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Por este motivo las cartas del Vaticano estaban en la cocina de Casaldáliga

Vivir o frecuentar la casa de un obispo sin antes haber tenido demasiado contacto con la Iglesia es descubrir que existe un mundo paralelo ocurriendo junto al nuestro, el de los “civiles”. Si ese obispo se llama Pedro Casaldáliga y su casa está en un pueblecito de la Amazonía brasileña, los días acaban siendo una sorpresa tras otra. Como mínimo.

5 de noviembre de 2019

La vida de Pedro Casaldáliga

En casa de Pedro llegan muchas comunicaciones. Todas las mañanas, Paulinho, ayudante de la Prelatura, trae las correspondencias más variadas que llegan de todas las partes del mundo: cartas, revistas, libros, periódicos, folletos…

Pedro está subscrito a un montón de publicaciones de todo el mundo, siempre “ligado” (conectado) a la información y atento a lo que sucede a su alrededor.

Paulinho se lleva a la pequeña oficina de Correos del pueblo todas las cartas que Pedro deja en el primer cajón del recibidor. Es un ritual diario, perfectamente sincronizado, de muchos años de idas y venidas a Correos: la caja postal 05, la “caixa do bispo”, rebosa como ninguna otra en la pequeña oficina de São Félix do Araguaia.

Ser comunicación…vaticana

No es ningún secreto que Pedro Casaldáliga siempre ha dicho que de no haber sido obispo, le hubiera gustado ser periodista. Pedro siempre ha tenido muy claro que explicar cuál era la situación del pueblo; dar a conocer lo qué sucede en el Araguaia; y mantenerse en constante “comunión” comunicativa formaba parte de su misión. Él jamás lo diría, pero si la misión de un profeta es sobretodo la de “anunciar y denunciar”, él siempre ha cumplido esa tarea con absoluta vocación y disciplina.

«Creo que escribir ha sido siempre una especie de carisma mío. Me gusta, me sale, necesito ejercitarlo. Creo en la Palabra de Dios y en nuestras palabras para comunicar la Buena Nueva. Siempre me ha parecido el escribir un don apostólico y yo se lo he agradecido a Dios desde mis años de seminario y en mis tiempos de cura joven.»

Pedro Casaldáliga

1983

Entre todas esos folletos, libros, revistas y cartas diarias, alguna vez llegaban unos sobres que a mí me llamaban especialmente la atención (¡ y cómo no!): las que llevaban el sello del Vaticano en el sobre…“secretum pontificium”!

Poco acostumbrado como está uno a recibir cartas que no sean del banco, queriendo o no, una carta con el logotipo del Vaticano y la palabra “secreto pontificio”, despierta curiosidad. Duraba poco.

Los secretos pontifícios en el corcho de la cocina

Sentado en la mesa de madera oscura del patio interior de su casa, Pedro iba abriendo parsiminosamente cada una de las correspondencias: las que requerían de respuesta, en un montoncito; las que eran para el Archivo de la Prelatura, en otro; las que pedían una lectura más larga, en otro…todo en orden en pequeños montoncitos de papel, coronados por pequeñas figuritas de barro que las resguardaban del viento del ventilador.

Al acabar la clasificación diaria, aquella figura delgada, con pantalones de pana a 35 grados, camisa y “chinelos” (chanclas), se levantaba, cogía una chincheta y pegaba varias de esas comunicaciones en el cartel de avisos de corcho situado entre la puerta de entrada y la cocina. Todo aquello que tenía que saberse o era de interés del pueblo, al corcho; comunicados y cartas del Vaticano incluídas.

En 2003, al cumplir 75 años, Pedro Casaldáliga presentó su renuncia como obispo, como sugiere en Derecho Canónico. Lo que sucedió después fueron momentos tensos, de incertidumbre sobre de qué línea sería el nuevo obispo. Se pidió por activa y por pasiva, que el Vaticano escuchase al equipo que estaba trabajando en la región antes de decidir….imposible. ¿Qué sucedería con el trabajo de Casaldáliga?. Angustiaba.

En ese contexto, recuerdo la llegada de una carta particular que llevaba el sello pomposo (y morboso ?) de “secreto pontifício”: no habían pasado ni 10 minutos y el secretum se había revelado a todo el pueblo…la carta ya estaba disfrutando del panel de corcho de la cocina y de la lectura de cualquiera de los que frecuentábamos su casa…¿o acaso no era del máximo interés de todos saber quién iba a ser el nuevo obispo?

El “Secreto Pontifício” comunitariamente mejor guardado.

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