
Como los filósofos no han encontrado respuesta, se ha hablado tradicionalmente de «el misterio del Mal». Porque no es un problema, sino un Misterio; los misterios, en realidad, no se pueden resolver; son inalcanzables para nuestra razón; sólo una «fe» religiosa puede intentarlo.
Veámoslo entonces desde la fe tradicional.
Para algunos, tiene razón la tercera familia, porque la fe nos asegura que Dios nos ama a pesar de todo, aunque no lo parezca, incluso aunque Dios nos envíe la muerte con la covid. Para la fe todo es posible, porque creer en Dios, significa confiar en él, ciegamente, pase lo que pase, parezca lo que parezca. La fe es una afirmación voluntariosa de la confianza, terca, contra toda evidencia. La fe teísta es un recurso valiosísimo de la naturaleza humana, porque nos transforma y nos da una fortaleza indestructible. Nada es imposible para quien tiene una fe teísta: Dios, siempre estará con esa persona, con esa comunidad o con ese pueblo.
¿Tiene, esa tercera familia, más fe que tú, que dudas y que te preguntas? No, simplemente tiene una fe «teísta». Ha echado mano de ese recurso, y le va bien. Tú también podrías hacerlo.
¿Será pues ésa, la «fe en Dios a pesar de todo», la respuesta que buscas al problema del mal? Date cuenta de que no hay una respuesta… hay muchas. Y ninguna «obligatoria», ni definitiva.
De hecho, hace bastante tiempo que hay bastantes cristianos que piensan que el teísmo, esa forma de entender la realidad, que dice que hay por ahí arriba un Ser Todopoderoso y Omnisciente que nos cuida y nos protege incluso con ángeles de la guarda, no sería la mejor manera de imaginar la estructura y el funcionamiento de la realidad. Parece como si fuera una explicación muy a la medida de nuestra imaginación. O sea: una explicación muy nuestra, muy humana (antropomórfica, dicen): arriba hay un Ser Supremo, una Persona como nosotros, un Padre precisamente, que lo sabe y lo puede todo, y lo controla todo, y, lógicamente, nos protege.
Claro, nos preocupa que esa forma de entender la realidad –toda ella apoyándose sobre la clave de la bóveda de esa Persona suprema allá arriba–, no resulte una explicación satisfactoria, porque, en efecto, hay muchos casos en los que no parece funcionar, parecería que no nos protege. Hay ya bastantes creyentes que perciben en sí mismos que esa explicación «teísta» no les convence, y se sienten aliviados al saber que no es la única explicación, y que pueden no creer en ella y buscar una nueva manera de explicar la realidad: sin segundo piso, sin nivel sobrenatural o celestial, sin un Theos ahí arriba/ahí fuera, que intervenga siempre que haga falta para cuidarnos a nosotros. Son personas a las que, por lo que han reflexionado, la explicación clásica (ese «teísmo») les parece increíble, como si hubiera sido elaborada para niños.
¿Y si lo que hemos llamado Dios fuera algo así como el alma, la potencia, el Misterio, la creatividad de este fantástico cosmos en el que estamos, del que provenimos, que somos, pero no un Alguien, un Señor misterioso por fuera o por encima del mundo?
¿Y si el cosmos, la Realidad, no tuviera dos pisos?, se preguntan. ¿Y si la explicación del mundo no estribara en la existencia de una Super-persona omnipotente y omnisciente controladora en un segundo piso? ¿Y si lo que hemos llamado Dios fuera algo así como el alma, la potencia, el Misterio, la creatividad de este fantástico cosmos en el que estamos, del que provenimos, que somos, pero no un Alguien, un Señor misterioso por fuera o por encima del mundo? Somos la primera generación a la que la ciencia actual le ha dado conocimientos que nunca imaginaron los humanos que nos han precedido. No tiene nada de extraño que las explicaciones que ellos nos transmitieron ya no sirvan; eran explicaciones muy perspicaces y llenas de buena intención, pero hoy, a nosotros, nos resultan atrasadas, se nos quedan cortas.
Nuestros bisabuelos pensaban que el mundo tenía 6.000 años de edad –lo que les había dicho la Biblia-. Por el tiempo en que nacieron nuestros padres se descubrió que estábamos en «una» galaxia, y pensaron que el mundo sería esa galaxia. Ahora sabemos que quizá sean trescientos mil millones de galaxias, con doscientos mil millones de estrellas cada una. Y la historia conocida de este cosmos no baja de los 13,700 millones de años. Hace sólo 25 años (1996) que hemos descubierto que existen planetas fuera de nuestro sistema solar. Y cosmos adentro, planetas como el nuestro, con capacidad de albergar vida… pueden ser trillones de trillones los que contengan vida… (¿vegetal, animal, humana, espiritual, religiosa…?) ¿También aquellos ‘humanos’ se explicarán la realidad echando mano de la existencia de un Dios que les entregó el mundo y les cuida a ellos frente a cualquier peligro local?
Hoy día la ciencia piensa que no es seguro que nosotros seamos lo más importante de este cosmos, ni que sea muy razonable pensar que por encima de todo hay Alguien que se encargue de encauzarlo todo.
Admirando el misterio profundo y bellísimo de la Realidad, de la materia, de las estrellas, las galaxias, la evolución del cosmos, el surgimiento de la Vida, de las especies humanas, la entrada de la Tierra (con los humanos) en el nivel de la Conciencia, de la reflexión, de la espiritualidad… los científicos, y muchos hombres y mujeres reflexivos, empiezan a percibir que tiene que haber una explicación más grande, más desintersada, más profunda… que se nos escapa, que sólo intuimos; y que es sagrada, por cualquier parte que se la mire: tanto desde las partículas subatómicas y el mar profundo de sopa cuántica que las constituye, como desde ese cuerpo global cósmico que rebosa Creatividad y Misterio. A lo mejor este fantástico Cosmos, tan radicalmente diferente de aquél que a nuestra misma generación nos enseñaron cuando fuimos niños, bien considerado, no necesita de un relojero que lo haya montado… ni un vigilante universal que supervise cualquier posible fallo (que lo sea o que nos lo parezca a nosotros), ni que tome a su cargo proteger nuestra especie frente a todas las demás –incluidas las de los desconcertantes virus mutantes–. Hoy día la ciencia piensa que no es seguro que nosotros seamos lo más importante de este cosmos, ni que sea muy razonable pensar que por encima de todo hay Alguien que se encargue de encauzarlo todo para que no nos pase nada malo a los humanos… ni siquiera frente al covid.
Muchas personas que hoy día se dan cuenta de ello, ya no pueden seguir creyendo con aquella seguridad con la que nos nuestros abuelos creyeron la historia y el sentido del cosmos que las religiones les presentaron como una doctrina de fe obligatoria bajo pena de pecado mortal (!).
La verdad más cierta y humilde es que no tenemos explicación. La ciencia nos dice que «apenas estamos abriendo los ojos»… Todavía no sabemos dónde estamos parados: qué es esto, ni de dónde viene, ni a dónde va, o qué hacemos nosotros aquí, o si somos sólo un episodio fugaz de una aventura cósmica infinitamente mayor. Muchas personas que hoy día se dan cuenta de ello, ya no pueden seguir creyendo con aquella seguridad con la que nos nuestros abuelos creyeron la historia y el sentido del cosmos que las religiones les presentaron como una doctrina de fe obligatoria bajo pena de pecado mortal (!).
Estamos en un momento histórico realmente interesante: a la vez acosados por un virus, deslumbrados por la ciencia, decepcionados de nuestras antiguas seguridades religiosas que se nos han quedado cortas, como la ropa que dejamos atrás cuando crecimos. No es fácil captar todo el conjunto, ni reconocer y ubicar las limitaciones de nuestro conocimiento. Pero es posible que la contemplación del Misterio de la Realidad nos llene de comprensión, de humildad y de apertura, para seguir creyendo en la Vida, en el Cosmos, y en la Creatividad Misteriosa que todo lo embebe.
Aun sin respuesta a la «pregunta por Dios, el Covid y el problema del mal», tal vez podemos instalarnos en la Paz y confiar, en comunión con el sabio Misterio Divino del Cosmos, después de hacer todo lo posible por controlar al covid. Aunque nos duelen sus ataques y no tenemos respuestas para explicárnoslo, nos podemos sentir serenos y confiados en esta Comunión divina con el Cosmos.
Tal vez ésa sea nuestra mejor «respuesta».
Consulta recibida en la página: servicioskoinonia.org