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Y Casaldáliga llegó a la Amazonía

Y Casaldáliga llegó a la Amazonía

Y entonces en enero del 68 vinimos el compañero Manuel Luzón y yo. Hicimos el curso de cuatro meses del CfI (Centro de Formación Intercultural). Si Manuel y yo hubiéramos venido directamente de Madrid al Mato Grosso nos abríamos perdidos. En los cuatro meses, a pesar de estábamos en una dictadura militar, tuvimos profesores muy buenos y charlas muy buenas. Nos leyeron los periódicos en entrelíneas: que los campesinos estaban siendo masacrados, que los indígenas estaban acosados…, y que había muchos brasiles; porque si estás sólo en Sao Paulo en Porto Alegre del Sur, a lo mejor en casa de unos religiosos que tienen la comunidad en el centro de la ciudad, en el barrio más “chic” difícilmente te haces cargo de la situación

Vinimos prevenidos. Por añadidura vinieron varios jóvenes brasileños voluntarios (que sufrieron bastante con nosotros) y nos obligaron a seguir hablando portugués y nos pasaron la cultura (literatura, música, modo de hablar en tal región…). Creo que fue valioso, porque incluso esa vivencia ayudó también a crear el propio signo religioso misionero que tenemos aquí

Pere Casaldàliga amb els indis Xavante tot just havent arribat a l'Amazònia

Casaldáliga y Luzón con el pueblo Xavante, un mes después de su llegada al Araguaia.

No había infraestructura, salud, comunicación, educación, no había prácticamente ningún órgano del gobierno que pudiese atender. Nosotros tuvimos que hacer incluso, y aún ahora lo hacemos, a veces, el apostolado de la suplencia.

Nos tocó vivir esta región que es entrada de la Amazonia, llamada Amazonia legal y nos tocó vivir a la entrada de la dictadura militar. Llegué aquí en el año 68. Era entrada la del latifundio; fue una especie de ensayo de latifundio con los incentivos fiscales que daba el gobierno: industriales del sur se apoderaban de una porción de tierra de estas regiones y recibían los llamados incentivos fiscales, se les dispensaban muchos impuestos, se les permitía comprar maquinaria en el exterior sin gravámenes. Y eso significa tomar una decisión: con el latifundio, con la dictatura, o contra ellos, a favor de las víctimas del latifundio, que eran los indígenas, los peones (trabajadores del propio latifundio) y los “poseeros”, esos campesinos sin tierra que de un modo bastante espontáneo en aquella época, sin organización, sabían que en Mato Grosso, en la Amazonia, había mucha tierra sin nadie y venían. Fueron unos auténticos “desgarradores”, como decimos aquí, porque ellos fueron quienes sufrieron las distancias, falta de infraestructura total. Cundo lanzamos aquella primera carta pastoral el día de mi ordenación precisamente la titulamos: : “Una Iglesia de la Amazonia en conflicto son el latifundio y la marginación social”. No había infraestructura, salud, comunicación, educación, no había prácticamente ningún órgano del gobierno que pudiese atender. Nosotros tuvimos que hacer incluso, y aún ahora lo hacemos, a veces, el apostolado de la suplencia.

Y en la Iglesia estábamos viviendo las consecuencias del Vaticano II y Medellín, que fue prácticamente nuestro Vaticano II. Hubo mucho Espíritu Santo de por medio y gente lúcida, abierta, el clima era bueno, a pesar de toda la violencia.

Se vivió un cierto clima de profecía, de inserción, de superación de barreras. Incluso aquí en Brasil para muchos hablar de comunismo, de marxismo no espantaba tanto, perqué también el propio marxismo aquí en la América Latina se vivió de un modo mucho más popular, mucho menos soviético. Mariátegui, marxista peruano, habla del alma matinal, había mucha poesía marxista latinoamericana y la causa indígena empezaba a sobresalir, a exigir reconocimiento, el mundo negro también. Aquellos sujetos emergentes que hemos dicho en nuestras pastorales.

Pedro Casaldáliga – 2007

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Pedro Casaldáliga: poeta, profeta y pastor

Pedro Casaldáliga: poeta, profeta y pastor

Querría evocar aquí la memoria de Pedro Casaldáliga, intentando delinear un esbozo de su multifacética figura, concentrándome en tres rasgos de su personalidad: su ser poeta, su ser profeta y su ser pastor. Conjuntando los tres -que se iluminan y retroalimentan mutuamente-, y a modo de “fórmula” introductoria, diría: en la vida de Pedro, la palabra poética se vuelve anuncio y denuncia profética, exteriorizada sin tapujos, como obligación de quien debe pastorear un pueblo pisoteado en su dignidad.

1. Pedro-poeta

En primer lugar y, ante todo, Pedro-poeta: desde allí se autodefinió muchas veces:

“La poesía ha significado y significa mucho en mí. Yo pienso a veces que si yo soy algo es eso, poeta. Y que incluso como religioso y como sacerdote y como obispo, soy poeta. Muchas cosas intuyo, siento, hablo, digo o hago, porque soy poeta. Sabes que para mí la poesía es la palabra emocionada, la realidad intuida y expresada en una palabra emocionada.”

(T. Cabestrero, Diálogos en Mato Grosso con Pedro Casaldáliga, Salamanca, Sígueme 1978, 175).

Poesía, acotaría yo, para cantar la belleza sin pretender disecarla y poesía para gritar tanto dolor sin banalizarlo. Pedro-poeta encontró en el verso-sin- verso su desahogo y nuestro consuelo. Descubrió el logos poético como arma pacífica para defender(se) y explicar(se): “Después de la sangre, la palabra es el «poder» mayor. Por ella uno se dice y dice el Universo, el Prójimo, el Pueblo, la Muerte, la Vida, Dios, cálidamente” (T. Cabestrero, El sueño de Galilea. Confesiones eclesiales de Pedro Casaldáliga, Madrid, Claretianas 1992, 131).

Con la palabra poética en los labios bien abiertos y con los puños apretados, Casaldáliga nombró, rescató y recreó todo (las cosas, la naturaleza, el hombre, sus historias, etc.) desde una profunda experiencia del Misterio -con mayúscula- que lo transformó en un verdadero místico “de ojos abiertos” (J.B. Metz), es decir: aquel que sospecha y descubre a Dios donde parece no estar: en el sin-sentido gris y en el sufrimiento inocente.

Leyendo su poesía, descubro que hay, por una parte, una necesidad inaplazable de decir el Misterio (en lenguaje no dogmático) y, por otra, un pudoroso respeto ante eso Último para evitar manipularlo y no pretender agotarlo ni definirlo. Para iluminar lo primero, en cuanto testigo de un Misterio que lo envuelve, lo desborda y lo impele a comunicar, basta recordar:

“Yo hago versos y creo en Dios.
Mis versos
andan llenos de Dios, como pulmones
llenos del aire vivo”.

¡Primero se declara poeta… y luego creyente! Lo cierto es que Pedro anda lleno de Dios. Sus pulmones, sus entrañas, sus ganas andan llenos de Dios, por eso necesita compartir esa Buena Nueva. Hablando de sí mismo, reconoce:

“Si no hablase uno de Dios y de Jesús su Hijo, se sentiría traidor a sí mismo, mudo, muerto. Salvadas las apostólicas distancias, «¡ay de mí si no evangelizare!», ¡ay de mí si hiciera poesía no evangélica, no evangelizadora!”

(T. Cabestrero, El sueño…, 133).

Corresponde, pues, decir el Misterio porque forma parte esencial de la vida; hay conservarlo, decirlo y callar-se:

EL MISTERIO

Os quedaréis sin la vida
si le quitáis el misterio.

Hay que salvar el aroma
de la madera cortada.

La mano de Dios confina
con las murallas del mundo,
con la esperanza del hombre.

Jugarse el tipo, de gracia,
como los niños que juegan.
Servir bajo el día a día.
Crecer contra la evidencia.
Decir siempre una palabra
última de lucha, para
caer luego de rodillas
en silencio.

Silencio y palabra; palabra y silencio:

“Derramando palabras,
de mis silencios vengo
y a mis silencios voy.
Y en Tus silencios labras
el grito que sostengo
y el silencio que soy”.

en ese ir derramando palabras que buscan nombrar al Innombrable, el poeta es consciente del constante riesgo de manipulación en el que corremos al hablar de lo Totalmente Otro:

“¿Cómo dejarte ser sólo Tú mismo, /sin reducirte, sin manipularte?”

Manipulación que muchas veces va de la mano del confundir a Dios con nuestras experiencias y representaciones, siempre nuestras y, por tanto, siempre falibles, siempre balbuceantes, como escribe en una de sus “Antífonas”:

“Voy a decir de ti / mi última palabra. / (Siempre penúltima / y mía siempre)”.

Cuánto para aprender quienes tenemos la posibilidad de hablar de Dios: obispos, sacerdotes, teólogos, catequistas, predicadores… Siempre serán palabras nuestras que interpretan lo Inefable, puesto que en verdad conocemos a Dios… pero lo conocemos como a todas las otras realidades: al modo humano.

Concluyendo esta primera aproximación, quiero citar unas palabras del propio Casaldáliga donde define su vena poética:

“La poesía es la respuesta sensibilizada a todo y a todos, en un encuentro que pulsa el alma y compromete las opciones. Mi práctica poética es “sobre la marcha”: viviendo, tocado por un momento fuerte, emocionado por un encuentro, a partir de una lectura, evocando, soñando el mañana, orando”

(T. Cabestrero, El sueño…, 131).

Una poesía, diría yo, nacida del corazón caminante y amante, y de los pies cansados y desnudos, como sugiere en el poema “Piensa también con los pies”:

PIENSA TAMBIÉN CON LOS PIES

Piensa también
con los pies
sobre el camino
cansado
por tantos pies caminantes.

Piensa también, sobre todo,
con el corazón
abierto
a todos los corazones
que laten igual que el tuyo,
como hermanos,
peregrinos,
heridos también de vida,
heridos quizá de muerte.

Piensa vital, conviviente
conflictivamente hermano,
tiernamente compañero.

2. Pedro-profeta

En Casaldáliga, poesía y profecía van de la mano:

“Para mí, todo poeta es un profeta (…) Fíjate que todo poeta ausculta a su pueblo y lo traduce en grito, en clamor. Fíjate que todo poeta le da a su pueblo, en el momento histórico si es un poeta más épico, o a cada miembro de su pueblo en el momento sentimental si es un poeta más lírico, aquella palabra, aquella pista, aquel clima que lo hace vibrar, que lo hace vivir”

(T. Cabestrero, Diálogos…, 175-176).

Ante todo, la escucha y, en un segundo momento, la verbalización, prestando palabras sobre todo a los sin-voz. Poesía que arranca de la historia concreta: desde los pies embarrados y pasando por el corazón conmovido, nace de sus labios la palabra comprometida:

“Por mi vocación personal y por legítima ideología asumida, no creo en poesía neutral. Uno se emociona con ira frente a la injusticia y la miseria y la prepotencia. Uno se emociona con entrañas de compasión delante de los pobres, ante el dolor humano”

(T. Cabestrero, El sueño…, 133-134).

Es esa santa ira la que empuja a un hombre “en el buen sentido de la palabra, bueno” (A. Machado), a lanzar maldiciones como flechas que se disparan contra las injusticias de la historia y que recuerdan los famosos “ayes” -“¡ay de ustedes…!”- del otro profeta, el de Nazaret (cf. Mt 23,13 ss.):

TIERRA NUESTRA, LIBERTAD

(…)

¡Malditas sean
las cercas vuestras,
las que os cercan
por dentro,
gordos,
solos,
como cerdos cebados;
cerrando
con su alambre y sus títulos,
fuera de vuestro amor
a los hermanos!
(¡Fuera de sus derechos,
sus hijos
y sus llantos
y sus muertos,
sus brazos y su arroz!)
¡Cerrándoos
fuera de los hermanos
y de Dios!

¡Malditas sean
todas las cercas!
¡Malditas todas las
propiedades privadas
que nos privan
de vivir y de amar!

(…)

Pero toda esa cruda denuncia que en más de una ocasión ha desenmascarado el pecado y el mal en el mundo (y en la iglesia) se sostiene e ilumina desde un firme horizonte de esperanza:

“La muerte continúa siendo para mí lo más serio de la vida. «Me hace la pascua». En algunos momentos casi me he desesperado, y yo le he preguntado a Dios por qué tantas muertes estúpidas, sin sentido al parecer, muertes de hambre, por distancias, por no tener un mínimo de infraestructura, asistencia médica, etc., por tanta injusticia, «muertes matadas», como se dice aquí, muertes enloquecidas. Por otra parte, claro, es «la pascua del Señor». Yo tengo fe, tengo esperanza…aquí mi esperanza se ha agudizado, se ha afilado como una cuchilla a medida que he ido cortando la carne de la muerte presente. Sólo puedo tener esperanza. No existe otra posibilidad”

(T. Cabestrero, Diálogos…, 100).

Querría iluminar este rasgo de profeta esperanzado con un soneto de los muchos que escribió sobre el tema:

«ENTONCES LO VEREMOS COMO ES»

Porque lo espero a El, y porque espero
que, al encontrarlo, todos nos veamos
restablecidos por el sol primero
y el corazón seguro de que amamos;

porque no acepto esa mirada fría
y creo en el rescoldo que ella esconde;
porque tu soledad también es mía;
y todo yo soy una herida, donde

alguna sangre mana; y donde espera
un muerto, yo reclamo primavera,
muerto con él ya antes de mi muerte;

porque aprendí a esperar a contramano
de tanta decepción: te juro, hermano,
que espero tanto verLo como verte.

Y permítanme subrayar sólo tres notas: el cielo, la felicidad definitiva, el destino último del hombre, no será sólo ver y abrazar a Dios, sino también a todos los que nos precedieron (de un modo particular, a las víctimas de las diversas injusticias): “espero tanto verLo como verte”.

En segundo lugar, esa apuesta al abrazo resucitado se valida en la capacidad previa de morir con esos que han muerto antes de tiempo:

“donde espera
un muerto, yo reclamo primavera,
muerto con él ya antes de mi muerte”,

Y, por último, la invitación que nos hace el poeta a “esperar a contramano / de tanta decepción”, que nos invita a pensar ahora, a cada uno de nosotros, cuáles han sido y son las decepciones -personales e institucionales- con las cuales y a pesar de las cuales seguimos creyendo, esperando y amando

3. Pedro-Pastor

Y la última perspectiva que quiero compartir en este rápido esbozo de retrato es la de Pedro-pastor, recordando que sólo aceptó ser consagrado obispo cuando se sintió “fraternalmente presionado” y convencido por su propia gente para que accediera a ese ministerio de servicio. Nacido poeta, fue “hecho” obispo, como comenta con sutil ironía:

“Para información de los amigos y sin posible discusión, es bueno hacer constar el parecer nada menos que del Papa Juan Pablo II, quien, además, es poeta: «Es más fácil hacer un buen poeta que hacer un buen obispo». Y lo decía de mí, cuando en su primer viaje al Brasil le dediqué aquel poema «Joáo Paulo, Pedro só». Ya es sabido que el poeta nace. Hasta ahora, a los obispos los hacen.”

(T. Cabestrero, El sueño…, 132)

Desde el inicio, lo simbólico marcó todo el programa de cómo sería su pastoreo: nunca usó báculo, anillo ni mitra “tradicionales”, sino una suerte de remo, un anillo de palmera (tucum) y un sombrero de paja. Elementos todos que hacen referencia a esa tierra indígena oprimida, y que incomodan cuando, todavía hoy, se siguen manteniendo tantos signos que mucho tienen que ver con el Imperio romano de otrora y poco con una iglesia samaritana. Conmovedoras -e imagino que interpelantes para más de un obispo- resuenan las palabras que escribió en la tarjeta de invitación-recordatorio de su consagración episcopal (23-10-1971):

“Tu mitra será un sombrero de paja sertanejo; el sol y el claro de luna; la lluvia y el sereno; la mirada de los pobres con quienes caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor. Tú báculo será la verdad del evangelio y la confianza de tu pueblo en ti. Tu anillo será la fidelidad a la nueva alianza del Dios liberador y la fidelidad al pueblo de esta tierra. No tendrás otro escudo que la fuerza de la esperanza y la libertad de los hijos de Dios, ni usarás otros guantes que el servicio del amor”.

Nunca aceptó ser llamado con esos títulos de dignidad que tanto abundan y gustan en ciertos sectores eclesiásticos, pero tan poco tienen que ver con el evangelio: monseñor, excelencia, ilustrísima, santidad, eminencia, etc… Pedía ser llamado “Pedro” o “Pedrinho”. Es que nunca dejó de soñar otra iglesia que -además de una, santa, católica y apostólica- tenga como nota definitoria la desnudez:

Yo, pecador y obispo, me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de Evangelio y sandalias.

Este verso me retrotrae a una foto del año pasado, en alguna de las celebraciones fúnebres, donde se ven sus pies llagados, desnudos, apenas cubiertos con el libro de la Palabra. Todo un símbolo de lo que fue su búsqueda del Reino desde la iglesia. Una iglesia despojada de tantas exterioridades y superficialidades, de ritos insignificantes y palabras vacías para, desde la pobreza, concentrarse en lo esencial:

POBREZA EVANGÉLICA

No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
no matar nada;
no callar nada.
Solamente el Evangelio,
como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo, dada. Y
este sol y estos ríos
y esta tierra comprada,
por testigos de la Revolución ya estallada.
¡Y mais nada!

“Soñar” una iglesia distinta implica también apurar la utopía, alentar e implementar reformas concretas. En un reportaje de 1986 -30 años antes que el papa Francisco lo instalara como tema prioritario de agenda eclesial-, enumerando algunas sombras de la Iglesia, denunciaba: “La lentitud seudo-eterna de nuestras reformas en curias y códigos. Especialista en eternidad, la Iglesia deja pasar, con frecuencia, el Tiempo…” (P. Casaldáliga, Al acecho del Reino, Madrid, Nueva Utopía 1989, 179).

Y, acotaría yo que, dejar pasar el tiempo no es sólo una cuestión cronológica sino kairológica:

“Lo malo no será / perder el tren de la Historia, / sino perder el Dios vivo / que viaja en ese tren”.

Y sin ciertas reformas ya no urgentes sino impostergables, será la iglesia quien vea pasar de largo ese tren.

Pedro del Araguaia, porque primero lo hizo con su ejemplo desde Sao Felix, se animó después a interpelar a Pedro de Roma, en aquel duro poema dedicado a Juan Pablo II. que comienza:

“Deja la curia, Pedro,
desmantela el sinedrio y la muralla,
ordena que se cambien todas las filacterias impecables
por palabras de vida, temblorosas”.

Luchó por una iglesia pobre, desde los pobres y para los pobres… ¡para que no haya más pobres! Porque estaba convencido que lo que Dios quiere es la igualdad de todos sus hijos para que puedan vivir en verdadera y libre fraternidad, como escribe en un irónico poema titulado “Igualdad”:

“Si Cristo es
la riqueza
de los pobres,
¿por qué no es
la pobreza
de los ricos,
para ser
la igualdad
de todos?”

Y una última nota para subrayar la sintonía con la tan mentada “iglesia en salida”. En el poema ya citado, dedicado a un antecesor (“Deja la curia, Pedro”) lo exhorta -y, en él, a todos los creyentes-, a desplazarse hacia las periferias, donde el Pueblo (sobre)vive, abandonado. Cito sólo unos versos:

Vamos al Huerto de las bananeras,
revestidos de noche, a todo riesgo,
que allí el Maestro suda la sangre de los Pobres.

La túnica inconsútil es esta humilde carne destrozada,
el llanto de los niños sin respuesta,
la memoria bordada de los muertos anónimos.

Legión de mercenarios acosan la frontera de la aurora naciente
y el César los bendice desde su prepotencia.
En la pulcra jofaina Pilatos se abluciona, legalista y cobarde.

El Pueblo es sólo un «resto»,
un resto de Esperanza.
No Lo dejemos sólo entre guardias y príncipes.
Es hora de sudar con Su agonía,
es hora de beber el cáliz de los Pobres
y erguir la Cruz, desnuda de certezas,
y quebrantar la losa—ley y sello— del sepulcro romano,
y amanecer
de Pascua.

Para concluir este tan rápido como incompleto esbozo de su cautivante figura, quiero recordar un pequeño poema que, quizá, pueda resumir su triple ministerio de poeta, profeta y pastor o, mejor aún, lo que fue toda su vocación: buscar el verdadero y siempre inalcanzable Rostro de Dios para poder modelar y cambiar su propia vida y, luego, ofrecerlo como “condición de posibilidad” para poder humanizar un poco más la Iglesia y el Mundo, desde su propuesta programática de “Humanizar la humanidad practicando la proximidad”:

Para cambiar de vida
hay que cambiar de Dios.

Hay que cambiar de Dios
para cambiar la Iglesia.

Para cambiar el Mundo
hay que cambiar de Dios

Autor: Michael Moore.

Publicado primero en la Revista Latinoamericana de Teología 113, 2021

Conozca más de la poesía de Casaldáliga en el libro del autor “Cuando la fe se hace poesía”: AQUI

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Homenaje al obispo Pedro Casaldáliga desde Balsareny en el 94 cumpleaños de su nacimiento

Homenaje al obispo Pedro Casaldáliga desde Balsareny en el 94 cumpleaños de su nacimiento

“Celebramos la vida vivida de Pedro Casaldáliga” es la nueva iniciativa de la Fundación Pedro Casaldáliga para recordar el obispo claretiano. La entidad pretende conmemorar anualmente el nacimiento de Casaldáliga, el 16 de febrero, ofreciendo un momento para “pararse, escuchar su mensaje y dejarse interpelar por su compromiso”. Este miércoles, día que el obispo claretiano celebraría 94 años, la fundación ha querido “recordar que todavía está muy vivo y muy presente entre nosotros”.

El homenaje se concreta en un video que empieza con la lectura del poema “Todavía hoy respiro en catalán” del obispo claretiano. Posteriormente, Llorenç Planes i Nuria Gómez hacen un recorrido por la vida y los pensamientos de Pedro Casaldáliga desde Cal Lleter (la Casa del Lechero) de Balsareny, su casa natal. “Lo hacemos con el corazón lleno de gratitud, “saudades”, añoranza, por su vida vivida y dada en medio del pueblo”, exponen.

Homenatge a Pere Casaldàliga en el 94è aniversari del seu naixementHomenaje al obispo Pedro Casaldáliga desde Balsareny en el 94 cumpleaños de su nacimiento.

La casa natal, videos históricos y fotografías se combinan a la pantalla mientras se habla de la lucha del obispo claretiano a favor de la justicia, la paz y la libertad. “Hemos querido dar las gracias a Pedro por su vida vivida. Que sus grandes causas llenan de utopía nuestros corazones y nuestras vidas y que su testigo y lucha ilumine nuestra caminata con toda la fuerza y ternura que nos dio”, concluye el homenaje.

Véalo entero en:

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Así fue la ordenación episcopal de Casaldáliga

Así fue la ordenación episcopal de Casaldáliga

Pedro nunca quiso ser obispo. Nunca le gustó la idea de formar parte de la jerarquía de la iglesia. Por eso, su primera reacción al recibir la carta de su nombramiento episcopal fue decir “no”. ¿Por qué acabó aceptando?

Hacía sólo tres años que él y Manuel habían llegado al poblado de São Felix do Araguaia. Tardaron una semana en camión desde São Paulo, pero ahora, poco a poco, estaban consiguiendo construir una comunidad fija, capaz de atender a todas las familias de aquella zona: una región en la “puerta de entrada” de la Amazonía, del tamaño de Portugal, en el estado brasileño de Mato Grosso.

Pero esa tarea principal de estructurar una iglesia estable se deparó prontamente con la realidad: pobreza extrema, violencia, abandono, explotación, esclavitud…una región poblada de migrantes de muchas partes de Brasil que, atraídos por las llamadas “políticas de colonización de Amazonía“, llegaban a aquellas tierras desamparadas en busca de una vida mejor.

 

Llegada de Casaldàliga y Manuel Luzón a São Félix do Araguaia

Esta es la primera imagen que conservamos de la llegada de los claretianos Casaldáliga y Luzón a la región del Araguaia, en 1968.

 

Ubicada a más de 1.200 km de la capital del estado de Mato Grosso, Cuiabá, y a otros tantos de la joven Brasília, la escasa presencia del estado condenaba a sus habitantes a la ausencia total de servicios de salud, de educación o de seguridad.

La estructura de la propiedad de la tierra, caracterizada por los latinfundios que llegaban a tener tamaño de los estados, iba configurando una sociedad desgarrada: por un lado, los grandes terratenientes, sus gerentes y sus “secuaces”. Por otro, como el propio Pedro Casaldáliga describía:

 

«Campesinos del nordeste, procedentes directamente de [los estados de] Maranhão, Pará, Ceará, Piauí …, o pasando por Goiás. Conquistadores de la región, “sin-tierra”. Pueblo simple y duro, nómada como por destino en una migración forzada y desorientada, con una hamaca para dormir a sus espaldas, sus muchos hijos, algún caballo flaco y cuatro utensilios de cocina en una bolsa».

Pedro Casaldáliga

 

Pedro Casaldáliga en una de las comunidades indígenas de la región

La pareja Luiz Gouveia y Eunice Dias de Paula fueron unos de los primeros en llegar en 1973. Han hecho de profesores bilingües em el poblado indígena, ayudando en la formación de los profesores indígenas y, por ello, son en gran parte responsables de que la lengua Tapirapé aún exista.

 

Llegamos a un mundo sin retorno. La misión tenía 150.000 kilómetros cuadrados de ríos, selvas y bosques, al noroeste de Mato Grosso, dentro de la llamada Amazonía “legal”, entre los ríos Araguaia y Xingu, incluida la isla del Bananal, la isla fluvial más grande del mundo.

Sin otra “base” eclesiástica que nuestra casa, de 4×8, a orillas del Araguaia, maravilloso y turbio, sin saber por dónde empezar, sin saber quién habitaba la región, donde las distancias de todas las especies justificaban todas las indecisiones.

La única carretera que existía seguía construyéndose, roja y polvorienta, hacia la selva y los campos abiertos que acabábamos de cruzar, y el “jaguar” materialmente concreto tenía todo el derecho de cortarnos el camino frente al camión.

Solo había un médico en el área, no había correo, electricidad, teléfono, telégrafo, había 3 jeeps viejos en todo São Felix y eran los únicos autos en el lugar.

Pedro Casaldáliga

 

Pedro hace un compromiso radical

 

Muy pronto, los problemas de tierra, la pobreza y la violencia contra los peones y los sin-tierra hicieron mella en Casaldáliga y su equipo: los primeros años, enterraron a cientos de “peones sin nombre” y “a menudo sin ataud”, que intentaban sobrevivir en esa tierra. Fue entonces cuándo decidieron comprometerse radicalmente con la gente.

 

Mato Grosso era, sigue siendo, una tierra sin ley. Alguien lo ha clasificado como el “estado corral” del país. No encontramos infraestructura administrativa, ni organización laboral, ni inspección. La ley era la ley del más fuerte. Del dinero y del 38. Nacer, morir, matar eran los derechos básicos. Verbos conjugados con increíble facilidad.

Pedro Casaldáliga, 1971

 

La construcción de una iglesia organizada y estructurada comenzó primero dedicándose a atender las necesidades más básicas de las familias: la salud y la educación fueron la prioridad. ¿Cómo celebrar misa o administrar los sacramentos sin comprometerse con las necesidades de las familias al mismo tiempo?

Gradualmente lograron construir una pequeña escuela (que, después, daría lugar a un proyecto pedagógico que se tornaría referencia en educación popular de la Amazonía); organizaron un puesto de salud y de primeros auxílios; hicieron de enfermeros y …, en esa acción, se fueron comprometiendo a favor de los “sin-tierra” y posicionando contra el latifundio.

Una iglesia que rezaba, celebraba misa y administraba los sacramentos como cualquier otra, pero que también se comprometió radicalmente en la defensa de los más pobres: los sin-tierra, los peones y los Pueblos Indígenas. Nunca hubo ninguna imposición o intención de evangelizar, en el sentido antiguo, arcaico y colonialista de la palabra.

 

El dia de la consagración com obispo

 

En julio de 1971, Casaldáliga recibió la carta del Vaticano con el nombramiento como obispo. Su respuesta, de estricta renuncia, estaba escrita y preparada para ser entregada a Nuncio. Sin embargo, el equipo pastoral y el Obispo Tomás Balduíno consiguieron que Casaldáliga cambiara de opinión y le pidieron que aceptara.

El altavoz que les brindava el cargo era único y la situación en la Amazonía tan gritante que demandaba que alguién fuera la voz de los sin voz. Aunque reacio a aceptar, su equipo se lo pidió haciéndole ver que quizás sería la única manera de hacer llegar su denuncia a las más altas esferas, sin tanto riesgo de las consecuencias. Tenía que aceptar. En aquél contexto, con aquella posición, ser Obispo era la única posibilidad que tenían.

Así, por decisión conjunta, el 23 de octubre, luego de un intento de asesinato que casi acabó con su vida, Pedro Casaldáliga sería ordenado Obispo de la Prelatura de São Félix do Araguaia.

«Al aire libre, junto al río Araguaia», Pedro fue ordenado por el arzobispo Fernando Gomes dos Santos, el arzobispo de Goiânia; Tomás Balduíno, obispo de la diócesis de Goiás y por el arzobispo Juvenal Roriz, obispo de Rubiataba, GO.

Ordenación episcopal de Casaldáliga en São Félix do Araguaia

Imagen de uno de los momentos de la ordenación episcopal de Casaldáliga. La celebración fue al aire libre y asistió toda la gente de São Félix do Araguaia.

 

Esa noche del 23 de octubre de 1971, la bóveda celestial, las aguas de Araguaia y todos los que estábamos allí fuimos testigos de que algo nuevo estaba sucediendo. Un obispo rechazó las marcas de poder para sumergirse totalmente en la vida de la gente.

Antônio Canuto
Agente de Pastoral da Prelazia de São Félix do Araguaia

 

En la tarjeta-recordatorio de su ordenación, Pedro declaró el obispo que quería ser:

«Tu mitra será un sombrero de paja campesino; el sol y la luz de la luna; la lluvia y el sereno,
la mirada de los pobres con los que caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor.
Tu báculo será la verdad del Evangelio y la confianza de tu pueblo en ti.
Tu anillo será la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Libertador y la fidelidad a la gente de esta tierra.
No tendrás otro escudo que la fuerza de la Esperanza y la Libertad de los hijos de Dios;
ni usarás otros guantes que no sean el servicio del Amor».

 

Tarjeta original de la ordenación episcopal de Casaldáliga

Tarjeta original de recuerdo que se entregó a los presentes en la Ordenación Episcopal de Casaldáliga, en el río Araguaia, el 23 de octubre de 1971

 

La primera denuncia mundial sobre la situación de la Amazonía

 

En septiembre de 1970, Casaldáliga ya había escrito la primera denuncia sobre la situación de esclavitud en la que se encontraban la mayoría de los trabajadores agrícolas de la región: en “verdaderos campos de concentración”.

Sin embargo, el mismo día de su consagración episcopal, publicó, clandestinamente, un documento-denuncia que es, todavía hoy, “uno de los más importantes en la historia de la lucha por la tierra en Brasil”.

El informe consta de más de 80 páginas con datos estadísticos, referencias y análisis que denuncian la gravedad de la situación amazónica. El documento citaba abiertamente nombres de compañías, propietarios y gerentes; informaba sobre casos concretos de violencia y de vulneración de derechos y hacía posible que Brasil supiera, por primera vez, que en la distante Amazonía había trabajo esclavo, explotación y asesinatos por “causa de la tierra”.

 

Periódicos de Brasil informan sobre el impacto de la carta

El impacto del documento de Casaldáliga, ya obispo, resonó en todo Brasil

 

La noche del día en que firmé el documento, era noche de “luz de luna”, salí a ver la gran luna, respiré el aire más fresco y me ofrecí al Señor. Entonces sentí que con el documento también podría haber firmado mi propia pena de muerte; Al menos acababa de firmar un desafío.

De hecho, unos días después comenzó a llegar la advertencia de uno de los terratenientes y buscadores de tierras más grandes de Brasil, tantas veces más tarde repetida por muchos otros terratenientes, voces eclesiásticas, “amigos”: se suponía que no debía entrar en estos problemas porque podría acusarme de ser subversivo; de hecho, la policía federal nos estaba controlando; el delegado adjunto de Sao Felix era un agente; los granjeros me demandarían; etc.

Pedro Casaldáliga

 

El documento fue publicado en la mayoría de medios de comuncación brasileños y suscitó la airada reacción del gobierno militar.

No había vuelta atrás: la Prelatura de San Félix de Araguaia y su Obispo recién consagrado, optaban radicalmente por los pobres y se oponían a los grandes propietarios. En cada gesto, en cada palabra y en cada documento.

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Este es el documento que cambió la Amazonía

Este es el documento que cambió la Amazonía

El mismo día de su ordenación como obispo, Pedro Casaldáliga publicó un amplio documento donde denunciaba la situación de esclavitud en que vivían la mayoría de los campesinos de la Amazonia. El documento también cuestionaba a la jerarquía de la iglesia y ponía nombre a los opresores … pronto la represión cayó sobre él y su equipo. Sin embargo, poco después aquel documento cambiaría la historia de la Amazonía.

 

El mismo día en que fue consagrado obispo de la Prelatura de São Félix do Araguaia, el 23 de octubre de 1971, Pedro Casaldáliga publicó la primera denuncia global sobre la situación en la Amazonia.

La carta pastoral “Una Iglesia de la Amazonía en conflicto con el latifundio y la marginación social” se convertiría en un documento histórico que, impreso clandestinamente y enviado a la mayoría de medios de comunicación brasileños, significó un punto de inflexión en la reivindicación y la defensa de los pueblos indígenas, de las familias de campesinos, del medio ambiente, de la situación de las mujeres y de la lucha por la tierra.

Era la primera vez que un obispo se posicionaba clara, abierta y públicamente sobre lo que pasaba en la Amazonia. Casaldáliga aportaba datos, estadísticas, casos y testigos concretos para poner nombre y apellidos a los explotadores. Era la primera vez que ese Brasil continental -que vivía de espaldas a la lejana Amazonia, era conocedora de la realidad de explotación y violencia que se estaba imponiendo en aquella región aislada.

Como decía Berta Camprubí en su artículo Pedro Casaldáliga, 90: Un día en la casa del obispo de los pobres , publicado en El Periódico de Cataluña:

 

En aquellos años, las tierras de Mato Grosso estaban dominadas por la superposición de títulos de propiedad, heredados principalmente de la Ley del suelo de 1850, que distribuía ilegalmente territorios ancestrales indígenas, creando grandes explotaciones, algunas de hasta 7.000 kilómetros cuadrados. Eran tierras de pistoleros, de abandono legal e institucional. Allí, la violencia era el método mediante el cual se resolvían todos los conflictos. Casaldáliga enterró a muchos campesinos sin tierra e indígenas en aquellos tiempos.

 

¿De qué hablaba concretamente el documento?

 

A lo largo de más de 80 páginas repletas de referencias a estudios sociológicos y antropológicos que puntualmente se habían hecho en aquella región, el documento pastoral del obispo Pedro analizaba con rigor la situación de esclavitud y violencia en que vivían los pueblos y las comunidades del Amazonas; denunciaba los problemas ambientales que comenzaban a percibirse como tales; y, sobre todo, ponía nombres y apellidos a los responsables del genocidio que los terratenientes estaban llevando a cabo con la complicidad del gobierno militar brasileño.

El documento recogía además testigos de la explotación, apuntando directamente los nombres de los responsables -algunos grandes propietarios de tierras- e informaba, sin intermediarios, de la situación de los sin-tierra, los indios y los trabajadores brazales.

 

Los primeros pioneros de la región son los llamados “posseiros” (personas que no tienen el título de propiedad de su tierra). Viven aquí desde hace 5, 10, 15, 20 y algunos hasta 40 años. Cultivando con los métodos más primitivos, plantando arroz, maíz, yuca. Agricultura de pura subsistencia. Criando ganado.
No hay asistencia sanitaria ni higiénica, no hay protección legal, ni hay medios técnicos disponibles. Se juntan en poblados pequeños, llamados “Patrimonios” (que el estado les venía como tierras vírgenes – Santa Terezinha, Porto Alegre, Cedrolândia, Pontinópolis) o esparcidos por el campo a una distancia de 12 a 20 km unos de otros.
Pedro Casaldáliga, 1971

 

En los años 60 y 70, la Amazonia era el vasto territorio que la dictadura brasileña se obsesionaba en “desarrollar. Era el territorio “salvaje” al que la mayoría del país daba la espalda deseando mirar hacía la supuesta “modernidad”. Una extensión equivalente a la mitad de toda Europa que el gobierno brasileño pretendía repartir entre sus amigos y las grandes empresas que apoyaban al régimen, aprovechando la falta de interés que despertaba.

Por eso, cuando casi nadie hablaba de la causa indígena; cuando la preocupación por el medio ambiente no estaba en la mesa de ninguna discusión; y cuando la extrema pobreza de los trabajadores rurales, a menudo esclavizados, era un tema alejado de cualquier foco de la prensa o de la Iglesia, esta Carta Pastoral de Casaldáliga sacudió el país, destapando su vergüenzas. Fue un golpe directo a la propaganda de la dictadura que vendia un país en “crecimiento, hacia el desarrollo”. Por primera vez, se internacionaliza la crueldad de la situación económica, social y ambiental de la Amazonia.

¿Cuál fue el impacto del documento?

 

El documento tuvo que ser impreso fuera de la región del Araguaia por la fiel colaboradora de Casaldáliga, la hermana Irene Franceschini. Con estas palabras nos lo explica Martixu Ayuso, de la Fundación Pedro Casaldáliga:

 

Aquella mujer que, en plena dictadura, llevó la primera carta pastoral del Pedro Casaldáliga como obispo dentro de una caja envuelta en un pañuelo en un avión militar! Cuando se le preguntó qué llevaba, respondió “medicamentos, alguna ropa, cosas poco importantes … si desea abrirla …”.

 

La carta-documento del obispo Pedro se hizo eco en la mayoría de periódicos y publicaciones de Brasil y provocó una revolución en plena represión militar.

En aquella época, los intereses económicos y los amigos del régimen se estaban repartiendo el centro-oeste del país a costa de los pueblos indígenas y del medio ambiente, y un obispo como Casaldáliga molestaba y ponía los focos mediáticos sobre la Amazonia.

 

Después de varios meses de rumores y calumnias, amenazas de arresto, de muerte, de “visitas” de la policía y el ejército federal, (…) la primera semana de septiembre, el señor Ariosto da Riva, padre y mentor de los terratenientes, acompañado de un sacerdote, se presentó al Señor Nuncio en Río [de Janeiro] para intentar evitar mi consagración [como obispo] …

 

Y es que, como afirma el sociólogo José de Souza Martins (1995), “el documento es uno de los más importantes de la historia social de Brasil” y eso no lo podían tolerar los militares y tampoco la complaciente jerarquía de la Iglesia.

 

En su carta pastoral de 1971, Casaldáliga propone una nueva manera de ver esta [sobreexplotación y falta de derechos de los trabajadores rurales], hace una denuncia larga y dura e inicia una trabajo pastoral consistente en la Prelatura que empieza primero desnaturalizando esta violencia y luego construyendo una red de solidaridad entre los trabajadores migrantes y la iglesia local.
Lucilene Aparecida Castravechi. XXVII Simposio Nacional de Historia. Natal 2013.

 

«Después de la publicación de esta carta-documento, que se hizo eco en la Iglesia, interna y externamente, otros documentos del mismo carácter comenzaron a aparecer en diferentes regiones brasileñas. De los obispos del noroeste llegó el texto “He oído los gritos de mi pueblo”, en 1973. El mismo año, los obispos y misioneros del Amazonas publicaron el documento urgente “Y-Juca-Píramo. El indígena: aquel que debe morir”.

Desde el oeste del país, sus obispos publicaron también el texto “Marginación de un pueblo, el clamor de las iglesias” en 1974.

Pero no sería hasta casi 10 años después de la denuncia de Casaldáliga, en 1980, que la CNBB [la Conferencia Episcopal Brasileña] se manifestaría oficialmente ante la situación que se estaba viviendo en la Amazonía. El documento titulado “La iglesia y los problemas de tierra” «analizaba y denunciaba los impactos del desarrollo capitalista en el campo brasileño», nos cuenta Marco António Mitidero, de la Universidad Federal de Sergipe.

Lea el texto del documento original, traducido al castellano

 

Le dejamos la carta-documento en castellano, traducida por Alfonso Pombo Fernández y cortesía de SERVICIOS KOINONÍA: “Una Iglesia de la Amazonía en conflicto con el latifundio y la marginación social”.

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NOVEDAD EDITORIAL: «Vientos de profecia a la Amazonia»

NOVEDAD EDITORIAL: «Vientos de profecia a la Amazonia»

¿Cuál es la relevancia social, política y eclesial de los 50 años del Obispado de Pere Casaldáliga en São Félix do Araguaia? Como hicieron un grupo de religiosos y militantes para hacer frente a los «dueños de los latifundios y del Estado dictatorial» y en las «estructuras de la propia iglesia»?

Conoce de la mano de Antonio Canuto la organización interna, la acción política, la actividad pastoral y la labor social que han hecho del Obispado de São Félix do Araguaia «una referencia obligada para la comprensión de los proyectos económicos y los modelos de sociedad que estaban en disputa en la Amazonia; así como de los proyectos eclesiales enfrentados.»

[Ya a la venta en portugués | En catalán en octubre | Pendiente en español]

 

«Desde su nacimiento, el Obispado de São Félix do Araguaia puso en el centro de sus preocupaciones los graves crímenes contra los pueblos indígenas, los ribeirinhos, los posseiros (sin tierra) y otros pueblos tradicionales y contra la espantosa devastación de la Amazonia.

La lucha de David contra Goliat, que además se libró en medio de las circunstancias más desfavorables, mientras tenían en contra el gobierno militar y su proyecto de “ocupación” y “desarrollo” de la Amazonia que se estaba llevando a cabo con mano de hierro, sin ningún respeto por el pueblo que vivía allí y sin ningún tipo de cuidado por la naturaleza. El gobierno financió la implantación de grandes latifundios en la Amazonia y ‘legalizó’ así la ocupación del territorio, la deforestación de la selva y su conversión en grandes áreas de pasto.

El obispado tenía en contra a todo el gran capital nacional e internacional, tanto el comercial como el industrial y el financiero. El capital gozaba de exención de impuestos, de grandes subsidios, de financiaciones públicas generosas, y además de todo el apoyo militar y jurídico que fuera necesario para incentivar e, incluso, para encubrir los crímenes ambientales y humanos que estaban cometiendo.

Conflictes per terra a l'Araguaia

Fotograma de la mini-serie “Descalzo sobre la tierra roja” emitido en 2012.

 

El Obispado de Casaldáliga sufrió también el ataque sistemático de la prensa escrita, radiofónica y televisiva: periódicos y revistas, radios y cadenas de televisión, pusieron en marcha una guerra constante de informaciones distorsionadas, calumnias, mentiras y difamaciones con las que se tildaba a aquella iglesia de estar “contra el progreso” del país y vinculada a intereses extranjeros que perseguían la “internacionalización de la Amazonia”.

La estrategia de aquella Prelatura era que el grito ahogado de los expulsados de su tierra, de los indígenas desplazados o diezmados llegara a la opinión pública y sensibilizara así al resto de la Iglesia y de la sociedad.

 

Todo lo que pasó en el Obispado de São Félix, fue un “trailer” del desastre anunciado que se extendería por toda la Amazonía en los años posteriores, con una diferencia notable: Desde el primer momento, en la Prelatura se documentó la denuncia de los excesos ambientales y sociales sufridos y también de la resistencia valerosa de los pequeños campesinos con el apoyo de la Iglesia local. La estrategia era que el grito ahogado de los expulsados de su tierra, de los indígenas desplazados o diezmados llegara a la opinión pública y sensibilizara así al resto de la Iglesia y de la sociedad.

El Obispado de Casaldáliga se situó al frente o al lado de las principales iniciativas que se enfrentaban a esta situación crítica ecocida en relación con la tierra, las aguas y la selva; etnocida en relación con los pueblos indígenas; genocida en relación con los sin tierra y los ribeirinhos

“Vientos de profecía en la Amazonia” quiere hacer desaparecer el riesgo de perder la memoria subversiva de lo que ha representado para la Iglesia y la sociedad, el profetismo del Obispado de Sao Félix do Araguaia.

 

Portada de l'edició brasilera: «Ventos de profecia na Amazônia»

Portada de la edición brasileña: «Ventos de profecía na Amazônia»

 

El libro está dividido en cinco bloques:

1. El primero nos permite conocer cómo se organizaban las comunidades antes de la llegada de Pedro Casaldáliga.

2. La segunda parte lleva por título: «Una Iglesia perseguida en tiempos de represión» y nos permitirá descubrir cómo es que el aquel pequeño Obispado de la Amazonia se encontró en el ojo del huracán al oponerse valiente y proféticamente a la violencia de los terratenientes.

3. La tercera parte está dedicada a mostrarnos la vida interna de aquella Iglesia. Descubriremos cómo eran sus comunidades de base y pastorales, cómo fue el nacimiento de los ministerios laicales, cuál era el papel de las mujeres y cómo se tomaban las decisiones administrativas que fundamentaron aquella comunidad enfrentada a los grandes intereses.

4. En la cuarta parte conoceremos las acciones pastorales, sociales y políticas del Obispado, en el campo de la comunicación con su boletín mensual Alvorada, en el campo de la educación popular e indígena, de la cultura, de la salud, de la militancia a favor de los derechos humanos y de las estrategias que se siguieron en las tareas de formación y actuación en el ámbito político y social.

5. La última parte está dedicada a explicarnos cómo fue la renuncia del obispo Casaldáliga, presentada en cumplir los 75 años, el día 16 de febrero de 2003. Así, nos adentraremos en los detalles de la angustiosa espera por el nombramiento de su sucesor y la llegada, finalmente, del nuevo obispo en 2005.

El prólogo de Óscar Beozzo finaliza:

«Felicitaciones a su autor, Antônio Canuto, y mi agradecimiento profundo por haber recuperado la historia del Obispado de São Félix do Araguaia, insertado en la caminhada de la Iglesia de Brasil y compañera y socia de tantas otras Iglesias de la Patria Grande Latinoamericana, pasión y compromiso de toda una vida, por parte de Pedro Casaldáliga.»

 

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