Pedro nunca quiso ser obispo. Nunca le gustó la idea de formar parte de la jerarquía de la iglesia. Por eso, su primera reacción al recibir la carta de su nombramiento episcopal fue decir “no”. ¿Por qué acabó aceptando?
Hacía sólo tres años que él y Manuel habían llegado al poblado de São Felix do Araguaia. Tardaron una semana en camión desde São Paulo, pero ahora, poco a poco, estaban consiguiendo construir una comunidad fija, capaz de atender a todas las familias de aquella zona: una región en la “puerta de entrada” de la Amazonía, del tamaño de Portugal, en el estado brasileño de Mato Grosso.
Pero esa tarea principal de estructurar una iglesia estable se deparó prontamente con la realidad: pobreza extrema, violencia, abandono, explotación, esclavitud…una región poblada de migrantes de muchas partes de Brasil que, atraídos por las llamadas “políticas de colonización de Amazonía“, llegaban a aquellas tierras desamparadas en busca de una vida mejor.
Ubicada a más de 1.200 km de la capital del estado de Mato Grosso, Cuiabá, y a otros tantos de la joven Brasília, la escasa presencia del estado condenaba a sus habitantes a la ausencia total de servicios de salud, de educación o de seguridad.
La estructura de la propiedad de la tierra, caracterizada por los latinfundios que llegaban a tener tamaño de los estados, iba configurando una sociedad desgarrada: por un lado, los grandes terratenientes, sus gerentes y sus “secuaces”. Por otro, como el propio Pedro Casaldáliga describía:
«Campesinos del nordeste, procedentes directamente de [los estados de] Maranhão, Pará, Ceará, Piauí …, o pasando por Goiás. Conquistadores de la región, “sin-tierra”. Pueblo simple y duro, nómada como por destino en una migración forzada y desorientada, con una hamaca para dormir a sus espaldas, sus muchos hijos, algún caballo flaco y cuatro utensilios de cocina en una bolsa».
Pedro Casaldáliga
Llegamos a un mundo sin retorno. La misión tenía 150.000 kilómetros cuadrados de ríos, selvas y bosques, al noroeste de Mato Grosso, dentro de la llamada Amazonía “legal”, entre los ríos Araguaia y Xingu, incluida la isla del Bananal, la isla fluvial más grande del mundo.
Sin otra “base” eclesiástica que nuestra casa, de 4×8, a orillas del Araguaia, maravilloso y turbio, sin saber por dónde empezar, sin saber quién habitaba la región, donde las distancias de todas las especies justificaban todas las indecisiones.
La única carretera que existía seguía construyéndose, roja y polvorienta, hacia la selva y los campos abiertos que acabábamos de cruzar, y el “jaguar” materialmente concreto tenía todo el derecho de cortarnos el camino frente al camión.
Solo había un médico en el área, no había correo, electricidad, teléfono, telégrafo, había 3 jeeps viejos en todo São Felix y eran los únicos autos en el lugar.
Pedro Casaldáliga
Pedro hace un compromiso radical
Muy pronto, los problemas de tierra, la pobreza y la violencia contra los peones y los sin-tierra hicieron mella en Casaldáliga y su equipo: los primeros años, enterraron a cientos de “peones sin nombre” y “a menudo sin ataud”, que intentaban sobrevivir en esa tierra. Fue entonces cuándo decidieron comprometerse radicalmente con la gente.
Mato Grosso era, sigue siendo, una tierra sin ley. Alguien lo ha clasificado como el “estado corral” del país. No encontramos infraestructura administrativa, ni organización laboral, ni inspección. La ley era la ley del más fuerte. Del dinero y del 38. Nacer, morir, matar eran los derechos básicos. Verbos conjugados con increíble facilidad.
Pedro Casaldáliga, 1971
La construcción de una iglesia organizada y estructurada comenzó primero dedicándose a atender las necesidades más básicas de las familias: la salud y la educación fueron la prioridad. ¿Cómo celebrar misa o administrar los sacramentos sin comprometerse con las necesidades de las familias al mismo tiempo?
Gradualmente lograron construir una pequeña escuela (que, después, daría lugar a un proyecto pedagógico que se tornaría referencia en educación popular de la Amazonía); organizaron un puesto de salud y de primeros auxílios; hicieron de enfermeros y …, en esa acción, se fueron comprometiendo a favor de los “sin-tierra” y posicionando contra el latifundio.
Una iglesia que rezaba, celebraba misa y administraba los sacramentos como cualquier otra, pero que también se comprometió radicalmente en la defensa de los más pobres: los sin-tierra, los peones y los Pueblos Indígenas. Nunca hubo ninguna imposición o intención de evangelizar, en el sentido antiguo, arcaico y colonialista de la palabra.
El dia de la consagración com obispo
En julio de 1971, Casaldáliga recibió la carta del Vaticano con el nombramiento como obispo. Su respuesta, de estricta renuncia, estaba escrita y preparada para ser entregada a Nuncio. Sin embargo, el equipo pastoral y el Obispo Tomás Balduíno consiguieron que Casaldáliga cambiara de opinión y le pidieron que aceptara.
El altavoz que les brindava el cargo era único y la situación en la Amazonía tan gritante que demandaba que alguién fuera la voz de los sin voz. Aunque reacio a aceptar, su equipo se lo pidió haciéndole ver que quizás sería la única manera de hacer llegar su denuncia a las más altas esferas, sin tanto riesgo de las consecuencias. Tenía que aceptar. En aquél contexto, con aquella posición, ser Obispo era la única posibilidad que tenían.
Así, por decisión conjunta, el 23 de octubre, luego de un intento de asesinato que casi acabó con su vida, Pedro Casaldáliga sería ordenado Obispo de la Prelatura de São Félix do Araguaia.
«Al aire libre, junto al río Araguaia», Pedro fue ordenado por el arzobispo Fernando Gomes dos Santos, el arzobispo de Goiânia; Tomás Balduíno, obispo de la diócesis de Goiás y por el arzobispo Juvenal Roriz, obispo de Rubiataba, GO.
Esa noche del 23 de octubre de 1971, la bóveda celestial, las aguas de Araguaia y todos los que estábamos allí fuimos testigos de que algo nuevo estaba sucediendo. Un obispo rechazó las marcas de poder para sumergirse totalmente en la vida de la gente.
Antônio Canuto
Agente de Pastoral da Prelazia de São Félix do Araguaia
En la tarjeta-recordatorio de su ordenación, Pedro declaró el obispo que quería ser:
«Tu mitra será un sombrero de paja campesino; el sol y la luz de la luna; la lluvia y el sereno,
la mirada de los pobres con los que caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor.
Tu báculo será la verdad del Evangelio y la confianza de tu pueblo en ti.
Tu anillo será la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Libertador y la fidelidad a la gente de esta tierra.
No tendrás otro escudo que la fuerza de la Esperanza y la Libertad de los hijos de Dios;
ni usarás otros guantes que no sean el servicio del Amor».
La primera denuncia mundial sobre la situación de la Amazonía
En septiembre de 1970, Casaldáliga ya había escrito la primera denuncia sobre la situación de esclavitud en la que se encontraban la mayoría de los trabajadores agrícolas de la región: en “verdaderos campos de concentración”.
Sin embargo, el mismo día de su consagración episcopal, publicó, clandestinamente, un documento-denuncia que es, todavía hoy, “uno de los más importantes en la historia de la lucha por la tierra en Brasil”.
El informe consta de más de 80 páginas con datos estadísticos, referencias y análisis que denuncian la gravedad de la situación amazónica. El documento citaba abiertamente nombres de compañías, propietarios y gerentes; informaba sobre casos concretos de violencia y de vulneración de derechos y hacía posible que Brasil supiera, por primera vez, que en la distante Amazonía había trabajo esclavo, explotación y asesinatos por “causa de la tierra”.
La noche del día en que firmé el documento, era noche de “luz de luna”, salí a ver la gran luna, respiré el aire más fresco y me ofrecí al Señor. Entonces sentí que con el documento también podría haber firmado mi propia pena de muerte; Al menos acababa de firmar un desafío.
De hecho, unos días después comenzó a llegar la advertencia de uno de los terratenientes y buscadores de tierras más grandes de Brasil, tantas veces más tarde repetida por muchos otros terratenientes, voces eclesiásticas, “amigos”: se suponía que no debía entrar en estos problemas porque podría acusarme de ser subversivo; de hecho, la policía federal nos estaba controlando; el delegado adjunto de Sao Felix era un agente; los granjeros me demandarían; etc.
Pedro Casaldáliga
El documento fue publicado en la mayoría de medios de comuncación brasileños y suscitó la airada reacción del gobierno militar.
No había vuelta atrás: la Prelatura de San Félix de Araguaia y su Obispo recién consagrado, optaban radicalmente por los pobres y se oponían a los grandes propietarios. En cada gesto, en cada palabra y en cada documento.